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domingo, 3 de enero de 2016

Nueva Historia



Lees invito a que lean esta nueva entrega: Arendelle Palace en wattpad y fanfiction.net






         






  Sinopsis:


El trono de Elsa corre peligro. Con el heredero al Reino y prometido de Elsa muerto en un accidente de barco, Arendelle queda a su merced. Pero cuando el Rey descubre a Jackson Overland Frost, un primo lejano dos veces removido, las cosas cambian en el Palacio de Arendelle para siempre.

   El nuevo heredero resulta ser nada más que un obrero de clase media, quien preferiría estar a kilómetros de distancia de la realeza. Jack no quiere ser Rey y Elsa no piensa rendirse sin luchar.  Obtiene con el tiempo más razones para detestarlo, pero a la vez descubre que hay algo más que imprudencia y orgullo en él.

   Jack deberá aceptar su destino y su destino debe aceptarlo a él. ¿Tendrá Arendelle un Rey o una Reina?


        | Fanfic de Jelsa adaptada del show Downton Abbey  |



Aviso:

º Los sucesos no ocurren en el mismo tiempo que Frozen o Rise of the Guardians.

º Sin magia involucrada.

º Los Reyes de Arendelle no murieron en el naufragio.

º Centrado a comienzos del siglo XX, en Europa. (Noruega, para ser precisos)



Espero que disfruten.

lunes, 21 de diciembre de 2015

El Diario... Parte 4

Querido diario

Mis padres hicieron muchas cosas a las que pretendieron que todas saldrían bien, entre ellas encargarse de que yo  tuviese una vida social activa para no padecer lo mismo que ellos; soledad, digamos. A veces viene al palacio un hijo de mi edad de algún diplomático o gobernante de otro país para tener un día de juegos. No es tan emocionante como parece. Solo me repiten “haz la magia, haz la magia” y es todo lo que hacemos y sinceramente me aburro mucho. También hablaron con mis profesores de tercer grado de la escuela para pedirles que mis compañeros fuesen más “amigables” conmigo, si era posible. Fue súper embarazoso.

Aunque las cosas no salieron como querían, por el contrario. En la escuela, no le agrado a ninguno de mis compañeros. Tal vez es por ser princesa, o por tener magia. Quizás sienten miedo, o me ven… rara. Papá dice que son envidiosos. No lo creo de igual forma, pienso que soy yo el problema, pero no es algo que me preocupe. La verdad, hay cosas más interesantes. Sin embargo, admito que tomó tiempo, pero finalmente Frederick comenzó a agradarme y es el día de hoy que somos amigos. Bueno, más o menos. Pero con casi–un–amigo me conformo.

La primera vez que lo llevé a palacio para que conociera a mi familia no fue tan buena como esperaba. El día ya de por sí había comenzado extraño.

– ¡Elsa! – papá le reprimió. Había soltado mi mano y sostuvo a mamá antes de que se desplomara sobre el barandal de las extensas escaleras. Dijo su nombre como si le estuviera reprochando el hecho de casi caer. Raro. – Casi me matas del susto. Te habrías caído por las escaleras.

–Jack, estoy bien, puedes soltarme. –su voz se oía cansada y sin ánimos de discutir. Sacó su mano de su agarre. Papá la miró con cara de pocos esposos, diría amigos pero son más que eso. Mis ojos pasaban de uno al otro, sin comprender por qué se veían fastidiados. También noté que mamá tenía ojeras del tamaño de un cráter y se la veía en estado enfermizo. Tal vez le agarró un resfriado, pensé. Últimamente tenía muchos de esos.

–Elsa, no es la primera vez que pasa. ¿Lo entiendes, no? Hace meses que te sucede lo mismo, parece que te desplomas en cualquier instante. – continuó él, intranquilo.

–No exageres, no es así.

Sí lo era. Hacía un mes aproximadamente habíamos ido a cabalgar en su día libre y mamá cayó del caballo cual bolsa de papas. No pudimos disfrutar mucho del día, pero por suerte solo había sido un desmayo. Unas horas de reposo y al día siguiente ya estaba como nueva, e intentábamos otra salida familiar. Y así sucesivamente. Pero todas estas, paseos, visitas, incluso ir a la misma biblioteca que queda en el piso de abajo, terminaban como la primera. Y hoy, un total día cualquiera de otoño, no era la excepción.

 – Solo estoy un poco mareada. – le calmó, pero no sirvió de mucho. – Se me pasará cuando desayune. Vamos, cielo. La comida nos espera. – tomó mi mano y sin más descendimos las escaleras, dejando a papá atónito y con el ceño fruncido en la cima de las mismas. Parecía que mamá estaba huyendo de él, y eso le molestaba a papá, que escondiera algo. Aunque supuse que solo tenía mucha hambre y estaba apurada por llenar la barriga. Igual me preocupaba.

–Mamá, ¿segura te sientes bien? Podríamos llamar al médico.

–No, Elise, estoy bien. Iré a verlo en la tarde, no te preocupes. – abrió la puerta para mí e ingresamos al gran comedor. No es tan grande como suena. Solo hay una larga mesa con varias sillas. Me gusta porque puedo elegir la que quiera, aunque mamá siempre dice que me siente cerca de ellos. Como sea, ni bien llegó la comida, papá entró de un portazo.

–Elsa. Necesito hablar contigo un momento. – dijo firme y secamente, como en el episodio de las escaleras. De hecho, no le había visto sonreír en días. Y estoy hablando de papá. Ya sabía que eso significaba un tema serio y por lo visto se avecinaba una pelea. ¿Pero por qué pelearían? ¿Solo porque mamá estaba un poco enferma?

–¿No quieres venir a desayunar? – mamá rebotó  su golpe con un tono casual. Mientras yo metía en mi boca cantidades indiscriminadas de tostaditas untadas con queso, ella no había tocado su plato.

–Elsa, tenemos que hablar. –seguía serio. Vaya, creo que tuve escalofríos, o el jugo estaba muy frío.

–Bien. – mamá arrojó la servilleta de su falda sobre el plato, impacientada. Luego me echó un vistazo a los ojos con una sonrisa que antes no estaba y mirada despreocupada, frente a  los míos calados en confusión. – Tu padre está un poco preocupado por unos temas de trabajo. Termina el desayuno tranquila, después vendré a buscarte para la escuela. – me dio un beso y salió dando otro portazo.

Creo que ahora sí puedo sentarme donde quiera.

Un tema de trabajo, eso era razón suficiente para tranquilizarme, porque siempre lograban arreglarlos. No se oyeron ruidos del otro lado de la puerta del comedor, por lo que tuvieron que haber ido a su oficina o a su habitación a hablar de sus asuntos. Ni bien acabé, subí a mi cuarto a las corridas y me cambié. No encontraba mi vestido lavanda por ninguna parte, y mi cabello era un desastre, ¿cómo nadie me dijo nada? Ojalá mamá se apure para arreglarme.

Por primera vez, probé lo que mamá me enseñó tiempo atrás; hacer prendas con mi magia. Precisamente, yo no era una experta. Los cristales de hielo que quería crear me salían casi siempre deformes. Y tan claro como el agua, hacer siquiera ropa sería un desafío de alto nivel. Eso requería mucha práctica y concentración, y yo no tenía nada de esos. Aun así, lo intenté.

Batí mi mano y enfoqué en mi mente el vestido que quería crear sobre mi traje de desayuno. Luego los trazos de hielo que salían de mi mano se entretejían para crearlo y… papá tocó la puerta y mi concentración se desplomó así como el polvillo nevado. Qué decepción. Por otra parte, fue raro porque él por lo general no toca, simplemente arremete en mi habitación cual tempestad.

–Huh… ¿Elise?

–¿Y mamá? – pregunté al no verla a su lado.

–Tu madre está… resolviendo los asuntos. Surgió algo con un país que no recuerdo y bueno, asuntos de Reina. Sabes que no soy tan bueno como ella, sino la ayudaría. – puso su mano en mi barbilla. Sentía mi frente caer sobre mis párpados, lo que significaba que estaba haciendo esa cara. La cara que hago cuando no me gusta algo, y papá trata de que se me vaya. – Pero por otro lado, tu madre me ha mandado a que cumpla una misión más importante.

–¿Qué?

–Peinarte y vestirte para la escuela. – intentaba sonreír como si la idea le agradase. Era malo para fingir esas cosas.

–Hay doncellas para eso, papá. No tienes que–

–No vamos a molestarlas por algo tan simple. Lo haré yo y está decidido. – se levantó sonriendo. Una sonrisa sospechosa. – Ahora, ¿dónde se suponen que las niñas guardan sus vestidos? 

Una hora más tarde y yo llegaba tarde a la escuela, con el pelo rubio enredado en dos colas de caballo ridículas. Papá se había esforzado, por lo que no dije nada cuando lo que quería era gritar.

