sábado, 27 de junio de 2015

Jelsa, una historia de amor verdadero... Parte 40

 Jelsa, una historia de amor verdadero.

Hola! Lamento no haberles escrito la semana pasada, es que necesitaba acabar con este capítulo - que por alguna razón se me ha hecho bastante largo - y aún trabajo en ello.

Espero que les guste!


Capítulo 40. "Sopa de cumpleaños y otras sorpresas"

Ya había amanecido, el astro rey saludaba a un nuevo día, pero a Elsa poco le importaba. Estaba demasiado cansada del día anterior que pensaba que abrir los ojos sería un esfuerzo formidable. Faltaban tres días antes de la Luna llena. El fin de su maldición estaba inminente. Pero hoy sería el día más difícil de afrontar de todos, era su cumpleaños.

Elsa cumplía sus veintidós inviernos y primaveras. ¿Pero qué importaban? Si no lograba despojarse de su inmortalidad y no morir en el intento, los años no tendrían sentido ser contados. Como sucedía con Jack; por lo contado, había… bueno, muerto a los dieciocho años, y su cuerpo se mantenía fiel a ello con el paso del tiempo. Pero su edad era imposible de contar con los dedos de las manos.

Elsa tenía veintidós ahora, pero lucía de veintiuno. Un año más sin razón alguna, como la caricia de un fantasma. Si no lo lograba, tendría esa edad por siempre. Los cumpleaños serían nada más que una celebración fúnebre y sin sentido, como ver a un perro perseguir su cola pero jamás alcanzarla.

Esta era el primer cumpleaños más lejos de su hermana de lo que nunca antes había estado. En sus cumpleaños pasados, las fiestas eran pequeñas, en el salón principal del palacio de Arendelle, con sus padres, su hermana y las personas que trabajaban allí. No eran como las fiestas de Anna en las que asistía casi todo el Reino. Las de Elsa no duraban mucho, eran hasta que ella soplaba las velas del pastel y regresaba a su cuarto, pero podía ver a su hermanita saltando por todas partes, alegre, al menos unas pocas veces. Y eso se contagiaba. Recordaba que la ayudaba a abrir sus regalos y comían a  borbotones. Y al final, devuelta al otro lado de la puerta.

Pero la vida siempre toma un giro inesperado. Este cumpleaños, Elsa estaba en los bosques de Arendelle, tumbada en la tierra, desarreglada, exhausta, alejada de cualquier lujo que la realeza podría dotar. Pero le gustaba esa aventura a pesar de todo. No tendría pastel, claro, ni regalos, ni bailes. Nadie salvo Jack sabía la importancia de ese día. Bueno, eso creía mientras dormía.

– ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! – Mérida, Punzie, Hiccup, Jack y James gritaron para despertarla y arrojaron sobre ella una lluvia de copos de nieve y trocitos de pasto cortados. El rumor se había extendido, por lo visto.

– ¿Pero qué…? –  Elsa se frotó los ojos, ahogó las ganas de gritar y en su lugar  sonrió al ver la calidez en los ojos de sus amigos; no se lo esperaba. Pero no estaba segura en desear tanta simpatía. Para ella no era cuestión de tanta celebración.

– ¡Jack nos contó todo! – canturreó Rapunzel, más feliz y radiante que nunca. Todos se veían así, ¿y solo por ella? Jack sonrió y pasó su mano por su cabello, un tanto avergonzado.

– No estaba seguro de que quisieras que celebráramos tu cumpleaños, pero al ser nuestros amigos, creí que deberían saber.

– Gracias, Jack– podía sentir como la duda se disipaba en su mente. Sí, en verdad quería celebrar su veintidosavo cumpleaños, al menos por poder compartir más momentos con sus nuevos y por no decir únicos amigos.  Con ellos, los momentos parecían correr como la arena en un reloj, y su tiempo se agotaba. Y tal vez fuese el último que deseara festejar – .  Y gracias a ustedes también, chicos. Me pone feliz, en verdad. – su rostro no mentía.

– ¡Nuestra Reina cumple años! – festejó James que bailaba tontamente detrás de la ronda de cuerpos sobre Elsa.

– Tenemos una pequeña sorpresa para ti. Pero tendrás que esperar a que anochezca. – siguió Rapunzel.

– ¡Además tenemos regalos! – dijo Mérida. ¿Pero qué clases de regalos se podrían obtener en el bosque? Elsa quería saber.

– ¡Abre el mío primero! –Hiccup le tendió una fragante pata de cerdo cocinada con un listón de hielo, por supuesto que hecho por Jack. Elsa lo miró sorprendida, pero él luego explicó. – Sé que no estamos cerca de Yule1, pero quería darte un regalo que te recordara a mí; una parte de un Yule Boar2. Cualquier similitud con el cerdo de ayer a la noche es pura coincidencia. – todos rieron. Bueno, es la intención lo que cuenta… –   También tengo otra sorpresa planeada para esta noche. ¡Será épico!

– Gracias, Hicc. – mordió un trozo, indecisa si de no hacerlo sería descortés. – Está… rico.

– ¡Este es el mío! – Rapunzel le entregó la bella corona de flores y plantas que había hecho toda la mañana y con tanto esmero. – Espero que las abejas no se te acerquen, ¡y que te guste!

– Me encanta, gracias Punzie. – le dio un abrazo y dejó que le colocara la corona. Era bastante magnífica.

– Mi regalo serán clases de arquería, como me enseñó mi padre. Porque, amiga mía, te he visto con el arco. – Mérida se apoyó sobre su hombro, alentándola con cierta pena en sus ojos azulados. – Y de verdad necesitas unas lecciones.

Era un detalle… atento.

– … Gracias, Mer. Supongo que es así. – Elsa se sonrojaba en tonos rosa pastel bajo su timidez. Estaba bien, en verdad apestaba con cualquier arma. No era algo que enseñaban en el castillo y sobre todo a las Reinas.

– ¿SUPONES? ¡En verdad apestas, mi amiga! – Mérida largó una risotada. Poco se daba cuenta de lo incómoda que se ponía la otra joven – Tranquila, Elsa. Después de que te enseñe, no habrá liebre que se te escape.

Elsa le sonrió, embarazosa. El siguiente fue el de James. Era sencillo, un talismán de la buena suerte, con la magnífica Piedra de Luna, común en Arendelle. La piedra recibe su nombre porque su brillo azul blanquecino se asemeja al brillo de la luna, lanzando destellos celestes, rosados y plateados a los ojos de los espectadores. Una danza de luces de otro mundo. Tal belleza fue captada por todos, no solo Elsa. Su mandíbula había caído y tuvo que cerrarla antes de comenzar a balbucear.

Era hermoso, pero para James, no era lo único que lo era.

– No sé cómo, pero esta mañana desperté con esta piedra en mi bolsillo, y cuando supe lo de tu cumpleaños, ya sabía qué hacer. – sonrió con simpleza. James se había tomado el trabajo de rodearlo con una cuerda de cuero que había arrancado de su propia capa, por lo que ya era imposible atarla en caso de frío. Pero era un bonito regalo para Elsa ahora.

La Piedra de Luna era considerada de buena suerte, una dádiva para mujeres, y frecuentemente utilizada para rituales u ofrendas en luna llena. El talismán se asocia también con el amor apasionado, el despertar de la intuición, y favorecer la fertilidad, entre otros. James había oído mucho de esa piedra, y se sorprendió al tenerla por arte de magia consigo. Sabía que su obsequio también tenía un significado más trascendental que a Elsa le llegó al corazón; era un símbolo de apoyo y esperanza, que quería que Elsa se curara tanto como ella. Había hecho un buen trabajo con su obsequio.

– Es hermoso, James. Muchas gracias. – Elsa lo recibió y jugueteó con él en sus dedos, su tacto era prodigioso y exquisito a la vista, como tener una estrella en las manos. Hasta que pensó que debía verse ridícula admirando la piedra y ató el colgante alrededor de su cuello. – ¿Dices que estaba en tu bolsillo, pero no recuerdas como llegó allí?

– Sí… Bueno. – se removió enredoso – La verdad es que no recuerdo mucho de ayer luego de estar buscando algo en el bosque hasta que desperté esta mañana. El resto es borroso; cabello rubio, discusiones, estaba colgando de las piernas de Jack… viento en mi cara, una ardilla enorme, gente riendo… Y después de ello, nada.

– ¿Le tienes miedo a las ardillas? – Rapunzel medio escupió, medio rio, pero sin intenciones de ser grosera. James era un buen tipo pero... ¡son solo ardillas!

– ¿Y quién no? Son horrendas, como ratas, pero más astutas. Además de que con sus feos dientes pueden quitarte un dedo. Parecen lindas pero son perversas. MUY perversas.

Las risas se contagiaron en el aire.

– De hecho, como sabes, sí pasaron cosas. Nosotros ganamos la competencia de ayer. ¡Los aplastamos como insectos! –  Mérida se metió en la conversación y festejó salvajemente mientras chocaba los cinco con Rapunzel quien sonreía inocente pero orgullosa.

– De nuevo sacas el tema. – Jack se quejaba –  ¡Lo has dicho un millón de veces! Era solo una competencia, supérenlo.

– Una competencia que has planeado pero no has sabido ganar, Jack. – Hiccup no pudo evitar burlarse de su amigo sin dejar de lado su familiar tono amistoso. NO es que quisiese terminar bajo un tímpano helado, ni ningún otro problema. Solo una bromita. –  ¿Qué pasa? ¿Es envidia lo que huelo?

– Gracioso. – no había pista de humor en su voz. De pequeña venganza, y como Hiccup había caratulado en su mente: “amistosa”, lanzó un hilillo de hielo con la punta de su bastón a la ancha nariz de Hiccup. Pronto, se llenó de escarcha y este comenzó a saltar del tedioso momento que estaba pasando, mientras intentaba quitársela de la nariz.

 – Oigan, aprovechando que salió el tema, ¿me dirán qué rayos fue lo que me sucedió?

– Es una larga historia, James. – dijo Rapunzel. Había pasado casi toda la noche explicándole lo del hongo venenoso, pero él continuaba preguntando como si en verdad no le hubiese explicado nada, y la conversación empezaba de cero. No lo repetiría ni una vez más.

Antes de que el granjero instara de nuevo, Elsa habló.