Al final del día, Frederick me acompañó a casa, se suponía que íbamos a pasar juntos la tarde en casa. Estaba más emocionado que un conejo al saber que iríamos en carruaje.

–¡Santos cielos! ¡Esto es increíble! ¿Es eso oro? – señalaba las ruedas y saltaba alrededor de los caballos.

–Supongo. – elevé los hombros. Entramos y en todo el camino no puro parar de babear al ver el interior. Me reí al pensar lo que sería al ver el palacio.

Como era de imaginar, Fred puso un pie en el alfombrado y gritó: ¡¡¡¡ESTO ES GRANDIOSO!!!!! Tapé su boca con mi mano cuando todos los empleados se giraron al vernos, y lo arrastré lejos de nuestra escolta. Nos persiguió hasta que se cansó de buscarnos.

Fuimos al cuarto de juegos y le mostré mis juguetes. Las doncellas procuraron  que Olaf se mantuviese fuera de alcance para evitarle a Frederick un ataque al corazón. En seguida le mostré pinturas, armaduras, el jardín y le presenté algunos soldados. Al final, quedaba presentarles mis padres, y quizás después les robaríamos las bicicletas a mis primos.

Frederick estaba más que excitado por conocerlos. Quería saber si eran tan altos como decían, y si es verdad que mi padre tiene barba, como decía su primo Jeff.

Fuimos entonces a su oficina, donde me dijeron que estaban. Pero antes de tocar, las puertas se abrieron de par en par. Mamá salía de allí casi corriendo, ni siquiera nos vio del otro lado. Solo salió como estampida y dobló a la derecha. No pude ver su rostro, pero sí sus pisadas que dejaban huellas de escarcha. Mala señal.

El pánico me inundó, y quise sacar a Frederick de allí, aunque fuese por la ventana. Pero a la vez sentía el reflejo de seguirla.

Papá salió un segundo más tarde tras ella, y al igual,  no nos prestó atención. ¿Qué tiene que hacer una hija para captar la atención de sus padres? Tomé a Frederick de la mano y eché a correr a por ellos. En un rápido vistazo, vi su cara de terror y confusión. No era el único.

Los alcanzamos unos pocos metros más adelante. Me paré enfrente, no tenían opción más que mirarnos.

–Mamá, papá, él es–

–Ahora no, Elise. – respondió tosca mamá y siguió de largo por el pasillo, cubriéndose el rostro. Papá me miró de soslayo, casi como una disculpa, y la siguió. Mamá era rápida, ya estaba al final del pasillo y estoy segura de que papá hubiese deseado perseguirla volando, pero ya nunca lo hacía.

Frederick a mi lado soltó mi mano. Estaba decepcionado y un poco dolido, juzgando por cómo se arremangaba la camisa descolorida. ¿Qué clase de padres huyen del único amigo de su hija?

–Lo siento, Fred. Esto nunca ha pasado. – intenté disculparme.

A pesar de su repentina tristeza, quiso sonreírme en respuesta.

–No hay problema. Pero… Tal vez sea mejor que vaya a casa. Mi tío quiere que regrese antes de las seis.

– ¡Pero recién llegas! – le supliqué. Que se vaya podría significar una ruptura en nuestra recientemente forzada amistad.

–En serio, Elise. Fue muy divertido. Tu casa está de lujo. Mi casa entra como cien veces aquí. – su risa se resplandeció para luego apagarse. – Pero debo irme. Saluda a tus padres– ¡El Rey y la Reina! – se corrigió. – por mí.

Se dio la vuelta y empezó a caminar, cabizbajo. Corrí hacia él, lo tomé del brazo y le dije que le acompañaría. Nunca hallaría la salida por sí sólo.

Cuando Frederick se subió al carruaje de regreso a casa, ya sin la emoción de la primera vez, corrí de nuevo a la segunda planta, a la habitación de mis padres. Me importó un comino la invasión a su privacidad y de que yo no tenía permitido entrar sin permiso, pero lo hice. No había nadie allí. Corrí a su oficina, aún más encrespada. Nada. Al comedor. Lo mismo, nada. Y así en todas las habitaciones que se me ocurrían hasta que mis piernas temblaban. Apenas logré llegar a mi cuarto para permitirme tumbarme.

¿Dónde estaban? ¿Qué rayos sucedía?

Desarmé mis horribles coletas y me puse el pijama, aunque apenas eran las siete. Lo que significaba que no bajaría a cenar siquiera, no sin la ropa adecuada. Esa era mi rebelión. Abracé la almohada y ya no pude retener el llanto.

Abrí los ojos en la oscuridad de mi cuarto. Miré el reloj y eran las diez y media. No recordaba haberme dormido, sin embargo. La cabeza me dolía, aún risueña por el mal momento. Limpié las lágrimas secas con mi manga y salí en busca de alguien. No me topé con ninguna doncella en el camino a su habitación, no solían haber sirvientes en esa ala, a excepción de las damas de compañía y mayordomos. Quise estar segura de que a mis padres no se los había comido la tierra. No antes de que les dijese lo que tenía que decir.

Y fue ahí que pasó lo más extraño del día.

Bostecé una vez más antes de tocar su puerta. Pero no fue necesario tocar. La misma estaba entreabierta. Nunca dejaban la puerta abierta.

Me asomé con cautela por ella. Las velas salpicaban la habitación en tonos cálidos. No los veía a ellos, sino sus sombras, y algunos restos de escarcha en los muebles. Y luego, los oí gritar.

–¡Ya para, Jack!

–¡No, Elsa! ¡Tú para! ¿No te das cuenta lo que estás haciendo?

–¡No es problema, sino mío! ¡Y dije que dejes el tema! –parecía que mamá tenía un nudo en la garganta.

–¡Tus problemas se convirtieron en míos desde el día en que nos casamos, maldita sea! – me tapé la boca, aplastándome más contra la puerta. Papá hacía sonar algo tan lindo como un sermón.

–¡PERO ESTE NO ES TUYO!

¿Qué problema?

–¡¿Por qué no dejas de pensar en ti y piensas en nuestra hija?!

–¡No metas a Elise en esto!

–¡ES NUESTRA HIJA, JODER! ¡Claro que tiene que estar involucrada!¡¿No te importa acaso?! ¿No te importo yo?

–¡DEJA DE DECIR ESO! – mamá lloraba. – ¿CÓMO NO ME VAN A IMPORTAR?

–¡Demuéstralo entonces y sal por esta puerta– papá la abrió de un sopetón, enviando una brisa que sacudió su melena y la de mamá unos pasos más atrás. Ambos pares de ojos estaban abiertos como platos, y las bocas casi tocaban el suelo. Yo permanecía paralizada. Nunca los había escuchado discutir así. Nadie se movió por lo que me pareció una eternidad.

Las lágrimas me cayeron como un reflejo de mamá.

–Jack… – susurró ella aterrada.

Papá se arrodilló lentamente y me abrazó, dejando de lado el velo afilado que los cubría unos minutos atrás. Posiblemente porque no quería que comenzara a hablar, a hacer preguntas que empeoraran la situación. Mamá nos apreciaba de lejos y no tardó mucho en unirse a nosotros, a contenerme. A contenernos. Como si no hubiese peleado con papá, me envolvió a mí y a él entre sus brazos. Con nuestras cabezas unidas, papá fue el único que se atrevió a hablar. Ni una lágrima le afectaba como a nosotras, pero no quería decir que no estuviese afligido.

–Elise… Lo que oíste… Lo que oíste, – buscaba las palabras. – no fue más que una discusión. ¿Recuerdas el tema del que te hablé esta mañana? – me miró directo a los ojos, los suyos un poco más animados. Asentí. – Bueno, de eso se trata. Elsa y y… Tu madre y yo hemos estado estresados por ello, y por eso nos gritamos. ¿No es así… cielo? – se dirigió a ella.

Mamá nos miró a los dos, y sacudió la cabeza en asentimiento con una media sonrisa. Le hubiese limpiado las lágrimas del rostro si no hubiese estado paralizada todavía por la angustia, estrujando mi vestido.

–Pero todo está bien ahora. – me aseguró ella con un hilillo de voz, aunque dudaba de ello un poco. Pero podría confiar en sus palabras. Al menos eso suponía. – Eres joven para comprender ahora, pero algún día lo harás.

–¿No se van a separar para siempre? – dije mientras me sorbía la nariz. Papá usó para limpiarme su pañuelo verde de traje que aún vestía pese a la hora.

–No, hija, no. – dijo ella en un melodioso tono convencedor. – Jamás. Lo que tu padre y yo tenemos no se rompe simplemente por una disputa.

–Jamás. – concordó él.

–¿Y cuál es el problema entonces?

–Ya lo dijo tu madre, Elise. Un problema político. Uno enorme. Que no entenderías. Pero estoy seguro de que tu madre lo podrá resolver. – por algún motivo, se esforzaba por resaltar cada palabra. Mamá solo fijaba su mirada en mí.

–¿Están seguros que es eso? – pregunté. ¿Tanto problema por trabajo?

–Por supuesto. –dijo él. Madre asintió a continuación. Y con ello bastó para que desaparecieran las manos invisibles que estrujaban mi corazón. Desaparecieron las dudas. La mayoría de ellas por lo menos. Yo les creía. Y todo debía estar bien entonces.

–No volveremos a pelear por ello, Elise. Lo prometemos. – mamá impuso. – Ahora, ve a dormir. Acompáñala a dormir, Jack.

Papá tomó mi mano y me sacó de allí con delicadeza. Vi cómo mamá se encerraba en su recámara cuando salimos. Me llevó a mi cama, me arropó y se despidió con un beso en mi frente. Lo vi irse y no volver la vista atrás. Entonces me imaginé que volvería a su habitación y seguirían gritándose hasta que les duelan las gargantas. O solo se abrazarían y dormirían, mamá llorando y el acariciando su pelo. O ambas.

Como fuese… Esa noche no pude dormir.


miércoles, 2 de septiembre de 2015

Prólogo

¡YA ESTÁ DISPONIBLE EL PRÓLOGO, UNA BREVE INTRODUCCIÓN DE LA NUEVA HISTORIA!





CLICK AQUÍ PARA ACCESO DIRECTO.


PD: Es un nuevo blog que armé solo para esta nueva historia. Allí encontraran los capítulos que están por venir, así que guardenlo en su navegador o recuerdenlo. :)


Y no se olviden de las futuras actualizaciones de El Diario de Elise en este blog.


¡Saludos!

-B

martes, 1 de septiembre de 2015

Muy pronto...



Lo siento mucho, pero esto no es más una democracia. xD

Sé que he dicho que habría una votación para ayudarme a ver qué preferían leer próximamente y sé que la idea 3 iba a la cabeza... Pero ya lo decidí por ustedes xD Pongo estas caritas para que no me maten.

De todas formas, estoy convencida que esta nueva historia les encantará, (inspirada por la idea del buen amigo Cuinsi)


El título... Redemption





La trama es distinta, pero lo distinto no tiene por qué asustarlos.

¿Alguna vez se han puesto del lado del villano de la historia y han sentido que no merecía  todo el mal que recibía (eximiendo el que él hacía a los buenos)? ¿Qué todo es una injusticia y el héroe un palurdo que se lo merece? Admítanlo, todos tenemos un lado oscuro en nuestro interior. Algunos más que otros, ejem, yo.

Bueno, aquí, nuestra villana será nada más y nada menos que la heroína en toda fanfiction de Jelsa (que he leído, por lo menos). Entonces esto será parte de esa "revolución" que muestra la otra cara de la maldad de la mano de nuestra Reina favorita.

¿Quién será el que deba padecer a esta nueva Elsa villana? Sí, nuestro querido Jack. Deberá decidir si el amor que sentía por la antigua Elsa quien parece haber desaparecido para siempre, vale la pena como para sacrificarse e intentar traerla de regreso o dejarse destruir por la nueva en el intento. ¿Se dejará llevar al lado oscuro o renunciará a ella antes de que sea tarde? 

¿Qué tan delgada es la línea entre el bien y el mal?

¿Cómo se destruye a un monstruo sin convertirse en uno?




Todo esto, y mucho más, en nuestra próxima aventura.



Nos vemos pronto.



-B

sábado, 29 de agosto de 2015

La Luna de Miel


Aquí un pequeño y humilde capítulo con lemmon de la Luna de Miel de Jack y Elsa. Básicamente, cómo hicieron a la pequeña Elise. Espero les guste. (Al final del capítulo está la explicación médica del milagro de su hija, informarse de educación sexual es muy importante, recuérdenlo.)



Voyage de Noces

(La Luna de Miel)

[+18]

La Luna de Miel pretende ser una noche que pasa una pareja recién casada para recordar. Y esta, simplemente, jamás olvidarían.

Luego de su estadía por Berk, Corona y Dumbroch, la gira del Señor y la Señora Frost llegaba a su fin en París, Francia donde pasarían sus últimos días a las afueras del Reino de Arendelle.

Elsa, al igual que para el resto del Mes de Miel, tenía todo planeado para su breve estadía en Francia, para que fuese simplemente perfecta y sin margen de error. Además, planeaban pasarse por incógnitos para evitarse la pública exposición de la Luna de Miel de los Reyes de Arendelle. Así nadie molestaría.

Ni bien descendieron del barco tras largas horas de viaje, subieron emocionados al carruaje que los conduciría lejos del barullo de la ciudad que encendía sus luces por la noche y hacia los tranquilos bosques.

–¿Ya llegamos?

–No, Jack.

–¿Ahora?

–No…

–¿Falta mucho?

–No lo sé.

–¿Segura que no estamos perdidos?

–Segura, Jack. Le di las indicaciones al hombre, seguro sabe a dónde vamos.

–¿No podríamos habernos quedado en un hotel de París? Los viajes me estresan…

–Tengo planeado un lugar mejor. – contestó sonriente mientras daba una ojeada a través de la ventana. Jack rodó los ojos.

–Espero que lleguemos pronto.

En eso, el carruaje dio un tremendo tumbo que les hizo golpearse la cabeza en el techo de la cabina y por fin frenó.

–Nous avons déjà arrivé . – dijo el chofer, a lo que Elsa respondió con un resuelto y dulce acento.

–Merci , monsieur.  – sostuvo su vestido y descendió a tierra. Más bien lodo. Por lo visto el camino hasta la puerta de su hospedaje también estaba lleno de baches. No parecía a lo que mostraba el folleto. Jack también bajó con las maletas en ambas manos y saludó al chofer, si bien no entendió un comino de lo que les había anunciado.

–Gracias, viejo.

– Vous cabalge sa belle femme comme il se doit . – el chofer le saludó con un gesto del sombrero, un guiño del ojo y se fue.

–Ya estamos aquí. – chilló Elsa emocionada. No se animaba a dar el primer paso de donde había bajado hacia la recepción, tal vez por la emoción o porque temía hundirse en el lodo.

–¿Este es el lugar? – el lodo no era lo único que inquietaba a Jack. “Un lugar mejor” no le saltaba precisamente a la cabeza cuando veía esa pequeña colección de chozas, que más bien parecían ser cajas de zapatos apiladas una al lado de la otra, y con una pinta… rústica. Muy rústica. En cada “cabaña” de madera (que parecía podrida) debía haber una habitación con una sola ventana y con suerte una puerta, y el olor a madera húmeda se podía sentir desde metros.

–¿No te encanta? – celebró casi aplaudiendo. Jack temía serle sincero. No obstante, ella seguía pensándose que cada vez que miraba se parecía menos al folleto. – El Nid de Vivianne.

–¿El qué?

–El Nido de Vivianne.

–¿Ese es el nombre? – se espantó Jack, podía sentir cómo la lluvia de quejas comenzaba a tocar sus hombros. – ¿Por qué elegirías un lugar que se llama el “Nido de no sé qué Vivianne”?

–Porque pensé que sería algo así como un nido de amor… – ¿era lamento de lo que sentía? ¿Fracaso por su elección? ¿O que la velada de sus vidas no resultaría cómo ella esperaba?

–Más bien parece un nido de termitas.

–Jack,  – le sermoneó, con algo de gracia para poder tragar el momento a la vez que caminaban a pasos pequeños y tímidos hacia la corroída puerta. – pareces una anciana quejumbrosa.

–Anciano, Elsa. No anciana.

–Ambas. ¿Sabes? Tal vez no sea tan malo.

Ni bien abrieron la puerta hacia la recepción, supieron que estaba equivocada.

–¿Decías…? – aguijoneó Jack.

Ambos fingieron una sonrisa mientras un pequeño hombre vestido en un uniforme polvoriento se acercaba a ellos con gesto de que le acababan de importunar el día. Pero era difícil al ver el estado de la recepción, supuestamente el lugar más lustroso de todo el lugar. En verdad era un nido de termitas, con agujeros enormes en la pared, una decoración fúnebre y descuidada y que parecía que nadie había pasado un escobillón por allí.

– Bonjour. Venez ici . – cabeceó el recepcionista, sin ánimos y con cara de póker. Tomó unas llaves oxidadas y salió por la puerta en la que Jack y Elsa acaban de entrar. Ni siquiera ayudó a acarrear las maletas.