– Tal vez has recogido la piedra mientras estabas, ya sabes, delirando, y por eso no te acuerdas.

– No recuerdo la parte de delirar.

– Oh, créeme que lo hiciste. – dijo Jack con sarcasmo. 

James se encogió en su lugar sin nada más que decir, muriendo silenciosamente de la vergüenza aunque su expresión le delataba.

Cuando  el silencio calló, el corazón de Elsa se aceleró. Faltaba el regalo de Jack, ¿pero por qué estaba tan… nerviosa? Probablemente y sin más rodeos era el regalo que más estaba ansiando. Pero se sentía tonta, como una niña pequeña. Una chiquilla que recién conoce a Jack Frost y, por obviedad, enrojece ante sus encantos. La osadía, la sonrisa, esos ojos y la manera en la que te perforan, sus movimientos, sus bromas. Pero eso era estúpido. Parecía que no lo conociese desde la pelea del día anterior, como empezar de nuevo, y eso era necio. ¿Había ingerido del hongo venenoso también?

Jack se arrimó a ella, sin ningún signo de nerviosismo –  ¿es que solo le pasaba a ella? – sino con calma y seguridad. Su voz fue dulce, profunda, y suave al hablar, como si solo fuese un secreto de ellos.
– Este es mi regalo. – arremetió contra ella despacio y depositó un beso en su mejilla. Su gélido aroma quedó impregnado en el aire y en Elsa.


Oh. Vaya. Eso es todo…

No se iba a quejar, siempre le gustaron sus besos, pero esperaba algo más… demostrativo. Como sea, un beso estaba bien.

Una fuerza que la poseyó, la instó a arrojarse en sus brazos, como si su gesto hubiese sido el más bello. Jack, alejando la sorpresa, respondió ante el abrazo sujetándola de la cintura. Este era uno de sus momentos, el resto del universo podría irse a freír churros tranquilamente. No hacía falta nada más. Se dieron cuenta de que lo extrañaban, que desde que llegaron al bosque, no habían podido compartir los momentos como en la vida en el palacio o antes. Eran como extraños, con sentimientos mutuos. Un poco conflictivos de a ratos, pero mutuos.

 Pero la realidad es que sus amigos estaban allí, incómodos por la situación. Para que no luciera a favoritismo, Elsa desarmó su agarre y abrazó a todos, uno por uno. En el turno de James, parecía que no la pensaba soltar.

– ¿Huh, James? Ya puedes…

– Oh, sí claro. Lo siento. – cuando la soltó, Elsa aprovechó a lanzar una minúscula mirada a Jack, seguro estará hirviendo de rabia o a punto de lanzar groserías hacia James o montar una escena o… No obstante, Jack no dijo ni chis. Estaba indiferente, solo la miraba. Que raro…

– ¿Y bien? – Elsa no veía la hora en la que la atención dejase de estar enfocada en su cumpleaños –  ¿Qué haremos hoy?

– Huh… –  Hiccup miró para ambos lados, pero estaban en la misma situación que él. – La verdad no tengo idea. Solo planeamos lo de esta noche.

– ¡Entonces tenemos todo un día para preparar la fiesta y prepararnos nosotros! –Rapunzel chilló emocionada – ¡Será el mejor cumpleaños de todos, Elsa!

Elsa había roto el día con una sonrisa que parecía no borrarse  de su rostro. Era nuevo, en verdad. No le sucedía desde… Bueno, supuso que jamás sonrió tanto en su cumpleaños. Y recién comenzaba.

– ¿Qué tal si desayunamos? – propuso Jack desde su lejanía.

Mérida y Rapunzel regresaron con jugosas frutas, huevos de ave, y unos cuencos con agua. Prepararon algo de jugo, y comieron el resto de la fruta junto con los huevos cocidos.

La pandilla no quería  dar muchas vueltas, por lo que el día pasó rápido. Luego de almorzar, los chicos obligaron a las chicas  a que se quedaran en el prado que usaban de campamento, y por ninguna razón salieran al bosque. Iban a buscar cosas que le sirvieran para la noche, como leña, más comida, y otras sorpresas.

Mientras, Mérida y Elsa tejían una trenza en el infinito cabello de Punzie. Le ofrecieron a la escocesa hacerse una. La respuesta fue que prefería tirarse a un pozo y jamás salir de allí. Para cuando acabaron con la trenza dorada que apenas tocaba el piso, Hiccup, Jack y James estaban de vuelta.

Libres de moverse por donde se les placiera, Elsa fue a tomar sus clases de arquería con Mérida y Rapunzel como acompañante en la autonomía del boscaje ya que no tenían nada mejor que hacer. No obstante, los chicos parecían atareados de tareas “secretas”, eso le decían a Elsa y casi ni los vieron en el día. Adentradas en la selva conífera, Mérida, con su propio arco mordisqueado por dentaduras de dragón, le indicaba a la Reina los pasos a seguir.

– Es importante que sepas cuál es tu ojo dominante para una mayor precisión al apuntar y juzgar las distancias. En la arquería, el ojo dominante es más importante que la mano dominante.

– Okay. El ojo derecho… Supongo.

– Bien, ahora vayamos a la posición. Tu cuerpo debe de estar perpendicular al blanco – señaló al lejano árbol de enfrente en el que Rapunzel pintaba círculo tras círculo con jugo de frutas. –  Y la línea de tiro a tus pies, lo cual significa que si dibujaras una línea imaginaria de ti a tu objetivo, esta línea cruzaría el centro de tus pies. Si tu ojo dominante es el derecho, sostén el arco con tu mano izquierda, apunta tu hombro izquierdo hacia el objetivo y maneja la flecha y la cuerda con tu mano derecha.

Elsa intentaba obedecer a su instructora pero se perdía entre tantos aspectos a tener en cuenta. ¿No existía un manual que pueda leer para entender mejor? Oh, extrañaba los libros. Y su olor a viejo aprendizaje jamás la aburría. Pero esto era aprendizaje de campo, en el acto, y por tanto más difícil. Además, si eras principiante, lanzar flechas con un arco hecho de hielo era prácticamente imposible.

– Coloca tus pies separadas al ancho de tus hombros para que tus dos pies formen una línea derecha apuntando hacia el blanco. En cuanto a la postura, párate derecha sin tensión formando una T. Debe de ser una posición cómoda pero firme. Bien, así es. Estírate un poco más… Perfecto. Ahora coloca la flecha con tres dedos, índice sobre la flecha y el dedo medio y anular debajo. Así, de acuerdo. Levanta y saca el arco, y acerca el final de la flecha a tu mejilla como punto de “anclaje”. Eso es, estira la cuerda… 

– ¿Así? – como un déjà vu, la flecha  se burló de ella, moviéndose en línea recta lejos del arco. Elsa temblaba.

– No, no querida. – se golpeó la frente con la palma, no tenía la paciencia necesaria para este tipo de cosas. –   Mira, sostén fuerte la cuerda y la flecha, tranquila que no muerden. Tú eres la que lo controla, no el arco. Vamos, intenta.
Esta vez, Elsa logró que la flecha apuntase acariciando el arco al círculo rojo.

– Sigue el gran final. Suelta la flecha relajando los dedos de tu mano que sostiene la cuerda tensada. Es importante que estés relajada. Te haré una demostración.

Como si hubiese dicho "buenos días", Mérida siguió sus propias intensiones y en menos de un segundo había una flecha perfectamente clavada en el pequeño círculo del centro en la corteza del árbol.

-¿Ves? Es sencillo. Prueba tú.

-Huh... - dudaba. - De-de acuerdo.

-¿Lista? Uno, dos… Ahora.

La flecha voló a unos centímetros y calló en sus pies. El árbol estaba a unos cinco metros de distancia. Aghh, con razón arquería rima con porquería. Se preguntó por qué ostras había aceptado tal regalo cuando de nada le serviría. No iría a cazar en su vida, por suerte en el palacio siempre había pan en la mesa. Elsa bajó el arco, vencida.

– Me rindo, Mer. Esto es imposible para mí.

– ¡No digas eso, recién estamos empezando! Vamos, posición, estira, suelta.

Elsa continuó un largo tiempo repitiendo los pasos una y otra vez, sin mucho ánimo. Ya casi era hora de almorzar. Por fin, una flecha logró clavarse en la corteza del árbol, en el círculo más alejado del centro, pero era algo. Más confortada, siguió intentando y acercándose más al centro en sus intentos. Se podría decir que no apestaba tanto.

– ¡Lo estás logrando!

– ¿Puedo intentar también? – Rapunzel se acercó a las chicas en la línea de tiro. Mérida le prestó su arco y prosiguieron con la práctica, riendo entre medio en cada intento fallido.

– Punzie, tú si que eres un asco. De haber sabido te hubiese ofrecido las clases antes. –Mérida se doblaba en dos de la risa y rechinaba cual mula.

– Cierra la boca, Mer, no me obligues a atravesarte con estas ramitas, digo flechas.

– Son casi tan malas como un vikingo intentando oler bien o tener buenos modales.

– ¡Oye! – pero no fue la voz de una chica.

En ese momento, el objeto de sus pensamientos apareció por entre la arboleda. Rayos, rayos, rayos. Nadie lo había oído llegar. Mérida se ponía roja del pavor, sin embargo Hiccup no se lo veía afectado por el comentario. Debía estar acostumbrado o importarle muy poco porque solo sonreía. – Vine a preguntarles si les faltaba mucho, la comida estará lista en breve.

– ¿Ya fueron a cazar? – preguntó Elsa.

– Sí, nos encargamos de ello por la mañana. Solo quería decirles eso. No tarden mucho, señoritas. – así como llegó se fue. Con una imperiosa sonrisa en su rostro pecoso. Mérida no había quitado la vista del espacio vacío por donde su espalda había desaparecido. Rapunzel carraspeó.

– Okay, okay, ya es hora de que aclaremos las aguas. ¿Qué es lo que te sucede con Hiccup?

Boom, un meteorito había coalicionado en la tierra, o al menos eso sintió la pelirroja.

– ¿Qué? ¡No, nada! ¡Ustedes están locas! ¿Yo? ¿Algo con él? Pff, es ridículo. – las vocecillas en su cabeza festejaban aquella perfecta excusa que seguramente las chicas picarían. Pero no lo hicieron.