–No te preocupes, viejo. Yo puedo con ambas. – Jack suspiró pesadamente mirando por el marco de la puerta donde el hombrecillo en morado y con la misma alegría que la de una piedra, desaparecía.  Sin embargo, Elsa le ayudó tomando una y los dos siguieron al recepcionista.

–Tranquilo, las maletas son más grande que él, míralo. Lo hubieran aplastado.

Sabiendo que ella intentaba animarlo, no quiso amargar más la situación y Jack le regaló una sonrisa. Que se apagó cuando el recepcionista, su placa decía “Javert”, les abrió la puerta a su “nido de amor”.

–Oh… Huh… campestre. Me gusta. – mintió Elsa. Javert le dijo sobre el sistema de pago y que deberían devolver las llaves cuando decidieran irse, además de otras fugaces instrucciones.

– Il sera froid ce soir, peut–être demain, il va neiger . Il n'y aura donc pas de fenêtres ou les animaux entrent et gèlent tout. – Elsa y Jack asentían, a pesar de que la única que comprendía era ella. – La restauration, le nettoyage, la lutte antiparasitaire et les toilettes sont destapamiento paiement séparé.

–¿Qué dijo?

–Huh… Que hará frío esta noche y cerremos las ventanas. Y que algunos servicios son pagos pero no logro entender cuáles. Habla muy rápido.

–Les préservatifs sont également des paiements. Oh, et pensez à éteindre la cheminée avant d'aller dormir longtemps parce que si est allumé, les étincelles ou les troncs peuvent se détendre reculer le tapis et provoquer un incendie.

– ¿Y ahora?

–No sé, Jack, algo de las chimeneas.  – la Reina atrapaba algunas de las palabras mientras llenaba el formulario y se lo entregaba  a Jack para que firmase. Masculló,  forzando al igual que su par una sonrisa mientras le echaba en cara con la menor rabia posible y sabiendo que el hombrecillo no podría entenderles. Aunque sí sospechar que discutían tras su fachada. – Podrías haber aprendido algo en las clases de francés como te sugerí.

–Y tú podrías haber elegido un lugar con mejores condiciones y recepcionistas que hablen mi idioma. Claro que aquí nadie está señalando a nadie. –respondió él. Claro que nadie se enojaría, porque las circunstancias ya eran bastante horrendas para soportarlo.

– Oui, oui . Nous ferons tout ce que nous avons dit. – le dijo al recepcionista y le dio el formulario.

–Très bien.

–Oye, eso lo entendí. Dijo que está bien. ¿Pero por qué sigue aquí, mirándonos de esa forma? – Jack susurraba en el oído de su mujer. En verdad, Javert era extraño y su mirada ausente pero presente jamás se desprendió de ellos. – Hey, amigo. Ya puedes irte. – le hizo gestos con la mano.

–Très bien.  – pero seguía plantado en el lugar.

–Elsa, dile algo. – se exasperó.

–Merci, monsieur. Vous pouvez maintenant nous laisser seuls.

–Trés bien.

–¡Aghhh! Mira, amigo. –expresó haciendo dramatizados gestos con el cuerpo que de seguro eran parte de un idioma universal. – Necesito que te largues… Para estar con ella, mi esposa… Y poder, en esa pared y en esa cama… Darnos–

–¡Jack! No seas obsceno.

–¿Qué? Es lo que vamos a hacer, ¿no?

–Sí, pero él no tiene por qué saber. – reprochó.

–Très bien.

–¡Ya es suficiente! – sujetó a Javert de los hombros, le dio media vuelta y lo empujó por la puerta. Antes de cerrar la puerta de un golpe, dijo la única palabra en francés que había aprendido y ya no soportaba. – TRÉS BIEN.

En medio de una inminente irritación, Jack sintió unas cándidas y frías manos acariciar sus tensos hombros. Unos exquisitos labios hablaban rozando su oreja.

–Ya, ya.  – le calmaba. – Ahora que sí estamos solos, podríamos disfrutar de Francia…

–Lástima que sea en este nido. – se dio la vuelta para enfrentarla. Seguía pachucho, eso no lo podía negar. Elsa no se daría por vencida.

–Bueno, aunque sea piensa en el momento, no en el lugar.

 Dos pares de ojos recorrieron la morada. No era mejor que la recepción; había solo un florero con flores marchitas, una chimenea encendida, una cómoda y una gran cama cubierta en polvo, y todo amontonado en el poco espacio. Al fondo de su cabaña debían estar el baño y la cocina. O eso esperaban.

–Quisiera conocer a esa Vivianne y decirle lo que pienso de ella al respecto.

Elsa pensaba distinto. Como muchos hacían la américa, ellos harían la francia.Y sí que le sacarían el jugo a Francia. ¿Qué había más romántico? No debía pensar en que posiblemente la cama se rompería, sino en lo que harían en ella. Unas pocas velas a la luz de la Luna serían agradables, tal vez también un vino.

En fin, el hospedaje consideraba estar planeado para que una pareja resuelva allí sus “asuntos” y al menos eso era un punto a favor de ellos. Lo peor fue cuando los sonidos de otra pareja continua, resolviendo esos “asuntos” comenzaron a oírse por las finas paredes de madera.

–¡Ahhh, AH, Josiane!

–¡Oh, oui, sud–américain, OUI!

Jack resopló pesadamente por tercera vez en la tarde.

–Bien, perfecto. No lo puedo creer. – se escandalizó. – Encima que nos tenemos que alojar en un cuchitril tenemos que ESCUCHAR CÓMO OTRAS PERSONAS SE DAN DURO CONTRA LA PARED QUE COMPARTIMOS.

Las aclamaciones francesas hacia Josiane y otros golpes no frenaron. Incómodo… pensó Elsa mientras Jack ponía los ojos en blanco.

–Franceses… – escupió.

–¿Qué tal si comemos? – Elsa, urgida por cambiar de tema y hacer oídos sordos a los amantes vecinos, se encaminó hacia un pequeño carrito sin una rueda y con una charola encima. Levantó la tapa para encontrar, no un bufet, sino una carta que decía “servicio de catering de 8 am – 9 am, de 12 am – 12:30 pm, y de 13pm – 14pm. Cargos extras. Lamentamos el inconveniente.”

–Oh, genial. – Jack caminó a su lado y tomó el cartel. – Comeremos papel. Espero que sea digerible.

–Deja de comportarte así. – se lo quitó de la mano. – Dice que tendremos que pagar por ello. Y que se nos ha pasado el horario para pedirlo.

–Qué bueno que comí bien en el barco.

En el carro también había una botella de vino flotando en agua. Jack se agachó para arrebatarla y la descorchó fácilmente, pero Elsa le retuvo cuando estuvo por bebérselo.

–¡Espera, no lo bebas!

–¿Por qué? ¿Qué tiene? –preguntó, como si una botella de vino pudiese tener alguna anomalía. ¿Qué no veía que en verdad lo necesitaba?

–Es pintura, Jack. En el papel dice que es una política del lugar para evitar estafas, como que nos escapemos sin pagar, incluida la comida. Y que si necesitamos uno de verdad tendremos que pagar por ello.

Jack no sabía si quitarse los cabellos uno por uno o simplemente beber la pintura rojiza.

–Ya no quiero vino. En verdad, me gustaría que nos hubiésemos quedado en otro lugar. Como un castillo o un hotel. ¿Me recuerdas por qué tenemos que fingir no ser Reyes, aunque nos vestimos como tal?

–Porque así sería más romántico. Imagínate si nos descubren aquí, no nos dejarían estar solos… – con gesto de un perro que volteó una olla, Elsa volvió a su táctica del masaje de espalda. Sabía que eso funcionaba en él. Acarameló su voz para estremecer sus sentidos. – Que al final, ese era el objetivo del viaje…

Una sonrisa curva y sugestiva brotó de los labios de Jack. Giró sobre sí, deslizó las manos aquella espalda, Elsa sintió sus manos frías en sus omóplatos y sus dedos en su columna. La rodeó y  estrechó contra él al besarla, profundo e impetuoso. Perfecto en todas sus facetas.

 Elsa resbaló por sus hombros la chaqueta negra con medallas doradas mientras él desabrochaba el corsé. Tenían tanta habilidad como experiencia, a pesar de que el amor se debía hacer después del matrimonio y en la Luna de Miel, ellos no solo se habían adelantado. Sino que lo habían hecho más de docena de veces. Pero la Luna de Miel llevaba su título, y era por tanto, una de esas noches más importantes.

Envueltos en un abrazo entre besos e intentando quitarse la ropa, cerraron la única ventana por la que corría un viento gélido. El obstáculo de sus ropas había quedado atrás, ambas pieles unidas reflejaban la luz de las llamas de la chimenea. Sus gemidos al acariciarse y tocarse tapaban los gritos de Josiane.