– Sabemos que mientes. Anda, dinos. – la animó Elsa y rodeó a las muchachas con ambos brazos, buscando apoyo en la blonda  – No es que vayamos a decirle a nadie.

– ¡Claro! Será un secreto de chicas.

– No hay ningún secreto porque no me gusta, ni nada.

– Eres pésima mintiendo, Mer…

– ¡Pero es cierto! ¡Además mírenlo, es un vikingo!

– ¿Y?

– Ya saben cómo va la cosa. Vikingos y escoceses no son una buena combinación. Así que paren de insistir, ¿quieren? – sonaba exasperada. No               quería tocar ese tema, ni de lejos.

– Ya cansas con eso… Ambas son personas además, no importa de dónde sean. ¿Nos dirás que no sientes nada después del… beso? – le dijo Rapunzel a la histérica escocesa. Le estaban disparando con un arsenal completo con la guardia baja. Mérida abrió la boca, pero volvió a cerrarla especulando su siguiente movimiento.

No había razón para no admitirlo, eran sus amigas. Más, el hecho de que no pararían de presionarla hasta que no largase algo. Era el lugar indicado para revelarlo, cuando regresara a casa tendría que permanecer callado en su mente como un recuerdo. Sería una tremenda decepción para todos sus conocidos saber que había besado siquiera a un pestilente vikingo durante su travesía.

– De acuerdo, de acuerdo. – dijo dando por perdida la batalla, suspirando de desánimo – Tal vez… Me gustó, un poco, muy poco, casi nada, del tamaño de una hormiga–

– ¡Mer! – dijeron ambas al unísono. Conociéndola, Mérida intentaría escapar del tema. Pero no la dejarían.

– Bien, bien. Aghhh. Tal vez me haya gustado el beso.

Las chicas salieron de su trance estático y expectante y comenzaron a saltar de felicidad. Sus sospechas eran gozosamente verdaderas.

–  ¿Nos dirás qué pasó cuando te fuiste a cazar con Hicc ayer? – inquirió Elsa

– Ni hablar. – frunció el ceño – No pasó nada, en verdad.

– Claro que pasó, tardaban una eternidad. Estamos seguras de que estuvieron hablando o… besuqueándose. – Elsa y su compañera de “molestemos e incomodemos a Mérida” se echaron a reír agudamente como dos colegialas ridículas. Mérida rio en lugar de llorar y enterrarlas vivas.

– ¡Dejen de decir bobadas! – la risa se les había contagiado a las tres. Hasta que recordó lo que le había dicho aquella tarde, y su risa se disipó como la niebla. – Le dije que… no podía pasar. Le dije la verdad.

El mismo efecto pero de golpe ocurrió en las otras muchachas.

– ¿Qué? ¡Por qué no! – Punzie más bien gritaba con aire de desesperanza.

– ¡Ya les dije! No pertenecemos a un mismo mundo… –  los ánimos de la joven parecieron jamás existir. – No puede pasar…

Sus amigas quisieron decirle que no fuese cabeza hueca, que vivían en el planeta Tierra por lo menos. Pero sabrían lo que significaría para Mérida afrontarlo. Existían miles de razones en contra más que a favor por las que no podría existir siquiera un romance entre ellos, por más que quisiesen. No la querían entristecer más, no se lo merecía.

– Oh, –  Elsa abrazó a la chica contenedoramente, seguida por Rapunzel. –  Lo siento Mer…

Mérida dejó escapar un suspiro, como si hubiese por fin soltado una verdad que le pesaba en su interior pero que hasta el momento desconocía. Aunque ese libramiento no cambiaba las cosas. E igual dolía.  No lo había sentido nunca tal malestar, inclusive el tema le afligía en lugar de ponerse contenta.

– Está bien chicas. La realidad  es así.

Las chicas la miraron con ojos de cachorrito abandonado, lamentaban haber sacado el tema y no haberlo premeditado anteriormente. Mérida, no supo por qué, quizás para darle una satisfacción a sus amigas acongojadas, dijo lo que jamás pensó que diría en su vida.

– Detesto el hecho de que me guste ese tonto vikingo.

Eso fue suficiente para hacerlas sonreír de nuevo.

– Y… Ya que hablamos de chicos, ¿qué sucede contigo y Jack, Elsa? – Rapunzel soltó otra bomba, sin malas intenciones por supuesto.

¿Qué sucedía? Ni Elsa sabía. No habían tenido oportunidad de hablar mucho desde que terminó aquella competencia desequilibrada. Él solo se mostraba frío y un poco distante, o eso es lo que ella presentía. Tal vez estaba siendo paranoica y no le sucedía nada. O tal vez sí.

Como fuese, no era el momento de adentrarse en terrenos pantanosos, era un día de sana felicidad, y Elsa presentía que nada podría arruinarlo. Prefirió cambiar de tema.

– Huh… Oigan, ¿saben, chicas? Deberíamos volver, muero de hambre.

Rapunzel y Mérida compartieron una mirada, entendiendo que no debían intentar seguir con  el tema. Los chicos siempre resultaban ser un tema de conversación referido a problemas. Caminaron, enroscadas de los codos en una hilera, rumbo al campamento.

Los chicos tenían ya el almuerzo servido, como prometido. Se sonrieron al ver a sus chicas arribar entre risas y encadenadas en un amistoso apretón. Comieron de lo más tranquilo y hablaron de diversos temas; James se había esmerado más de la cuenta esa vez.

– Está delicioso.

– Muy bueno, viejo.

– Oh, James, ¡qué rico!

– Egtá deliciozo.

– … Mhmm, como sea. Sí, esta rico.

– Es por la ocasión especial. – había dicho él.

Elsa no habló mucho, sobre todo porque tenía la boca llena cada dos por tres. Conjuntamente, grababa en lo más profundo de su mente aquella acogedora escena. Sus amigos, sentados en el pasto, comiendo y riendo de las morisquetas que hacía Jack con la comida. Felicidad pura y plena. Y paz. Sobre todo eso. El paraíso en el que estaban era un manantial perfecto para albergar la paz que en la realidad, en la vida cotidiana, parecía perdida. Y paz es lo que Elsa precisaba.

Sin embargo, algo llamó su atención. Una piedra perfectamente redonda y con musgo en la parte superior ocupaba un espacio que Elsa juró que había estado vacío hacía unos instantes. ¿Se estaba volviendo loca de apoco, o los delirios del hongo eran contagiosos? No, estaba cuerda. Y por lo que sabía, las piedras no se movían solas.

– Chicos… –  tartamudeó – ¿Alguien ha traído esa piedra?

Al oír el tono atemorizado de la chica, se dieron vuelta para ver la piedra a sus espaldas, pero no estaba allí. Con rostros confundidos, posaron su vista de regreso en Elsa y encontraron en el centro de su círculo a la misteriosa roca.

La rodearon, dejando sus platos sigilosamente de lado, y admirándola con ojos bien abiertos como si se tratase de un bicho extraño. De pronto, esta comenzó a vibrar y todos se sobresaltaron. Chorros congelantes, tenedores, hasta comida salieron volando de forma instintiva hacia adelante, pero sin reparar siquiera si estaban apuntándole a la roca.

Cuidadosamente, volvieron sus vistas asustadas y la roca dejó de vibrar. Rodó un poco en el lugar y la pandilla no pudo creer lo que sus ojos veían. A la piedra le estaban creciendo brazos y piernas. Luego, levantó lo que entendía ser una cabeza y una extraña criatura rocosa fue descubierta.

James y Hiccup gritaron a una octava, como niñas, y se abrazaron como si la criatura los fuese a devorar. Rapunzel se escondió bajo la densa cortina de su cabello, chillando. Mérida también. Elsa fue la única que quedó paralizada y adherida al suelo, sin mover un músculo del espanto. Aunque ahora no le aterraba tanto...

Jack intentó patear la roca para alejarla, pero no había sido una gran idea. Su pie hizo un horrible chasquido al golpear en la parte trasera de la cabeza de la criatura.  Se arrojó al suelo en un rugido de lamentos, y de apoco se recompuso. El hombrecito de roca no se vio afectado en absoluto ante la patada, solo investigaba a su público.

– ¿Qué ostras es esta cosa? – aullaba Jack, levantándose del suelo.

La cosa pestañeó hacia él, y después habló.

– ¿Alguien aquí es Elsa?

La aludida se sobresaltó al oír su nombre. La roca parlante no se veía atemorizante en absoluto a medida que la miraba, tiesa en su lugar, y su expresión de simple curiosidad plantó la confidencia en Elsa. Al ver aquel rostro rocoso y corroído, vestido en plantas y musgos y con un brillante collar de gemas que resplandecían al hablar, la joven pudo reconocer, más bien recordar, haber visto aquel tipo de criatura mágica.
– Un troll. – dijo en su asombro hipnotizado. Los demás espectadores, silenciosos, tenían sus ojos abiertos de par en par. Eso que era una sorpresa.

– ¿Tú eres Elsa? – preguntó el troll. La muchacha asintió.

– Oh, bien, bien. – el mismo sonrió con impresionantes dientes blancos que sobresalían de su “piel” oscura, e hizo una amistosa reverencia – Kristoff y su hermana Anna me han enviado para decirle que quieren saber dónde está usted, qué está haciendo y cómo se encuentra, su alteza. Están muy preocupados. La han estado buscando por días, pero jamás han dado con su paradero. Por eso nos han pedido a nosotros ayudar en la búsqueda. Nos costó también hallarla, pero aquí está. En el lugar menos pensado, puedo ver. – rio carismáticamente y con mucho respeto –   ¿Quiere que le envíe algún mensaje de su parte?

Definitivamente, era demasiado para tomar a la ligera. Elsa no salía de su asombro, y al oír de los labios del troll que su hermana la había estado buscando, le alegró y a su vez le rompió un poco el corazón. Su hermana la extrañaba, y no importaba cuantas veces la hiciera a un lado, Anna siempre la buscaba. Si eso no es llamado amor, entonces la palabra no tendría sentido. No obstante, Elsa no pudo evitar sentirse peor. La había abandonado tantas veces que había perdido la cuenta. ¿Qué clase de hermana era?

La misma que quiere lo mejor para ella, se recordó. Lo había hecho para protegerla, y en esa oportunidad se marchaba para hallar una forma de revertir su inmortalidad y evitar destruir a su hermana en el proceso. No solo podría ser doloroso para Elsa verla a Anna envejecer y tener que enterrarla ella misma, sino para su hermana, ver como estaría varada en el tiempo por tantos años… Sería algo que Elsa no permitiría que les pasara, ya habían sufrido bastante. Esto es por nosotras.

Tomó coraje para hablar, intentando sonar calmada y contenta de recibir aunque sea una mínima noticia de Anna.

– Te agradezco el mensaje. Dile a mi hermana que la amo mucho, que no lo olvide. Dile que estoy bien, y con amigos. No le digas donde estoy, porque la conozco y sé que vendrá a buscarme. Y lo más importante, dile que volveré pronto a casa, que estoy en una… misión, de la que me tengo que encargar por mi cuenta.  Que le deseo que sea feliz por el tiempo en el que no esté en casa. Pero volveré. Eso es todo.

– Claro, su majestad. – el sonriente troll hizo otra reverencia, dispuesto a marcharse y cumplir con su pedido, pero habló antes de rodar por donde había venido. – Oh, casi lo olvido. La princesa Anna le desea un muy feliz cumpleaños, su majestad.

Bastó para llenar el pedacito de vacío formado en su pecho y hacerla sonreír, y el troll se fue.

Los aterrados amigos se soltaron y retomaron su postura. Prefirieron ni siquiera pisar el tema del extraño troll. Pero para Elsa, ese había sido el regalo que le faltaba. Saber que su hermana no había dejado de quererla.

Mientras la tarde se pintaba en la línea del cielo, no hicieron mucho. Los chicos se pasaron el día juntos ya que Rapunzel y Mérida tomaron de rehén a Elsa y tuvieron su propio día de chicas.  Al resto, no les dejó opción.

– Deberíamos arreglarnos para esta noche, ¿no les parece? – propuso Punzie. Estaban las tres sentadas en el verde pastizal de las costas inclinadas del río.

– Falta aún para la fiesta, ¿cuánto te toma arreglarte a ti? – dijo Mérida.

– Oh, vamos, Mer. No seas aguafiestas. Tomemos nuestro tiempo de chicas, cuando caiga el sol no seremos siquiera capaces de vernos entre nosotras con la oscuridad.

– Hay fuego…

– Punzie tiene razón. – dijo Elsa – Podríamos tomarnos un merecido baño relajante…

– Bien, bien. Ustedes y sus cosas de niñas.

Se desvistieron – lo suficiente – , se metieron al río y tomaron precisamente un laxante baño. El día lucía un buen humor que les otorgó a las muchachas la temperatura perfecta de las aguas para disfrutarlo.

Elsa, en sus paños menores, pudo notar la cantidad de moretones y cortaduras de menor tamaño que decoraban su piel blanquecina. Eran la huella de la salvaje competencia, pero ni siquiera había notado los daños. No es que importase también, solo que no eran, huh, estéticos. Las otras muchachas estaban en la misma situación.

Gracias al poder sanador de Rapunzel, curaron cada herida y su piel resplandecía nueva y jovial. Para arreglarse para la sorpresa de la noche, se peinaron – menos Mérida – con trenzas, rehicieron  con ayuda el peinado de Punzie de la mañana que por causa del agua se había arruinado. También,  decoraron sus peinados con delicadas flores que crecían a la orilla del serpenteante río. Lilas, celestes, blancas, rosadas, amarillas, un arcoíris de colores tímidos salpicaban cada nudo y curvatura de sus cabelleras. Acorralaron a Mérida y le obligaron a colocarse, aunque sea algunas florecillas en sus salvajes rulos para lucir iguales en la ocasión especial. Elsa perduró todavía con la corona que Punzie le había tejido y la piedra de Luna de James brillando en su pecho.

– Es como si alguien hubiese plantado estas cosas en nuestras cabezas. Parecemos ninfas primaverales. – se quejó Mérida, disgustada por su nuevo look. Pero las chicas se tomaron para bien el comentario, lo cual irritó un poco a la escocesa. – No se rían, nos vemos patéticas.

– Claro que no, Mer. – dijo Punzie colocándole más florecillas – Es un bonito detalle, te ves guapa además.

– Ha, Ha. Chistosa. Te digo que luzco como un trapeador con hojas en la cabeza.

– Ya verás como a Hiccup le encantará. – Elsa intentaba que una pequeña violeta dejara de rehusarse a quedar en los rojizos cabellos.

Mérida se ruborizó mortalmente, pero no dijo nada.

Para la hora de escoger un vestido que usar, Elsa se fabricó con su poder helado cuantos con su imaginación y magia pudo crear, pero ninguno parecía satisfacer a Mérida y Rapunzel.

– Muy arreglado.

– Muy simple.

– Muy cursi.

– Muy largo.

– Muy extravagante.

– ¿Qué es eso? ¿Vas a vender boñiga3 en la calle?

Finalmente, le dieron el sí a un bonito azulado  con la misma caída simple y pomposa, similar al estilo de los vestidos de sus amigas, y no ceñido a la cintura como Elsa solía usar. Era más cómodo, admitió. Tenía unas finas mangas cortas, y un corsé tallado con simples diseños entretejidos, casi florales, y zapatos placenteros a juego. Le sentaba perfecto.

Sin preguntar, batió su magia y un chorro de luz congelante rodeó a sus amigas de par en par, desde sus tobillos hasta sus cabezas. No iba a dejar que ellas no tuviesen algo nuevo que “ponerse”.  A medida que ascendía en espiral, transformaba las únicas prendas de las chicas, por vestidos casi iguales a los anteriores pero parejos al suyo. El hielo enramado en sus cuerpos en forma de ropa verdadera era una novedad para las chicas, a poco era irreal. Pero los vestidos helados también fueron de su agrado, aunque para Mérida no tanto al principio. Les helaba su roce, claro, pero se veían exquisitos.

Fue hasta que se vieron en el reflejo del agua, las tres amigas, vestidas de celestes pálidos, intensos y hasta furiosos, que se dieron cuenta de lo guapas que estaban. Todas destacaban, distintas entre sí y no había una más linda que la otra. Y únicamente por el mero hecho de arreglarse de una forma simple, rústica, pero que a su vez acentuaba la belleza de las jóvenes.

Para cuando acabaron, el sol ya se había puesto en el horizonte y decidieron volver al campamento. Era hora de la fiesta.

En la región, a los norteños les gusta mucho arreglarse hasta para la celebración más insignificante. La mayor sorpresa fue ver a Hiccup, Jack y James vestidos decentemente para la ocasión. Decentemente significa que peinaron, un poco, sus cabellos –  como si Chimuelo les hubiese dado una lamida–  , se hicieron de unos finos moños de la mano de Jack y tomaron una postura de todos unos caballeros. Increíble que tales aspectos estuviesen en la piel de esos chicos. Era algo que se aprecia pocas veces en la vida.

– Whoa…

A las chicas les colgaban las mandíbulas de ver cómo había quedado el lugar.

La hoguera era del triple del tamaño de lo general, rodeada de troncos enfilados. Habían pequeñas antorchas encendidas clavadas en troncos, algunas cuidadosamente colgando de las ramas de los árboles más próximos. Eran cual velas, improvisadas, pero mágicas que flotaban en el aire, esparciendo su calidez en la cegadora penumbra. El sendero de luz llevaba al centro de la hoguera, y el espacio entre el centro y la pared arboleada era lo suficientemente ancho y cubierto por una fina capa de escarcha que le hacía resplandecer a la luz del fuego.

A un costado, había un tronco semi iluminado tumbado en el que se servían distintos platos de comidas que desprendían un exquisito aroma, los escasos vasos y un enorme recipiente que al parecer contenía la bebida. Después, la música del fuego adornaba el ambiente y su luz anaranjada combatía en las sombras contra los rayos plateados de la Luna. Todo un espectáculo irresistible a la perspectiva, las doncellas ya no podían aguantar su excitación.

– ¡Esto es asombroso! ¡Chicos, les quedó fantástico! – Rapunzel bramaba.

– La verdad… WHOA, sin palabras. – dijo Mérida.

Elsa definitivamente no tenía habla, era extraordinario. Solo sonreía excesivamente que creía que  las comisuras de sus labios, enrojecidos con jugo de fresas, tocarían sus ojos.

– Y aquí… – James se acercaba a las despampanantes chicas, en especial a Elsa, con un platillo humeante. – ¡La sopa de cumpleaños!

Vitorearon cuando la joven tomó el plato y la cuchara, inclusive ella.

– ¿Espera qué? – reía Elsa.

– Como no podemos hacer pastel aquí… –  dijo Jack con total obviedad.

– Te hicimos una sopa de cumpleaños a la que puedes soplar. – concluyó James. – ¡Feliz cumpleaños!

–Fue mi idea. – acotó Jack.

Jamás en su vida la Reina se hubiese esperado esas sorpresas. Estaba tan emocionada que pensaba que iba a llorar chaparrones en cualquier momento. Sin embargo, la situación ameritaba solo alegría. Y soplar la sopa.

– ¡Sí, sí, sí! – la alentaban a su alrededor. Elsa enrojeció en una sonrisa, cargó la cuchara y sopló. –  ¡Vamos! – aplaudieron.

– Está buenísima ¿Qué hice para merecerlos? – probó otra cucharada de la sopa. Antes de que volvieran a pestañear, casi se había comido todo el plato.  

– Hay más sopa por si quieren.

Por supuesto, todos quisieron. Cenaron solo un plato, ni siquiera hubo tiempo de sentarse. Prontamente, sintieron sed.

– Mi lady. – Hiccup le tendía sonriente a Elsa un vaso con contenido sospechoso, luego a Jack, a James y a las jóvenes a su lado.

– ¿Hiccup un caballero? Pero qué sorpresa. – dijo Mérida sarcásticamente al recibir el suyo. Ninguno pudo evitar mirar su vaso con recelo.

– Muy graciosa, Mérida. - le respondió él.

– ¿Y esto?

– ¿Por qué burbujea así?

– ¿Tú has hecho esto? – preguntó Rapunzel, mirando en el interior con sigilo.

– Con razón huele así de raro…

 – Oigan, no lo miren así. – dijo Hiccup –  Es mi famoso öl, la mejor bebida vikinga que vayan a probar en la vida. Vamos, pruébenlo. Ya verán como suplicarán por más.

Fruncieron el ceño. El incierto licor largaba un fuerte olor que taponaba las vías nasales y hacía cosquillar la parte trasera del cerebro.