Su excitación  se alimentaba como el fuego. Jack la tomó por el trasero, y la empujó en la cama de la que rebotaron las partículas de polvo. Para ser optimistas, esto parecía una pequeña nevada grisácea que adornaba su ritual.

–Señora Frost, creo que por fin estoy empezando a verle el lado bueno a su idea. – dijo jadeante. Él sabía cuánto le estimulaba escuchar que la llamase de esa forma, por lo que recibía su debido agradecimiento.

Jack comenzó por embestirla, penetrarla y adorarla al verla retorcerse en un ambiente cada vez más cálido. Tras varias culminaciones, sabían a ciencia cierta que podrían seguir haciendo el amor por horas. Dándose placer el uno al otro. Saboreándose, enredándose, arañándose, lamiéndose. Amándose.

Aullaban cual animales mientras las patas de la cama se quejaban, sin rescatarse de que Francia entera debía estar escuchándolos. De que Elsa sonaba más fuerte que Josiane.

El sudor de los cuerpos unidos se pegaba al otro al bailar ese tango apasionado entre las colchas. Hacía cada vez más calor. Debían de superar los 40 grados. Faltaba aire en sus pulmones y en la habitación. Pero no era solo una expresión, en realidad  sintieron de estar haciéndolo en el cielo a estarlo en el infierno. Pero no podían ver, oler, saborear, oír y sentir otra cosa que no fuesen ellos. El universo ya no existía. Hasta la última terminación nerviosa cobraba vida propia.

Había fuego en sus ojos, en su sangre, fuego, llamas, y... humo.

–¿Humo? – Jack sospechó que esa no podría ser solo una alucinación. De hecho, brazos de humo oscuro comenzaba a cegarlos. De pronto a Elsa le abrumó la realidad de sus palabras, y alarmado se separaron del otro. Presenciaron cómo casi la mitad del lugar era engullido por llamas creadas ciertamente por un tronco que había rodado de la chimenea y el fuego se había expandido por la alfombra. ¿Era eso lo que les había tratado de decir el recepcionista?

Como fuese, Jack decidido a acabar con ello a la brevedad para poder seguir con lo suyo. Alzó su mano hacia el fuego, pero el hielo no salió de él.

–¿Qué? ¿Qué pasa? – a sacudió y volvió a intentar. No había caso.

–Déjame a mí. – Elsa le imitó, pero un solitario copo de cristalino hielo se desprendió y al segundo se derritió en el aire. – Uh–Huh…

Entraron en pánico. Saltaron de la cama y se acorralaron en una esquina, desnudos, donde el fuego no les alcanzaba todavía.

–¿QUÉ HACEMOS AHORA, JACK? ¡NUESTROS PODERES NO FUNCIONAN!

–¡NO TE ASUSTES! HAY UN LAGO CERCANO, LO VÍ AL PASAR. PODEMOS BUSCAR AGUA ALLÍ Y APAGARLO.

La tomó del brazo y amagó a salir por la puerta, pero ella se frenó antes de que pudiese abrirlo.

–¡Jack, nuestras ropas! – miraron sobre sus hombros, y las vieron achicharradas y calcinadas en el suelo incendiado.

–¡No hay tiempo! – Jack cazó de un manotazo la sábana blanca, la envolvió a Elsa y salieron corriendo hacia el pequeño lago.

–¡Esto es una locura! – gritaba Elsa mientras corría despavorida, desnuda excepto por una sábana, a su lado, salteando los pocos árboles y raíces del suelo de aquel bosque que había perdido su color por la noche.

–Es medianoche, nadie nos verá. – le recordó. – ¿Sabes a qué me recuerda esto?

–¡Tampoco hay tiempo para ello!

Apretaron el paso. Pero para cuando llegaron a medio camino, se dieron cuenta de algo que les faltaba.

–¿Y la cubeta? – preguntó Jack.

–¿QUÉ CUBETA?

–¡Elsa, pensé que traerías una cubeta! ¿Con qué pensaste que traeríamos el agua? – Jack se alborotó.

–SUPUSE QUE TÚ LA TRAERÍAS, ¡FUE TU IDEA!

–¿PUES ACASO ME VISTE COJERLA? POR ALGO TE DIJE, PENSÉ QUE NO SERÍA NECESARIO EXPLICARTE QUE LA TOMARAS. AGHHH. – refunfuñando se volvió a la cabaña a medio derrumbarse.

Elsa mientras, plantada como otro árbol pelado, volvió a probar sus poderes. Una y otra vez. ¿Por qué no les funcionaba? Quizás por los nervios. Tenía que tranquilizarse. Olvidarse de que estaba en el medio de la nada, sola, con una cabaña en llamas y desnuda con una triste sábana. Vamos, vamos. Funciona…

Para cuando Jack volvía corriendo, sus mejillas rosadas por las correntadas de aire frío que le azotaban, Elsa estaba corriendo en dirección opuesta.

–¿A dónde vas? – Jack se frenó al verla, confundido. – Ya tengo una cubeta. – le señaló el cacharro donde había estado la botella de “vino”.

–Vuelve. Recuperé mis poderes. – dijo al pasar por su lado cual centinela.

–¿Ahora me lo dices? – arrojó, exasperado la cubeta al suelo y la siguió.

Llegaron a la puerta. El fuego estaba a metros de la cama. El calor allí era  infernal, pero aún se podían oír a Josiane del otro lado. Por el amor de Dios, esos dos no iban a parar ni aunque el cielo se cayera...

Elsa enseñó su mano al fuego, pero nuevamente, aunque en las afueras en el bosque sus poderes habían resucitado, de regreso en la cabaña ocurría lo mismo.

–¿Y? – preguntaba Jack, esperando tal milagro que los salvase.

–No comprendo, ¡recién funcionó! ¿Qué es lo que pasa? – chillaba frustrada, empujando su energía helada a la superficie. Jack la tomó de los hombros, sospechando la causa y puso sus labios sobre su frente.

–Elsa estás que ardes. No me mires así, lo digo enserio. El calor debe estar afectándote.

–¡Eso debe ser! – apuntó ella. – Volvamos al lago, si nos metemos, nuestros cuerpos se podrían enfriar y–

No le dejó terminar porque Jack volvió a arrastrar a su amada fuera de la cabaña del nido que se incendiaba de a poco. Mientras volvían a hacer su recorrido, Jack disminuyó el paso. Se dio a sí mismo una merecida cachetada cuando cayó en la cuenta de que estaba lastimándose los pies corriendo sobre ramas y pinches de la tierra cuando podría estar volando. Antes de que Elsa preguntara, la alzó a Elsa y voló, hacía tanto que no lo hacía, y se zambulleron en el frío lago. Tenían suerte de que sus cuerpos estaban febriles y podían aguantar el frío, porque con tal temperatura podrían sufrir una hipotermia.

Así como entraron, salieron y sobrevolaron a la cabaña. En minutos, ya estaban de vuelta. Con sus poderes funcionales, y con unos cuantos chorros congelantes pudieron apagar el fuego.  Sus agitaciones se aquietaron a medida que la desesperación se volitaba y desaparecía por sus poros. La mitad de su habitación estaba negra y chamuscada. Los golpes vecinos seguían.

–¡Eh bien. Suit. JOSIANEE!

Jack golpeó la pared, respondiéndoles.

–¡PAREN YA! MALDITA SEA. DEBE ESTAR FINGIENDO TODO ESE TIEMPO.

Rendidos, se despatarraron sobre la cama medio quemada. Elsa se debatió entre ponerse a llorar o permanecer en vela. Estaba claro que por la estresante situación no había ganas de hacer nada más que lamentarse por tener la peor Luna de Miel en Francia de todas.

–Oye. – dijo Jack con dulzura. Notó cómo ella lidiaba consigo misma, seguro culpándose por ese desastre. – No te pongas así.

Dudaba cómo consolarla, la verdad es que él también estaba en estado de shock.

–Ha sido horrible, Jack. –se cubrió el rostro, frustrada. – Todo, el lugar, el hecho de que casi lo incendiamos. Nada ha salido como quería.

Jack quitó las manos de sus ojos.

–No, no. A mí me ha gustado. Solo fue una mínima interrupción. ¿Recuerdas que me dijiste que no pensara en el lugar sino en lo que haríamos? El… nido no me molesta en absoluto. Por mí podríamos haber ido a un callejón mugroso de París o de donde sea. Solo quería estar contigo.

Si bien él no sabía, Jack siempre encontraba una forma en que Elsa pudiese encontrar consuelo en sus palabras, libre de culpas o remordimientos. Saltaba a relucir el blanco del negro por más imposible que eso fuese.