– Esto… ¿Esto es cerveza, Hicc? – preguntaba Elsa con un tono de alarma al olfatearlo, que luego se distorsionó en diversión. Hiccup había preparado bebidas fuertes para la fiesta, y el lado racional de Elsa encendía la alerta roja en su mente. Sin embargo, era su cumpleaños, ¿por qué echarse atrás y decir que no? Podía beber alcohol –moderadamente – cuando quisiese. ¿A quién le importaba si no estaba abalado por la realeza? Ella era Elsa, no solo una Reina. Y esa Reina se iba a divertir.

– ¡Pues claro! ¿Qué celebración no implica un poco de öl? Pero cuidado, no querrán tomar en exceso, las bebidas vikingas son más potentes que las normales.

 A mí no me asustan tus pachorreadas. – rio Mérida, con un poco de arrogancia. Ella tenía un fornido estómago, e iba a resistir cualquier boba bebida vikinga del chico.

– Por Elsa. – Jack se aproximó más a la rondita, con su vaso medio vacío en alto. Los amigos imitaron el gesto.

– ¡Por Elsa!

– Feliz cumpleaños, Els. – soltó él tibiamente. No paraba de mirar a la cumpleañera con intensidad que estremecía a la muchacha, pero no se le notaba. La felicidad por la fiesta, su fiesta,  era más fuerte que cualquier cosa.

– Whoa, rayos. Esta cosa es… –  James tocio luego de beber casi toda su bebida. Había sido una mala idea. –… Demasiado fuerte. – logró decir forzosamente. La tremenda cantidad de alcohol le quemaba la garganta.

– No está mal. – Rapunzel tomaba de a sorbitos.

– ¿De dónde lo conseguiste, Hicc? – preguntó Jack lamiéndose los labios. Casi nunca bebía alcohol, por no decir jamás, pero ese öl estaba interesante.

– Un vikingo siempre viaja con un poco de öl a todas partes. Bueno, la verdad en absoluto lo creí práctico, ni pensaba usarlo hasta esta ocasión. Pero es una tradición, ya sabes.

Mérida rodó los ojos, pero sonrió burlonamente.

– Además, la fortifiqué con algunas cosillas que encontré por los alrededores.

– Bueno, yo creo que necesito un poco más de este öl. – Mérida batió su vaso desocupado. Para ese momento, sus mejillas comenzaban a tornarse rojas.

– ¿Otra ronda? – preguntó James. La pandilla alzó sus cacharros vacíos al unísono, y este les sirvió otra ración.

– Bien, bien. – Jack le quitaba su vaso de las manos de Elsa, que estaba embelesada con aquella rica y extraña bebida. Solo quería más… –  Ya has tomado lo suficiente.

– Solo tres vasos. – dijo Elsa medio riéndose, y un cuarto quejándose. No supo por qué, pero le dieron gracia sus palabras.

– Eso ya es suficiente.

– Pero... – Pero está rica esa cosa.

– Vamos a bailar. – Jack depositó los vasos en la improvisada mesa y tomó sus manos, con ternura. Era su fiesta, quería que la disfrutase al máximo. Y si de alguna forma terminaba ebria con la bebida de Hicc, sería un imprudente problema. Jack sintió el extraño y odioso sentimiento de responsabilidad; malestar al privar una situación que podría resultar grandiosa, y a la vez satisfacción que viene de la mano de saber que se está haciendo lo correcto.

Elsa chascó la lengua, su cabeza daba unos pequeños trompos pero no era tan tedioso. Aceptó que Jack la llevase a la rosca alrededor de la hoguera, y el resto les siguió.

James sacó de detrás de un árbol pobremente salpicado de luces un tambor mediano de piel de alce y dos cuernos de cabra.

– ¿Y eso? – preguntó Rapunzel tomando uno de los cuernos. Hiccup tomó el otro y le explicó.

– Lo usamos de trompeta para hacer música. – se lo llevó a los labios y comenzó a soplar. Un grueso sonido provino del mismo. Y luego siguió el canto. –   They say it’s your birthday; it’s my birthday too, yeah... 5

Pronto, los demás se encontraron a sí mismos siguiendo el son de la canción bien sabida por todos a máximo volumen.

They say it’s your birthday, we’re gonna have a good time.

James tocaba a perfecto ritmo el tamborcillo bajo su brazo, y Hiccup y Punzie hacían sonar los cuernos como trompetas. Elsa, Jack y Mérida aullaban activados y cantaban con más fuerza a la vez que los presentes saltaban en el lugar.

I’m glad it’s your birthday. Happy birthday to you!

Y de ese modo se desató el descontrol.

Chimuelo, quien había estado durmiendo prácticamente todo el día a la sombra y pensaba seguir haciéndolo por la noche, se levantó de su “cucha” echando humo por la nariz y se fue a otra parte gracias  a los molestos ruidos.

Siguieron cantando y girando sobre sí;  bailando, se podría decir. Primero aisladamente, se sacudían en el lugar e increpaban como si no hubiese nadie a kilómetros. Lo que era cierto. Los movimientos iban desde la cabeza hasta los pies, movían piernas, caderas, brazos, aunque ni siquiera coordinaban con el acelerado compás de la canción de cumpleaños. Luego armaban una ronda y metían en el centro forzosamente a uno para que bailase junto a sus aplausos.

– No, no, no. – se apresuró en decir Elsa al ver que la metían en el círculo. Tal vez para el ballet no era tan mala, pero para bailes así… Oh, no. Tenía dos pies izquierdos y palos en lugar de piernas. No tenía ritmo ni coordinación. Ella no iba a bailar. Pero… el ámbito, sus amigos, el momento lo requería. Solo era bailar, por más dura y vergonzosa que fuese o se sintiese. Y por un segundo, ella quiso hacerlo.

La música no tiene fronteras, no necesita de traducciones ni de explicaciones. La música se siente. Y gracias  a la improvisada música que ya se había quedado sin letra, solo vitoreo, gritos y silbidos, Elsa comenzó a girar en el lugar cual trompo. El ambiente se animó más al verla danzar con total soltura y sin miedo y los aplausos subieron de volumen. Era un alma libre de toda preocupación, miedo, tristeza.

– ¡Vamos, ven! –  Cuando ya supo que estaba cansada de girar y sospechaba que la sopa y öl iban a escaparse de su estómago, tomó el brazo de Rapunzel para invitarla al centro. Por supuesto que estaba deseosa de hacerlo, a ella le encantaba bailar.

– ¡Yiaajuu!

Bailaron en el centro uno por uno, no hace falta resaltar lo ridículo que lo hizo Hiccup con su pie de lata, pero a nadie le concernió. El hechizo de las risas había caído sobre ellos como un manto invisible, y no pensaba desvanecerse.

– ¡Elsa, Elsa! – Hiccup y Jack trataban de llamar su atención mientras ella seguía saltando a los golpes del tambor y los cuernos. Cuando la obtuvieron de regreso de su maravilloso trance, le ofrecieron un pequeño tronco.

– ¿Qué es esto?

– Es un Yule Log6, pero será solo Log porque faltan meses para Yule.

– Yule es la navidad vikinga. – aclaró Jack.

– Exacto, y es tradición hacer quemar un tronco del año anterior – señaló el Log –   por toda la noche para la buena suerte.

Elsa se sonrió al tomarlo y la vieron arrojar el Log a la hoguera. Las chispas que se desprendieron de las llamas al caer el tronco se dispersaron por el aire, como una llovizna ardiente. La fiesta era cada vez más espectacular y… salvaje. Sobre todo después de beber más öl.

En pos formaron parejas que según la música cambiaba, pero en un principio fue así: Punzie con Mérida, James con un muy humillado Hiccup y Jack con Elsa. Claro que se habían emparejado más o menos a propósito por pedido del Guardián.

– Su majestad. – se ofreció Jack con un tono bromista, haciendo una reverencia tan profunda que su nariz casi tocaba el suelo, y con suficiente solemnidad para hacer sonreír a Elsa. Ella apegó su mano sobre sus labios ocultando su risita chillona, efecto del öl, claro estaba. Jack se postró nuevamente sobre ella, y sin preguntar, tomó su mano, y posó su otra mano en su cintura y la llevó bailando con pasos saltarines y girantes alrededor de la flama.

La música tomó el ritmo de otra canción que iba así:

Bailen en círculo, bailen en círculo,
Bailen en círculo, bailen en círculo,
Bailen todos, bailen todos, bailen todos en círculo.

La pandilla acudía a las instrucciones de la conocida canción infantil y hacían lo que esta comandaba.

Bailen de uno en uno, bailen de uno en uno,
Bailen de uno en uno, bailen de uno en uno,
Bailen todos, bailen todos, bailen todos en círculo.

Y seguía diciendo que bailaran de dos, de tres y cuatro hasta que bailaron entre todos, y de vuelta en parejas.

– ¡Me mareo! – gritaba Elsa para hacerse escuchar mientras cabrioleaba en los brazos de Jack a toda velocidad. Él  reía.

– ¿Quieres parar? – también tenía que elevar la voz entre los gritos y la estruendosa música.

– ¡Jamás!

– ¡Acaso esto no tiene un botón para frenar! – gritaba Mérida mientras daba vueltas con Punzie.

– ¡De qué hablas, Mer, esto es grandioso! – Luego se dispersaban para cambiar de parejas.

Al terminar, se sirvieron otra ración de öl y por suerte seguía habiendo suficiente para toda la noche.

Estaban sudorosos, en un periodo de exaltación, euforia, energía y fogosidad. Tenían algunos los ojos más vidriosos que los otros, y sus mejillas se tornaban rojo granate. Aunque Jack era el que más normal se veía a simple vista, a no ser porque por alguna razón que hacía cosquillar su cabeza y cuerpo, absolutamente lo más mínimo le causaba ganas de desternillarse de risa.

La fiesta continuó así, cambiaban de parejas pero nunca se detenían. Acrecía el volumen de las risas y cantos hasta que la voz les comenzaba a fallar, entonces optaban por bailar con la copla de los escasos instrumentos musicales.

Por suerte, ninguno se había pasado de copas, a excepción de Mérida.

– Jacob, Jace, Jabón… –  ella hablaba entre risas e hipos – Jarrón… ¡Oh, rayos olvidé tu nombre!

James, su actual pareja de baile, le sonreía aunque un poco preocupado. Los pasos, ya de por sí torpes de Mérida, eran exageradamente mostrencos ahora que la había visto terminarse su décimo vaso de öl.

– ¿Mérida, te sientes bien? – frenó en seco de sus volteretas, pero ella seguía girando como si no lo hubiese notado alrededor del joven asustado, como los planetas en torno al Sol. Solo que más ridícula mientras trataba de abrazar al aire sobre su cabeza.

– ¿Bien? Estoy… –  hipo – perfecta. ¿No me ves, Jamón?

– James. – el aliento de la chica le hacía marear un poco.

– Salud, viejo. – Mérida seguía riendo, incluso después de tropezar entre sus pies y caer al pasto.

– ¿Oigan qué pasa aquí? – Hiccup se había alejado de Punzie para acercarse a ellos y miró a la escocesa espantado con un brillo de gracia. Sentada y riendo cual desquiciada, Mérida se estaba metiendo en la boca y masticando las florcillas que adornaban su cabellera indomable. Como desearía tener algún elemento que permitiese captar imágenes instantáneas…

– Mérida ha… Bebido de más. – explicó James, mirándola con cierta pena.

– Ya veo. – Hiccup ocultaba una risa, y le tendía una mano a la joven para levantarse. Pero ella estaba muy ocupada mascando los pétalos. – También veo que no has podido resistir a mi öl como pensabas…

– ¿Insinúas que estoy ebria? – exclamó con voz espesa y nasal. La Mérida consiente le hubiera roto la mandíbula junto a unas cuantas costillas, pero esa había sido reemplazada por una desconocida come flores. En vez de gritarle y escupirle en la cara al hediondo vikingo, solo se rio.

– Algo así. Mhmm, veamos… ¿Hasta qué punto estás borracha? – sonreía con malicia.

– Creo que sé perfectamente lo que hago, Hucc… Hiucc… Hif… Como seas. – resolvió contrariada. Luego se levantó como pudo y lanzó sus brazos sobre James, por poco logrando que se cayeran. – ¡Jason! Te quiero como a un hermano… –  le decía, él notablemente tratando de estabilizarlos a ambos – Al principio me caías mal, pero ahora… no tanto, Jamaica.

– Exaltación de la amistad, primera fase de la borrachera, obviamente pasada. – decía Hiccup.

– James. – le corregía a la muchacha que colgaba de él.

– ¿Quién?

– Yo.

– ¿Tú? – y Mérida reanudó una extraña danza que consistía en patalear como pato y girar en el lugar mirando el cielo, tarareando – Tu, tu, tu, tururú, tu, tu, tu. – cual circo. Fase dos, cantos alegóricos acompañadas de logradas coreografías. En seguida, se echó a reír desquiciadamente de un chiste que nadie salvo ella había escuchado.

– Risa tonta, fase tres. – Hiccup anotó mentalmente para sí mismo mientras reía al ver a la chica perder toda dignidad que le quedaba.

– ¡Ya deja de contar! – le dijo ella –  ¡Es que no estoy borracha!

Cuarta fase, negación. Estaba lo suficientemente ebria para no recordar nada al día siguiente. Sería mejor hacerla descansar, pensó el vikingo.

– Ya estás, vamos. Te vas a recostar un rato. – Tomó su mano, pero ella le repelió como si su toque ardiera.

– ¡No! ¡Quiero quedarme en la fiesta! ¡No quiero dejar de bailar nunca! – en cuanto estuvo alejada siguió girando, pero Hiccup logró que parara de hacer el ridículo.

– Ni hablar. Vamos, princesa, hazme caso. Será mejor que te acuestes, por tu bien.

– ¿Y a ti que te importa mi bien?

Touché. Le había agarrado con la guardia baja. Sin embargo, el conocía la respuesta, pero soltarla era algo que no le apetecía, que iba contra algo en su ser, y que a su vez quería ser liberado. Necesitaba decirlo por más bobo que sonara de sus labios tercos. Pero era la verdad, y la verdad fue dicha.

– Me preocupas.

– No deberías. ¡Eres un vikingo! – y ella una escocesa, ¿es que nadie lo entendía? ¿Estaban todos bajos los efectos del öl? Oh, no, claro. Ella lo estaba. Je, je, je.

– Claro que lo soy, princesa, e igual me preocupo. –habló dulcemente. Por supuesto que le preocupaba, verla tan frágil y perdida a la vez, al estar acostumbrado a su tosca fachada, era alarmante. Y ni sus raíces le impedirían sentirlo. –  Hazme un favor, y preocúpate por ti también.

Hipnotizada y afectada por sus palabras tanto como él,  Mérida dejó que la guiara lejos del calor de la hoguera a la fría oscuridad. Al dejar de girar, podía sentir el malestar que se plantaba en su mente y todo el cuerpo. Aguantó las ganas de vomitar frente a él. No obstante, su agarre, sus manos unidas, le daban una fuerza indescriptible y desconocida que sobrevolaba las barreras que imponía su borrachera.

– ¡Mérida! – Rapunzel caminaba rápidamente hacia ellos mientras se alejaban. Ambos se volvieron a verla. –  ¿Hiccup, qué sucede?

– Oh, tranquila Punzie. Solo está un poco trompa. Se le pasará, pero será mejor que descanse por lo que queda de la noche. Ha bebido demasiado. ¿O no, princesa? – le dijo al oído. Ella se estremeció un poco al sentir su aliento tan cerca.

– Puede que no huelas tan mal después de todo, Hipotenusa.

– Está un poco mal con los nombres, es una parte de la borrachera. – le explicó el vikingo a Rapunzel.

– Yo me encargaré de ella. – se ofreció y tomó la mano suelta de la pelirroja al verla tambalear. – Gracias, Hicc.

– Por nada. – tuvo que soltar su suave y pálida mano, aunque no quisiese. Quería sostenerla por más tiempo, por el amor de Odín. Loki le debía estar jugando una mala pasada, porque se estaba volviendo loco. Y por ella. Por eso dijo lo que dijo. –  Cuídala bien por mí.

Cuídala bien por mí. Esas palabras se oían lejanas entre la vista borrosa de Mérida, pero revoloteaban por su mente. Caminó de la mano de alguien que no supo reconocer hacia los árboles, posiblemente para ser tumbada allí. Se giró para ver a una figura pequeña, pero firme, mirándola desde lo lejos. Alzó su mano, para llamarlo, tocarlo, aunque estaba lo suficientemente lejos para alcanzar solo el aire entre ellos. Quiso decirle algo, pero se olvidó qué.

– ¿Qué sucede? – preguntaba Elsa al ver la expresión de Jack mirando a los árboles. Porque solo podía mirarle a él en su estrecho abrazo mientras bailaban al son de una música tranquila, los tambores y trompetas habían cesado y solo se oía el cántico de la noche. Había estado ellos dos bailando con la compañía de tarareos, nada más.

– Oh, Mérida ha tomado un poquito de más. Pero estará bien no te preocupes.

Elsa rio, aunque debería estar preocupándose por su amiga las palabras de Jack fueron suficientes para relajarla como otro vaso de öl. Mhmm, öl…

– Creo que voy a… –  intentó separarse de los brazos del chico pero este la sostuvo con más fuerza, impidiendo su fuga hacia la mesa con tragos.

– Huh, huh. Ya has bebido demasiado tú también, no querrás terminar como ella y acabar la fiesta.

– ¡No es cierto! – no recordaba cuántos vasos exactamente, pero sabía que no tantos. – Estoy perfectamente lúcida, y no necesito de tus cuidados o consejos. – dijo con voz pastosa y sin mucha credibilidad.

– A decir verdad, no te ves del todo lúcida. Es mejor que no bebas otro por un tiempo, Els.

– Ya. ¿Pero por qué me proteges tanto?  Ni que fueras… –  en cuanto lo dijo, se arrepintió. Su estúpida lengua se había soltado y le entró el pánico. Por otro lado, y completamente lejos de la idea que Elsa se había planteado, Jack estaba divertido.

– ¿Ah, no? – dijo con un tono suave como la tela, sin enojo o reclamo. Sabía que iba a decir que no era su Guardián, pero se atrevió de todos modos a preguntarlo con una nota... sugerente, se podría decir. Elsa se atrevió a mirarle a sus ojos color océano, y encontró calidez. Un poco de mareo también. La estaba mirando, con su ceja levantada e increíblemente de forma seductora. Si el öl no le dejaba pensar al 100% con claridad, menos las miradas de Jack.

Casi se había permitido dejarlo a él entre renglones, Jack era una especie de recuerdo lejano al encontrarse hacía cuatro días atrás en el bosque. Pero el reencuentro bastó para acrecentar lo que ya existía, lo que ya sentía por él. Su aventura en aquel lugar perdido de Arendelle lo amplificaba. Y bajo los efectos de la bebida vikinga se pudo dar cuenta, por extraño que pareciera.

Ella nunca podría resistirse a aquellos encantos, aquellas miradas, gestos, palabras, sonrisas. A Jack. Era su debilidad, y a la vez quien la fortalecía. Y como una tonta, había estado casi todo el tiempo intentando moverlo a un costado para enfrentarse a su destino por su cuenta, cuando en verdad el hecho hizo que se diese cuenta de que lo necesitaba a él más que nunca. Él era su Guardián.

– Oh… Bien, en verdad lo eres. –admitió bobamente, pero era la verdad.

– Sabía que lo dirías. – dijo con arrogancia. Pero con una pinta de dulzura que Elsa pudo atrapar en sus labios. Ante otra mirada de él bañada en arrogancia, Elsa rodó los ojos. La había pillado.

– Nunca has dejado de serlo.

– ¿Ni aunque me lo hayas rugido prácticamente? – alzó una ceja y habló con sarcasmo burlón.

Elsa rio. – No, no era cierto. Estaba molesta… y…

– Shh, no hay nada de qué hablar. – la tranquilizó con una cálida sonrisa en sus fríos labios. Pronto, la joven se sintió reconfortada. Los problemas no tenían lugar en su mente cuando se abrazaban así, nada existía más que ellos en el universo. Había paz.

Rapunzel se encaminó a Hiccup y James que se servían lo poco que quedaba de öl, y les habló en susurros como si no quisiese despertar a Mérida que dormía en la lontananza.