–Es verdad, fuimos interrumpidos. – su voz era un hilillo mientras la angustia mezclada con felicidad le estrangulaba las cuerdas vocales. No lloraría.

–Yo la estaba pasando genial, no sé qué dices. – le hizo reír. Cuando sus facciones se relajaron, Jack acarició sus mejillas. – No es algo que no se pueda solucionar luego. – obsequió su sonrisa perfecta y blanquecina. – Aunque no fuese el fin de nuestra Luna de Miel que esperaba, no estuvo mal. Por mí, pudimos simplemente estar jugando a las cartas y estaría feliz. Algún día nos reiremos de esto aunque ahora no las tengamos todas con nosotros.

Elsa estuvo un instante en silencio, dejando que el poder de su desahogo le aliviara.

–¿Qué era lo que esperabas? – preguntó, escrupulosa. No lloraría, porque el momento era más que perfecto. Perfecto en su imperfección.

–Bueno, – se acomodó más cerca de ella con la espalda en la pared y ella sobre su pecho, tapándolos con las sábanas húmedas. – esperaba que te pusieras uno de esos trajes y bailaras cancán para mí. Pero esto tampoco estuvo mal. Estuvo… que arde.

Elsa volvió a reír.

–Así que deja de atormentarte. No pudo haber salido mejor.

La besó sin fin. No dejó de cortejarla y hacerle el amor por segunda vez y como es debido  hasta que el Sol se puso en el horizonte. Hasta que sus ojos se cerraron vencidos.

Más bien hasta que Javert les golpeó la puerta. Jack y Elsa, envueltos en la sábana mugrosa, ahora seca, fueron a recibirle con ojos cansados.

–Bonjour. Je suis venu parce qu'il a protesté contre le bruit excessif et les odeurs extrême. MAIS QUOI?

–¿Por qué chilla este tipo, Elsa? – preguntó Jack mientras el otro seguía gritando cosas en francés. Eureka, descubrieron que tenía emociones, y por lo visto, podía estallar. – ¿Qué le pasa ahora?

–Nos está maldiciendo por haber incendiado el lugar, que nos dijo que la chimenea debía ser apagada en algún momento y que debemos pagar. Nos denunciarán y mandarán a la cárcel. –

–Sí, muy lindo. Très bien, chiao, Javert. – le cerró la puerta en las narices y echó llave. Los grititos de Javert igual resonaban pero ellos estaban tan cansados que simplemente le ignoraron. Se vistieron de prisa con ropa que se había salvado en las maletas. Devolvieron la botella de “vino” al carrito pero sin su cubeta, y tendieron lo mejor que pudieron la cama.

–A decir verdad, casi no noto la diferencia desde antes que llegamos. – comentó Elsa y encogiéndose de hombros al mirar desde la puerta la imagen completa de la habitación. Por lo menos habían hecho la Francia, o el Nid de Vivianne. Unas cuantas veces para ser sinceros.

Pero habían tenido bastante de eso por ahora.

Le abrieron la puerta al recepcionista en morado, quien no había dejado de maldecirles con todo el idioma francés. Le llenaron la mano y boca de billetes y monedas de oro para pagar por los daños y la estadía. Pidieron un carruaje y en antes del atardecer ya habían zarpado a Arendelle. Es broma, uno no abandona París como si nada. Consiguieron un pequeño hotel en el centro de la ciudad y le dieron el mejor broche de oro a un broche de cobre oxidado. Ellos entendían la expresión más que nadie.


A final de cuentas, le debían a ese feucho nido la noche más alocada que habían tenido hasta ahora. Y pronto, le deberían a Javert mucho más de lo que imaginaban.





***

Espero les haya gustado. Si alguno leyó EL OTRO CIELO de Julio Cortázar, entonces reconocerá lo de Vivianne (Galerie Vivianne), lo del sudamericano y de Josiane :) Este fue como mi humilde honradez para un gran autor argentino. De verdad que su escritura es de otro mundo. Las palabras parecen acariciarte. Si tienen la posibilidad, lean sus relatos, valen la pena.

Y me alegro por los que sepan algo de francés, que yo, de hecho no sé nada. Si hay algún error, pueden decírmelo. De todas formas, es culpa del Google Traductor xD.

Espero les haya gustado y divertido, lo cual era mi intención. Cuéntenme qué les pareció.



Explicación médica (solo para aquellos que lo hayan pedido):

Los testículos del hombre son los encargados de formar los millones espermatozoides que mediante el acto sexual y debido a una eyaculación, ingresan por la cavidad vaginal de la mujer. Algunos de los millones espermatozoides mueren en el camino hacia las trompas de falopio a ambos lados del útero, donde se encuentra el óvulo (formado por el ovario femenino, una vez por mes) para  que uno en un millón (espermatozoide) logre fecundarlo. Y bam, tenemos un bebé en camino. 

¿A qué voy con esto? Para la formación de estos espermatozoides, los testículos precisan una mayor temperatura que la del cuerpo, por ello están separados del mismo, y no adentro como los ovarios de la mujer. 

En el caso de esta historia, Jack tiene todo su sistema reproductor congelado. ¿Qué significa? No que su miembro masculino está hecho un témpano de hielo y que se derrite. No. Sino que sus testículos no reciben el calor suficiente para formar espermatozoides. Y sin espermatozoides no hay fecundación, por lo que no hay bebé. Sin embargo, con todo esto del incendio, mientras Jack y Elsa lo hacían, sus testículos lograron alcanzar más de la tº necesaria y así crear a estos minúsculos jack-citos. Además, cabía la suerte que Elsa estaba ovulando, osea que habían transcurrido aproximadamente 14 días luego del primer día de sangrado de la menstruación.

Y así mis amigos, es como nació Elise nueve meses después. Espero aprobar mi próximo examen de biología xD si tienen alguna otra consulta, no duden preguntarle a la Doctora Britanny. O a sus padres. O a internet. Como sea, todos estamos. Y recuerden cuidarse. 


sábado, 22 de agosto de 2015

El Diario... Parte 3

El Diario

Una colección de mini capítulos secundarios de la historia The cold of your heart


Disfruten



Querido diario.

                No fui a clases el día de ayer, suerte por Frederick que no tuvo que ligarse que congelara su trasero para darle algún que otro resfrío. Porque ayer fuimos al viaje que hacemos en familia cada unos cuantos meses desde que tengo memoria. Otra de las tradiciones de los Frost.

Mis padres me llevaron a la vieja granja, que por cierto queda a unas horas del palacio, para visitar a los Garthf, una pequeña familia de un único pero amable anciano y su sobrino que vive con él. Me entristece ver a mamá llorar cada vez que nos vamos de allí. En un principio, le traemos regalos y dinero para ayudar con su granja al señor Garthf, comemos entre todos, papá nos hace reír y nos despedimos. Y ahí es cuando mamá deja de sonreír para llorar en silencio.

El señor Garthf solía ser el hombre más desdichado de todos, había perdido a su único hijo y debía sostener por su cuenta a la precaria granja. Pero mis padres siempre hacen lo posible para ayudarlo económicamente, y también sentimental. Lo visitan en cuanto pueden para hacerlo sonreír. Me gusta acompañarlos porque dicen que al hombre le hace más feliz verme con ellos. El anciano es un buen hombre, siempre intenta estar de buen humor y es en verdad muy simpático al recibirnos en su casa, no como miembros de la realeza, sino como íntimos amigos. Nunca me aburro de ir, tienen muchos animales con los que con el sobrino del señor Garthf solemos jugar y perseguir por los ricos campos cultivados.

Una vez le pregunté a papá por qué íbamos siempre a aquella granja si no eran familiares o algo parecido, mientras veía a mamá secándose las lágrimas con su pañuelito, caminando delante de nosotros. Papá siempre le dejaba un espacio para que ella pudiese descargarse y luego la abrazaría sin soltarla hasta ir a casa. Él me explico, en voz baja para que apenas yo lo pudiese oír.

–El hijo del señor Garthf ha sido un buen amigo nuestro, sobre todo de tu madre. Venimos a visitar a su familia en cuanto podemos, como lo prometimos que haríamos siempre. Para poder brindarle al señor Garthf un granito de arena de nuestra ayuda. Ese hombre ha pasado por mucho. Esperamos que también puedas seguir con esa tradición cuando seas mayor. – habló hinchando el pecho, e intentando sonar casual. Pero él también se veía triste. – Si no hubiese sido por su hijo, tu madre y yo no estaríamos aquí. Y tú tampoco. Le debemos más que la vida.

Mordí mi labio inferior, me angustiaba pensar en perder a mis padres.

–¿Cómo se llamaba? – pregunte con cautela. Sabía que era un tema delicado, pero no conocía la historia de nuestras visitas.

–James. James Brander Garthf. Él era un hombre muy valiente y luchador. Había trabajado casi toda su vida en hacer resurgir su granja.