– Chicos, creo que también me iré a dormir. Estoy muerta de cansancio.

– ¿Cómo está Mérida? – preguntó James. Le había ganado a Hiccup de antemano, lo que hizo que inconscientemente arrugara el ceño.

– Bien, ha vomitado un poco. Seguro que mañana le dolerá la cabeza y se quejará por horas, pero está bien dentro de todo. Solo espero que no se acerque al öl por un tiempo.

Hiccup se sintió un poco culpable. Tal vez la escocesa había bebido en exceso para demostrarle qué tan fuerte era para soportar sus bebidas. Pero de ser así, ¿por qué sentía ella esa necesidad de completa competencia? ¿Qué le pasaba? ¿Y qué le pasaba a él que no podía dejar de pensar en ella y en estúpidas teorías, sobre todo después de que lo haya rechazado olímpicamente? No podía pensar claramente, así que optó no pensar y solo improvisar.

– Creo que también me iré a acostar. – fingió un bostezo. – Por cierto, semejante fiesta hemos tenido. Será difícil que olvide esta noche. Ni en Berk tenemos fiestas así.

– Es verdad, estuvo genial. –comentó James y le ofreció los cinco a Hiccup, quien se los chocó – Casi que no tengo voz. Por cierto, ¿alguien sabe cuánto ha durado?

– Ni idea. Solo sé que comenzó más o menos a las ocho de la tarde. – Punzie miró al cielo. – Deben ser las tres de la mañana.

Como si esas palabras les aplastaran, sintieron en conjunto el peso del cansancio. ¿Tanto había durado? Habían estado bailando y cantando, bebiendo, por horas y no lo habían notado hasta el momento. La hoguera era tan solo una pequeña fogata, y eran Jack y Elsa los únicos que seguían de pie, balanceándose abrazados.

– Sí, será mejor que nos vayamos. Mañana podremos limpiar todo esto.

– ¿Y qué hacemos con ellos? – James miraba con cierta condena a la pareja cerca del fuego, fundiéndose entre sí. Se imaginó siendo él enredado en los brazos de Elsa, y no pudo evitar la tristeza que aquel sueño escoltaba. Sintió la mano de Hiccup posándose en su hombro.

– Será mejor que los dejemos asolas. – y se fue sonriendo a las sombras para recostarse. A James no le gustó el significado que abarcaban aquellas palabras. Eran dolientes, y en cuanto más se quedaba mirándolos, más dolía en el corazón. Apartó la mirada y se fue.

La espalda del granjero fue lo último que vio Jack desaparecer los árboles cercanos al despegar su rostro de la hendidura del cuello de Elsa. Olía tan bien.  Al ver a su alrededor y notar el vacío, se sintió de ese modo por dentro porque en algún momento tendría que separarse de ella. No supo cuánto tiempo habían estado en esa postura, pero lo que menos quería era separarse. Por los suaves y lentos latidos de su corazón que sentía desde su pecho, podría decirse que Elsa se estaba quedando dormida en sus brazos. Con cuidado, posó su mano sobre la floreada trenza de la joven para llamar con cuidado su atención.

– Els. Elsa…

– ¿Mhmm?

– La fiesta ha acabado.

– Oh… –  se removió en sus brazos y volvió a apoyar su cabeza más profundamente en su gélido pecho.

– ¿Tienes sueño?

Su respuesta fue un tierno bostezo, como el de una niña.

– Ven, será mejor que te lleve a acostar. – le dijo al oído.

– ¿Y el fuego? –   con un sorbo de su fuerza se separó de él para ver a su espalda el fuego que se consumía.

– Se apagará solo. Vamos. – tomó su mano, como si tuviese todo el tiempo del mundo y la guío lejos de donde había tenido la mejor fiesta de cumpleaños de su vida.

– ¿Cuán cansada te sientes?

Otro bostezo. –  ¿Por qué? – Elsa hizo lo posible para sonar activa, pero los párpados le caía y los bostezos amenazaban con salir cada vez que abría la boca.

– Quiero darte mi regalo especial.

Algo, una cosa, una neurona, una lo que sea se encendió en el cerebro de Elsa, y como por un interruptor, se sintió despierta de nuevo. Bueno, casi despierta del todo.

Se dejó guiar, más adentro de la arboleda. No veía a sus amigos por los alrededores. Miles de opciones de lo que su “regalo especial” sería volaron por su cabeza como una película. Se sintió nerviosa y expectante, pero en el buen sentido. Agradeció miles de veces a su cansancio por evitar que se pusiera a sudar y ruborizar gracias a las suposiciones que pensaba.

– ¿A dónde vamos? – Elsa no reconocía haber caminado por ese sendero antes. Y esto que se sabía prácticamente de memoria kilómetros a la redonda.

– Ya llegamos. – Jack se había vuelto a mirarla, con alegría en sus ojos ojerosos y místicos. Le daba la espalda a un muro de plantas y hierbas que crecían para formar una cortina vegetal. Jack usó su bastón para mover la maleza y se adentraron por el hueco, agachados, casi gateando.

– Vaya… –  dijo Elsa en un suspiro. Era un pequeño prado mágicamente pintado en plateado y jade. Estaba oscuro, solo llegaba la luz de la Luna por entre el techo de las copas de los árboles. El suelo era cóncavo, como un lecho cavado con cuidado en el verde pasto. Simple y hermoso. Fue imposible contenerlo, y se dejó caer sobre el cristalizado pastizal plateado verdoso.

Lo mejor era el cielo. Se veían las estrellas sonriéndoles a lo lejos como puntos radiantes, y la Luna parecía ser más majestuosa sobre aquél prado. El cielo era azul oscuro con manchas de tonos más claros. No había palabras que comprendían la divinidad de ese lugar escondido. Había tantas sorpresas en ese mundo que comenzaba a descubrir, pensó Elsa.

– A sí que aquí te escapas por las noches… –  dijo Elsa en su trance mirando el cielo. Era hipnotizador, dominante. Jack se vio sorprendido ante el acierto de su pequeño secreto.

– Adivinaste.

– Ya veo. Es…

– Mágico. – terminó él, y se sentó a su lado. Sabía lo que se sentía. – Y te lo quiero regalar a ti. Te quiero dar esta armonía, esta belleza, el cielo. Sé que no es un regalo que en verdad cuente, pero nada material sirve cuando se trata de ti. De nosotros. Es todo lo que te puedo dar, no es que por ser Guardián tenga un buen salario, ya sabes... - Jack se dio cuenta de que de los nervios estaba hablando paparruchadas y cerró la boca, mirando el océano de estrellas sobre ellos.

Elsa le miró. No lo creía posible, pero Jack le acababa de dar uno de los mejores regalos. Le estaba dando sentimientos, recuerdos. Se abalanzó sobre él en un abrazo que los tiró sobre el lecho hundido.

– Me encanta.

– ¿Sabes lo que significa?

– ¿Qué?

– Que te amaré hasta el día en el que el cielo deje de existir.

Se lo ganó. Un tierno beso que anhelaba no terminar, pero lo hizo. Aun cuando se despegaron del abrazo, sus manos estaban unidas. Nada los separaría. Ni el sueño.

Jack sentía que su cuerpo le gritaba groserías de lo cansado que estaba. Aún así, el momento era inspirador. El silencio que se había fundido entre ellos, le hizo recordar a un agradable momento de su vida pasada que gracias al Hada de los Dientes había podido recuperar. Noches de escabullidas con su hermana para admirar el cielo sobre su precario techo. Abrazados ante el frío con su hermana, Jack y ella cantaban una nana especial para ellos. Su nana. La misma que agradecía al cielo el poder apreciar la belleza de cada día.

Jack sintió ganas de cantarsela a ellas. A su hermana, su recuerdo. Y a la mujer que más amaba yaciendo a su lado.

Now I've heard there was a secret chord

That David played, and it pleased the Lord

But you don't really care for music, do you?

Elsa abrió los ojos y alzó la mirada, sorprendida. ¿Jack Frost estaba cantando? Pero no ese cantar por solo hacer boberas, sino que... desde el corazón. Y algo le decía que estaba dedicada a ella.


It goes like this

The fourth the fifth,

The minor fall, the major lift

The baffled King composing Hallelujah,


Las palabras eran dulces, que de haber sido un pastel, hubiese empalagado. Sin embargo le hacía remover las tripas, su corazón se aceleraba. No sabía que Jack conociese una canción tan armoniosa y expresiva, llena de sentimientos. Ni que su voz fuese la indicada para ese canto. Le estaba cantando con el alma por primera vez. Como si hubiese abierto su pecho para ella por completo. No lo pudo contener, y Elsa se unió a dueto en el estribillo, tampoco quería arruinar la situación.


Hallelujah, Hallelujah,

 Hallelujah, Hallelujah...


Jack sonrió mientras su labios emitían el Hallelujah, eran un dueto que encajaba como dos piezas de rompecabezas. Elsa dejó que él siguiera con su fastuoso y sublime cantar, mientras ella absorbía ese momento.


Your faith was strong but you needed proof

You saw her bathing on the roof

Her beauty and the moonlight overthrew you

She tied you to a kitchen chair

She broke your throne, and she cut your hair

And from your lips she drew the Hallelujah


Ambas voces se unieron.


Hallelujah, Hallelujah

Hallelujah, Hallelujah...


Y por su cuenta, Jack culminó con el final de la relajante nana, acunando la mano de Elsa sobre su pecho, sin despegar los ojos de las alturas. Sintiendo cada palabra desde lo profundo de su ser.


Maybe there's a God above

But all I've ever learned from love

Was how to shoot somebody who outdrew ya

And it's not a cry that you hear at night

It's not somebody who's seen the light

It's a cold and it's a broken Hallelujah...


Hallelujah, hallelujah, hallelujah, hallelujah...

Hallelujah, hallelujah, hallelujah, hallelujah...

Hallelujah, hallelujah, hallelujah


Hallelujah, hallelujah...


Después, silencio. No había palabras que decir. A Elsa se le escaparon algunas lágrimas que Jack pudo sentir humedeciendo su abrigo. Sin decir una palabra, le escurrió las gotitas que se escapaban de sus ojos, mirándola como si ella fuese el precioso cielo.


Ella tomó coraje, parecía patética llorando en una ocasión tan linda, pero había sido muy tierno que en verdad le había tocado el corazón. Jack no se mostraba molesto, ni sorprendido, solo calmo como el agua sobre un estanque.