–¿Qué le pasó a su granja?

–Generaciones atrás, sufrió un increíble incendio que acabó con todo, tal como su nombre lo indica. Desde entonces, los Garthf intentaron salvar la granja, sin mucho éxito. A penas tenían para comer o mantener su casa.

–¿Y cómo es que les salvó la vida?

–Bueno… Hubo un tiempo atrás, en el que tu madre y yo… Tuvimos cierto conflicto. Fue cuando ella se enteró de su inmortalidad, ya conoces la historia. Pero no la parte en la que James entra en la misma. Ella estuvo para tu madre cuando yo no pude…

–¿Tú qué? – le reproché, casi a los gritos. Él me miró, sorprendido, y una pequeña sonrisa de deslizó por sus labios. Siempre dice que heredé el sermón de mamá. Y luego, la sonrisa se esfumó para tomar la misma seriedad de cuando contaba la historia.

–No me mires así. – apretó mi mano con cariño mientras caminábamos por el camino de tierra – Fueron tiempos difíciles, sobre todo para nosotros. Hasta que entendimos que nuestro amor era más fuerte que nada…

–Al grano. – interrumpí. En ocasiones papá llegaba a ser muy cursi.

–Bien, bien. – no tenía ganas de retarme por mi imprudencia. En verdad estaba triste… – Elise, debes saber que así como hay bondad, y luz en el mundo, también hay maldad y oscuridad. En aquel entonces, fuerzas muy malas y vengativas quisieron acabar con nosotros y nuestros amigos.

–¿Qué? ¿Por qué?

–Eres muy joven para entenderlo. – odiaba que me dijera eso. – Algún día lo harás, solo espero que no debas jamás afrontar lo que tu madre y yo sufrimos.

–¿Es esa la historia que me contaste a medias de la Tía Mérida y Rapunzel y Tío Hiccup?

–Exacto. Es un poco fuerte para que la sepa una niña de solo doce años, pero supongo que la tendrás que saber al pie de la letra en algún momento, mi querida. – suspiró, como si el recuerdo le aplastara el pecho – Esas personas malvadas nos atacaron, intentaron matarnos. Nos defendimos y casi perdimos la batalla. Nunca tuve tanto miedo en mi vida. Y por desgracia, James no pudo ser capaz de salir vivo de esa batalla en la que él de por sí nunca debió haber participado. Él debía estar en su granja o en cualquier lugar menos esa guerra. A diferencia de nosotros, él era normal, sin ningún poder con el que defenderse o habilidad. Y en un descuido, su vida fue tomada injustamente. – tomó más aire. –

> Pero él amaba tanto a tu madre que la había seguido cuando ella huyó de su hermana para buscar una solución a su inmortalidad, incluso estuvo a su lado cuando yo debí haberlo estado.

–¿Él la amaba? – soné sorprendida. Sí que lo estaba. Siempre creí que mi mamá y papá se amaron desde que se vieron, y no que incluso hubo alguien entre medio. Alguien que no fuese papá.

–Sí, y mucho. Casi tanto como yo. 

–¿Y por qué no estuviste con ella cuando más lo necesitó?

– Elise… – dijo después de suspirar – Hay cosas que uno hace y jamás entenderás. Es ley de vida. Yo quería estar con ella, a su lado. Estaba harto de pelear, de dejarla pelear sola ante sus batallas. Pero como un cobarde, orgulloso, la abandoné. Debí haberme quedado con ella, así tal vez jamás nos hubiéramos enfrentado en esa guerra que por poco perdimos, y nadie hubiera muerto. Aunque no fue mucho el tiempo que estuvimos alejados, ya que nos reencontramos un día junto al resto de los chicos, nuestros amigos. Fue una travesía estupenda, hasta el día del inesperado ataque. James quería tanto a tu madre que murió por ella. La protegió con su último aliento, ni siquiera lo dudó.

–Pero si tú eras su Guardián…

–Él también lo fue, querida. Tal vez no de la misma forma, pero él la defendió. Puso la vida de tu madre ante la suya y…– miró a mamá, que caminaba delante de nosotros con la cabeza gacha, como si desease borrar su angustia con tan solo mirar su espalda. – Elsa no puede evitar sentir culpa por su muerte. Si no hubiese sido por ella, James seguiría vivo.

Aferré la mano de papá con más fuerza. Estaba claro que no había nada que yo podría hacer, más que decir que lo sentía. Miré hacia arriba, y vi como un pequeño destello corría a cuestas por la mejilla de papá. Él intentó recobrar la compostura.

–Por ello venimos, Elise. A recordar su memoria. James ha sido un héroe, a veces un poco irritante, pero él dio la vida por tu madre como yo mismo lo haría. Y eso se lo agradeceré por siempre. No habrá tenido títulos, ni medallas, ni reconocimiento mundialmente, pero tuvo más que ello. Recordaremos su poderosa valentía, sacrificio y amor,  y protegeremos a quienes él no puede seguir haciendo.

Mientras caminábamos por el sendero del extenso campo hasta el carruaje que esperaba en la entrada, los tres alzamos la vista a una roca del lado izquierdo del camino. Allí había una inscripción tallada junto al símbolo real de Arendelle. “Que en paz descanse,  James Brander Garthf. Hijo, amigo y héroe fidedigno, guardián y ángel protector de la Reina Elsa por excelencia. Por siempre en nuestros corazones.”

E inclusive yo lloré.

Sentados en el carruaje, papá nos abrazó como hacía constantemente, pero esta vez era diferente. Era un abrazo contenedor, más sólido. El día de repente había tomado un tono gris y afligido. Y nuestras lágrimas ahogaban el lamento del eterno recuerdo de alguien querido, que incluso yo no podía impedir querer. No conocía al tal James, pero le agradecía que hubiese salvado a mis padres. Le agradecía la vida. Y esperaba que donde sea que estuviese, estuviese feliz. 

lunes, 17 de agosto de 2015

El Diario... Parte 1


El Diario

Una colección de mini capítulos secundarios de la historia The cold of your heart

Disfruten




Querido diario



Mi nombre es Elise Cathrine Frost y soy la princesa de Arendelle. Hija de la Reina de las Nieves y el Espíritu del Invierno. Reina y Rey de Arendelle. ¿Increíble, no? Y debes creer que debo sentirme especial por tener a los padres más mágicos y famosos de todos. Que debo ser especial como ellos.

Pero no lo soy.

Padesco Padezco del frío como cualquier otra persona, y a pesar de que tengo sus mismas facciones, no puedo crear hielo como mis padres. Es frustrante, desalentador. Al principio me animaban para demostrar mis poderes, pero nunca ocurría nada. Con los años, seguía sin ocurrir,  y al ver mi infortunio, mis padres dejaron de intentar. No era la única que estaba desconsolada por ello.

Todos en el reino e incluso en otros vecinos conocen la historia de mi padre y saben que obtuvo sus poderes luego de un suceso trágico pero heroico. Se lo había ganado. Pero yo solo tenía la posibilidad de heredarlo. Y sin embargo, yo no nací con la magia, como mi madre. Creían que apenas saliera de la panza comenzaría a congelar a todos alrededor o algo así. Y con todas mis fuerzas me aferraba a la misma esperanza de ser como mis padres. Pero no. Es triste saber que no había nacido con el don familiar, pero mamá dice que por lo menos debería estar agradecida de que soy una niña sana.

Más bien un milagro.

Al ser mi padre un espíritu, por lo que me contaron, ellos no podrían tener hijos. Hasta que un día mamá anunció su embarazo y luego nací yo. Un milagro de la naturaleza, decía, y mi loquito padre que era un regalo de la Luna. Me conformo con que me llamen Elise.

Papá, mamá y Pabbie, el padre adoptivo del tío Kristoff y el consejero mágico, creen que en verdad sí nací con tales poderes, que viven dentro de mí pero que están dormidos como los dragones en los cuentos de papá. Dice que algún día, despertarán. Pero a veces pienso que nunca será así. En los diez años de mi vida, jamás he logrado siquiera crear un diminuto copo de nieve. Mis padres intentan no usar su magia frente mío por miedo a que me eche a llorar como tantas veces, pero ya no lo hago. Sigo triste, aunque exista el ensueño de mi verdadera revelaciónn. Aún sigo esperando.

-¡Vas a la escuela, vas a la escuela! – papá estaba saltando sobre mi cama, como hacía la mayoría de las mañanas. Mamá estaba apoyada en el marco mirándonos, a diferencia de papá, silenciosa, mientras rodaba los ojos y se le escapaba una sonrisa al entrar. Yo había heredado su misma sonrisa, por lo que papá decía que siempre me haría reír.

-No quiero ir a la escuela. – protesté y me escondí entre las colchas.

No había podido dormir esa noche, por lo que ya estaba despierta cuando mamá y papá entraron a mi cuarto a despertarme. Pero no quería ir a la escuela. Sabía que si lo hacía, me enfrentaría a mi pesadilla.

-¿Cómo que no? Todos los niños deben ir a la escuela. Incluso las princesas como tú. – mamá se sentó a los pies de la inmensa cama, al lado de papá, y aún sonriente ¿Por qué estaban tan radiantes cuando yo debía ir a la escuela?

Algo curioso de ellos es que siempre van a la par, como en las pinturas de un cuadro. A veces es ella quien destaca en las reuniones reales por ejemplo, por ser Reina legítima. Pero él no se queda atrás. Para mí, es el mejor Rey que hay. Después de Santa Claus.

-Es que… es que no tengo ganas de ir hoy. – no se me ocurrían buenas excusas. – Me… Me siento enferma. Cough, cough…  - me tiré de nuevo en el colchón y simulaba morir de fiebre.

No fue muy convincente. Mamá puso la cara que hace cuando descubre una mentirilla mía o de papá. Fruncía el ceño mientras alzaba una ceja, cerraba los ojos y ladeaba una sonrisa que decía “sé que no es así”.

-Yo creo que estás bien. Vamos, arriba, señorita. Llegarás tarde.

-¡Papá, dile algo! – me quejé. Pero él no fue de mucha ayuda.

-Algo. – le dijo a mamá. Ambos rieron de una broma que yo no entendía. – Elise,  mi vida, tienes responsabilidades que cumplir. Todos necesitan educarse para ser buenas personas el día de mañana. Tú, sobre todo, para cuando estés lista para gobernar. Arriba. – papá intentó sacarme de la cama pero me aferré a los postes de madera pulida antes de que lo lograse.

Aunque lo había intentado retener, estallé.

-¡Pero es que Fredrick estará ahí!

-¿Quién es ese Fredrick? – papá me soltó y sonrió con cierta celosía socarrona. - ¿Acaso es tu novio?

No me dieron tiempo a responder. Mamá se cubrió la boca y dibujó una sonrisa aún más enormemente.

-No nos dijiste que tenías un novio, querida.

-¡No, mamá, yo no…!

-Amor – se dirigió a papá, sin siquiera oírme -, será mejor que nos dejes. Ya sabes, esto es… una charla de chicas.

-Pfff, charla de chicas. – miró de reojo a mamá quien le miraba con reproche. Casi siempre cedía. - Oh, sí, claro. – se sintió un poco apenado por ser excluido, lo pude notar. - Pero antes, Elsa, creo que tienes algo aquí… creo que es chocolate… - papá amagó a tocar sus labios con las yemas, pero en su lugar se puso justo ante su nariz, tomó su barbilla y la besó. Puaj. Me cubrí los ojos con las colchas.

-¡Sigo aquí! – grité tras las sábanas en un agudo ladrido. ¿Se olvidaban de mí?

Sentí un beso en la frente, y en un sigiloso portazo, papá nos dejó a mamá y a mí solas. Ella me quitó las sábanas y la vi sonriéndome de una manera más cálida de lo que nunca hizo.

-¿Por qué echaste a papá?

-Pues porque es un metiche y esto es algo entre mujeres.

Miré hacia la puerta, casi podía saber que él seguía ahí, atento. Reí.

-Así que… Elise, cuéntame quién es ese Fredrick. – dijo mientras acomodaba mi cabello blanquecino despeinado por las colchas.

-Aghhh, es que ustedes me malinterpretaron. ¡Fredrick es un puerco! Es molesto, mamá, lo juro. Y muy, muy tonto. Siempre me persigue cubierto de barro y me quita mis pinceles en las clases de arte, trastabilla sobre mí en gimnasia. ¡Es una bestia! ¡No quiero seguir yendo!

Mamá no parecía entender mi descripción de Fredrick porque me seguía mirando festivamente. Acabó de peinarme con la trenza que tanto me gusta, porque cuando me miro al espejo casi siento que soy como ella.

-No puedes dejar de asistir al colegio por un niño. Además, no me parece que sea una bestia. Es solo un niño.

Salté en el colchón para enfrentarla, frente a frente, y con ojos suplicantes.

-¡Pero es que no entiendes! –chillé -  En verdad no lo soporto. Incluso dice que cuando él crezca quiere unirse al ejército para servirme en el castillo y ser mi guardia personal y molestarme cada día. ¡ESTÁ DEMENTE!

Ella se echó a reír. ¿Qué era tan gracioso?

-Ay, hija mía. ¿No entiendes? Creo que le gustas.

-¿Qué? – exasperé.

-Y creo que a ti te gusta él.

Puaj, puaj, puaj. Mamá no entendía nada. Malinterpretó mi reacción nuevamente.

-¡No digas eso, mamá! Se supondrías que estarías de mi lado. – ella continuaba con su melodiosa risa.

-Estoy de tu lado, Elise. Solo que pienso que es muy lindo lo que Fredrick piensa hacer por ti. Ha dicho que quiere protegerte. No deberías darle la espalda ni llamarlo tonto, pienso que es un niño cariñoso. Solo que le falta madurar. Todas las personas maduramos, incluso aunque parezca imposible. Como con tu padre. Él no era en un principio el hombre responsable – se le escapó una mueca al decir esa última palabra - que es ahora. Dale tiempo.

-¡Es verdad! – se oyó la estruendosa y firme voz de papá del otro lado de la puerta. Mamá reía mientras yo seguía en shock.

-Tal vez terminen juntos como tu padre y yo…

-¡No, eso jamás! – gritó papá. Por fin algo de apoyo.

-Solo está siendo protector, no le hagas caso. – explicó mamá.

-¡Pero yo no quiero casarme con él por las cosas que te he dicho! Quiero ser como la Tía Mérida y jamás desposarme con nadie, sobre todo si roba mis pinceles.

-Ya verás que terminará agradándote, quizá te sorprendas. Tal vez no amor porque eres joven por ahora. Aunque puede suceder que sientas algo por él en el futuro, o por ahí no. O quizás terminen casándose… -

-¡Mamá! – me quejé.

-Estoy jugando contigo. –reía. Luego me miró fijamente a los ojos. –   El amor no tiene edad, ni conoce de reglas, Elise. Y recordarás lo que acabas de decir y te reirás de ti misma.

De nuevo con las charlas de amor. A veces me gustaban, pero estando Frederick en el tema no podía oír la palabra amor ni una vez más.

-¡Los que se pelean se aman, mi cielo! – vociferó papá de nuevo desde el exterior.

-Jamás. – pero no sé cómo terminé riéndome. Al igual que con mi madre, me era difícil contener una sonrisa y pronto se escapan de mí como mariposas. Papá entró y entre los dos me hicieron cosquillas hasta que me dolía el estómago. Cuando nos calmamos, papá me arrojó por los aires y me dijo:

-¿Estás segura que no sientes nada por ese Fredrick? Porque me parece haber visto un pequeño rubor en tus mejillas… - insinuó y comenzó a mordisqueármelas y besarlas con sus gélidos labios.

-¡Ay, ya déjame! – reí, apartándolo – Bueno… Tal vez no sea tan malo. Pero si tuviese mis poderes le congelaría la nariz en cuanto me quiera jalar el cabello.

Reí. Y esta vez sentí mis mejillas arder con fiereza. Debían ser las alturas.

-¿No tan malo?  Mhmm, eso me suena a un “me gusta”. ¿No, Els?

-Elise, no debes usar tu magia sobre nadie apropósito. Eso está mal.
-Papá siempre lo hace.

-¡Jack! – mamá abrió la boca como una enorme o, pero noté que no había nota de regaño alguno. Papá siempre lograba ponernos de buen humor.

-Por supuesto que no. – papá me sostuvo en el aire y me dio una vuelta. Claro que ese era nuestro secreto. Fue una mañana de risas. Mamá lo miró, con reprimenda, él se encogió de hombros y, con la mano que no me sostenía, tomó la mano de mamá y jaló de ella hasta que estuvimos en un abrazo entre los tres.

-Oigan, ya pueden parar eso…

Los dos se miraron, extrañados.

-¿Parar qué? – preguntó mamá.

Un suave, casi minúsculo capullo de nieve cayó y se posó sobre su hombro. Luego otro, y otro. Muchos descendieron del techo y nos envolvieron en una pura y delicada lluvia.

Se volvieron a mirar entre sí. Parecía que algo inmenso los hubiese llenado de felicidad, pero yo no comprendía. Papá besó a mamá por un largo tiempo, hasta que se liberaron de su beso y nos oprimió con más fuerza.

-Nosotros no estamos haciendo nada, querida. – dijo mamá entre risas.