– ¿Jack? - dijo firme.

– ¿Mhmm?

– También te amaré hasta que el cielo se termine. – su voz se apagaba en un profundo bostezo y Elsa luchaba por mantener los ojos abiertos. Pero el sueño era un ejército completo batallando con ella sola. Jack notó los esfuerzos que ponía en seguir admirando y disfrutando del lugar, de él. Pero merecía descansar.

– Duerme.

– Pero…

– O te contaré una de mis historias.

– Eso es manipulación emocional, Jack… –  se acomodó, su cabeza yacía sobre el hombro de Jack. Sentía sobre su mano izquierda los sutiles golpecitos del corazón del Guardián, eran la nana perfecta para hacerla dormir. Se esforzó por abrir una última vez los ojos y poder mirar enfrente de ella aquel precioso perfil de ojos azules salpicados por los brillos plateados que se reflejaban de las estrellas. Ojalá pudiese ser esa la imagen que viese cada noche antes de dormirse.

– Claro que no, mis historias son geniales. – ahogó una sonrisa para evitar sacudirla. Le echó una mirada. Se veía serena y las luces nocturnas le daban un aire de madurez en ella que él casi ni conocía.

Tenía veintidós ahora, pero Jack no pudo reconocer ese año agregado en su piel, sino que en la forma en la que dormía. Era una mujer hermosa, que crecía y aprendía de la vida cada día. Ahora que lo pensaba, no iba a perderse el proceso de envejecer, por lo menos no en el exterior.  Eso si no se deshacía del hielo en su corazón.

Pero ¿qué iba a pasar con él? Si ella no lo lograba, podrían vivir juntos, el amor ya existía. Y él necesitaría hacer lo que no había hecho en siglos. Madurar. Había vivido como adolescente desde que había recibido su don y su vida nueva. Hasta que Elsa entró en su vida a moverle los cimientos. Pero si algo estaba seguro, si había algo que gritaba su corazón y mente cada vez que la veía, era que haría cualquier cosa por ella. Incluso madurar.

Incluso ayudarla a acabar con su única oportunidad de tenerla a su lado para siempre. Porque así de demasiado era su amor por ella.

– ¿Elsa?

No hubo respuesta, solo su profunda y silenciosa respiración al dormir. Jack le quitó algunas florcillas de su cabello, con cuidado de no molestarla, y besó su frente, dejando un diminuto rastro de escarcha por donde sus labios de habían posado. Articuló un te amo. Y se durmió con el último recuerdo de ella contra su cuerpo.

Había paz.


Fin del capítulo 40



Phew, 38 páginas de word. Se siente como haber corrido una maratón.

Espero les haya gustado ♥ Espero sus comentarios que son más o menos equivalentes a un abrazo.

Y tal vez se pregunten, ¿Britt, dónde está el lemon que nos prometiste? Bueno amigos míos, es probable que en el capítulo siguiente. Así que a cruzar los dedos porque termine pronto y sea agradable a la lectura.

Esta es la canción, la nana, que Jack le canta a Elsa en su lugar escondido. Les recomiendo escucharla, porque es realmente bella. Tal vez les suene conocida...





Si precisan una traducción de la canción al español, no duden en pedirla.




Glosario:

Yule1: navidad vikinga celebrada en el solsticio de invierno que se llevaba a cabo en los pueblos germanos paganos, entre ellos los vikingos.

Yule Boar2: cerdo de navidad de la tradición vikinga.

Boñiga3: estiércol.

4: canción Happy Birthday de los Beatles.

Yule Log5: tradición pagana de quemar un gran tronco del año anterior, que debía arder toda la noche.












                      click aquí

17 comentarios:

  1. wow me encantoooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!! es fabulosa la fiesta de Elsa y en especial Jack, espero con ancias el proximo, saludos y besos Cande :)
    Primer comentario xD !!!

    ResponderBorrar
  2. Me encanto el capitulo pero mas me encanta que pensáramos igual... siempre supuse que Elsa tenia 21 años de edad en la película y Anna unos 18....

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Es que esas son sus edades verdaderas según la productora y directora de Frozen xD. Saludos!!

      Borrar
  3. Aunque suena hermoso que Elsa y Jack estén juntos para siempre hay algo en este capitulo que me llamo la atención o me hizo llorar mas bien... y es cuando escribiste esta parte...

    " Su hermana la extrañaba, y no importaba cuantas veces la hiciera a un lado, Anna siempre la buscaba. Si eso no es llamado amor, entonces la palabra no tendría sentido. No obstante, Elsa no pudo evitar sentirse peor. La había abandonado tantas veces que había perdido la cuenta. ¿Qué clase de hermana era?

    La misma que quiere lo mejor para ella, se recordó. Lo había hecho para protegerla, y en esa oportunidad se marchaba para hallar una forma de revertir su inmortalidad y evitar destruir a su hermana en el proceso. No solo podría ser doloroso para Elsa verla a Anna envejecer y tener que enterrarla ella misma, sino para su hermana, ver como estaría varada en el tiempo por tantos años… Sería algo que Elsa no permitiría que les pasara, ya habían sufrido bastante. Esto es por nosotras."

    El amor de hermanas es un amor puro, incondicional y sobretodo... ETERNO... y la gran verdad es que no imagino la vida sin mis hermanas... por esa razón yo voto porque Elsa pueda crecer junto a su hermana...

    ResponderBorrar
  4. o si no sacarle la inmortalidad a el( perdon no lo puedo soportar muchas historias terminan con que ella muere) ej: almas heladas

    ResponderBorrar
  5. Wow, divino <3 perdón si no comenté pero es que casi siempre guardo tus capítulos para leerlos a las tres o cuatro de la mañana, no sé, siento que los disfruto más xD. Esa canción me trae TANTOS recuerdos, casi lloro xD

    ResponderBorrar
  6. hermoso capitulo aunque se que muchas te lo han dicho, me pareció, romántico, bello, emotivo en serio es una historia que vale la pena leer .Gracias por este momento de lectura preciosa aunque algunas veces me saque algunas lagrimas es hermoso el amor que demuestras en tu historia es incondicional ,infinito , un amor de en sueños , verdadero que cualquiera desearía tener me encanta tu historia
    nota :soy una chica, me lamo Valentina

    ResponderBorrar
  7. Hola Britt, me fascinó!!! Y la canción me suena familiar por Shrek.
    Yo creo que eres una gran escritora y capturas la belleza del momento para transmitírsela a los lectores.
    Dos cosas:
    1° Creo que Elsa debería hacerse mortal, pero Jack también.
    2° Espero que lo del Lemon pueda ser en el siguente capítulo.
    Con Cariño <3
    Nina

    ResponderBorrar
  8. Que hermoso capitulo 7u7 me saco varias sonrisas. Cuando Jack se lleva a Elsa creí que sería la escena del Lemon, pero bueno, ya sera más adelante.
    Como ya he dicho. No tengo queja alguna, quizá lo único “malo” fue que el cap fue tan largo que se me cansaba la vista y tuve que leerlo en dos días :v pero eso ya es cosa mía y la verdad es que escribes tan bien que podrías hacer tus capítulos de 100 hojas de Word y nadie se quejaría, más que yo xD
    Bueno, espero que no tardes con el siguiente cap. Créeme que cuando termines la historia volveré a leerla desde el principio para poder apreciarla mejor y aprender una que otra cosa de ti
    Saludos!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Quizá sea un poco tarde, pero vi que pides algunos consejos para el lemon. Y bueno, me vinieron a la mente unos cuantos tips que leí hace algunos ayeres

      Lo primero sería darle una dosis de realismo, ósea no usar posiciones imposibles, o cosas así, que se yo xD

      Lo segundo es darle un "inicio" al lemon, algo así como el "juego previo" o "estimulo previo", un detonante ya que es obvio que no van a ponerse a hacer sus cosas así porque si

      Lo tercero seria el “lenguaje” o palabras que vas a usar. Esto es de lo más difícil a la hora de escribir el lemon. Creo yo que el uso de palabras vulgares no quedaría para nada en el enfoque de la historia, pero creo que eso ya lo sabes. Pero tampoco hay que abusar de los términos “técnicos” (con técnico me refiero a palabras que encontrarías en un diccionario médico o algo así xD). Hay que encontrar un equilibrio.

      Por último y de lo más importante. La representación de los sonidos, es obvio que habrá cierto tipo de sonidos en la escena, pero lo mejor para representarlos es la narración. Por ejemplo, en vez de poner “Ahh” como expresión de gemido, pondrías “dio un fuerte gemido” o suspiro o algún otro sinónimo

      Eso es todo. Espero que de algo de sirva y que me hallas entendido. Si tienes alguna duda o algo así, no dudes en hacérmelo saber. Créeme que estoy en la mejor disposición de ayudarte.

      Por cierto. Muchas gracias por leer y comentar mi historia. Créeme que me alegré de sobremanera al saber que fue de tu agrado; eso me da ánimos para seguir escribiendo.

      Borrar
  9. ¡Si lemmon! Lo siento pero soy muy pervertida y no puedo esperar siempre bueno casi siempre busco cosas que sean lemmons como el tadashiro que es una pareja que amodoro el mericcup y obvio que el jelsa espero con ansias el siguiente capítulo

    ResponderBorrar
  10. Holaaaaaa Britt oye, leí que necesitas ayuda por eso busqué en Internet y enconté ésta página de lemon de Jack y Elsa, lo único malo es que está en inglés pero es muy bueno.

    Te dejo el link: https://www.fanfiction.net/s/10111462/1/Jelsa-Love

    Con todos el cariño del mundo
    -Nina <3

    ResponderBorrar
  11. joder te luciste con este capitulo es hasta ahora uno de los mejores, te mereces mas de 1000 likes. Posdata. Gracias por poner esa cancion, hace tiempo que la ando buscando pero no me acordaba de donde la habia escuchado ni el artista que la canta, gracias a ti la encontre jeje

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. gracias muchas gracias me alegra mucho que te haya gustado. Y de nada, a mi también me gusta mucho y es parte de mi infancia mas o menos. Saludos!!

      Borrar
  12. Brittany me has tocado el corazón eres mi ídolo yo soy tu fan te quiero con mucho Ana :-)...., a y tengo doce

    ResponderBorrar