sábado, 23 de mayo de 2015

Jelsa, una historia de amor verdadero... Parte 38

Jelsa, una historia de amor verdadero.

Este capítulo termina en donde lo dice, y el resto de la competencia lo desarrollaré en otro capítulo, ¿de acuerdo? De acuerdo. Disfruten del final para los que no lo leyeron ;) Y para los que no leyeron el capítulo en sí espero que les guste también. Agradezco enormemente sus ideas!

Capítulo 38. "Competencia"


La mañana siguiente la pandilla durmió hasta más tarde porque Jack no estaba para despertarlos. Mérida, medio dormida, estaba agradecida por las horas extras de sueño por la gracias a su ausencia. Hasta que el Guardián llegó haciendo ruido con su bastón.

-¡Arriba, gente! Hoy tenemos trabajo que hacer.

Parecían zombis volviendo a la vida, incluyendo a la majestuosa Reina. Mérida seguía tumbada mientras los otros gruñían y gateaban por el suelo hasta pararse si es que podían. La vida era bella hasta ese momento…

-Esto es inhumano. – comentaba Hiccup seguido de James.

-Apaguen el sol. – decía, tratando de cubrir sus ojos de la luz. ¿Serían las 11 de la mañana?

-Unas horas más. – suplicaba la pelirroja.

Por fin alguien se había percatado de que Jack había regresado de su extraña desaparición.

-¿Jack? ¿Dónde has estado? – preguntaba Rapunzel al desperezarse.

Jack no quiso dar muchos detalles.

-Pensando. Vamos, levántense, no tengo toda la mañana. – se lo veía muy animado bajo esas ojeras. No había dormido en toda la noche, notó Elsa. ¿Y desde cuando él se levantaba tan temprano? Aunque parecía haberlo conocido desde toda la vida, conocer cada uno de sus recónditos lugares, Jack siempre terminaba sorprendiéndola.

-¿Y qué es eso que haremos hoy? – preguntó Elsa.

-Quería disculparme por mi comportamiento de ayer y…

-¿Qué comportamiento? – volvió a preguntar, confundida.

El resto abrió la boca para responder pero al inmediato la cerraron. Mejor que no supiese. Elsa estaba demasiado risueña para seguir indagando.

-No importa. – Continuó sonriente - El hecho es que he meditado que no nos hemos estado enfocando en nuestro principal objetivo; ayudar a Elsa a deshacerse de su inmortalidad.

Elsa se sobresaltó y lo miró fijamente con ojos sorprendidos. No lo podía creer. Finalmente Jack se había olvidado de toda esa historia de “serás feliz viviendo por siempre”, “deberías enorgullecerte”, “viviremos felices por el resto nuestras vidas”, “no es una maldición”. Finalmente estaba de su lado, estaba dispuesto a satisfacer sus deseos. Sí, lo había dicho antes, pero tampoco ella le creía por completo. Era difícil creer en sus palabras. Se le escapó una sonrisa. Jack le guiñó un ojo y prosiguió.

-Sino que hemos estado divirtiéndonos; carreras de caballos, chapuzones, fogatas. Así que hoy les preparé a modo de disculpa una sorpresa que además nos ayudará a una mejor convivencia.

-Creo que a alguien se le desenfilaron los patitos. – comentó James en voz baja para que solo Rapunzel y Elsa oyeran. Ambas rieron ante el comentario. Las caras anonadadas no tardaron en aparecer.

-¿Es broma verdad? – preguntó Hiccup.

Jack voló a su lado.

-Vamos, Hicc. Será divertido. Es una competencia, entre… huh, digamos dos equipos.-

-Espera, ¿y lo de Elsa?- Mérida estaba confundida. ¿No acababa de decir que habían estado perdiendo el tiempo, pero era justo lo que acababa de proponer?

-Bueno, querida Mer. – Jack se dirigió a ella esta vez y rodeó un brazo sobre su hombro. -Viendo que aún faltan 4 días para la Luna llena, digo que tenemos tiempo para poder divertirnos un poco pero esta vez diferente, ¿verdad?

-Definitivamente sus patitos emigraron al sur… - susurró James nuevamente.

-A ver si comprendo… ¿Planeaste una sorpresa para parrandear? – Rapunzel fruncía el ceño.  Nadie entendía esa maniática idea que simplemente surgió del Guardián. Este solo quería que le siguieran la corriente.

-Ajá.

-¿Y qué hay con lo de Elsa? – dijo Mérida.

-Gente, no es tan difícil de comprender. Como ya dije, nos enfocaremos en ello después. Hay tiempo todavía.

A diferencia del principio, parecía que ahora había cautivado las atenciones del resto.

-Lo he planeado prácticamente toda la noche, será una súper competencia jamás antes vista. El que se aburre es porque quiere.  – concluyó Jack con una sonrisa.

-…

-¿Qué se supone que ganemos con esto?-  Elsa meneó las caderas.

-Me alegro que preguntes, querida. El premio es el gusto de haber triunfado.

-BAH. – todos aletearon con sus manos en su dirección, dispuestos a dejar el tema y alejarse. Ese no era un premio digno.

-… Pero el que pierda – Todos volvieron su atención -, lavará la ropa de todos.

Tampoco era un gran castigo, pensaron todos. Seguían replanteándose si Jack había perdido la cabeza bajo alguna roca.

-De acuerdo, si no quieren ustedes se lo pierden. Además, lo más entretenido son las pruebas…

Los ojos cayeron en él en una fracción. Jack hizo una mueca, los tenía. Se elevó del suelo y gritó ante de desaparecer entre las malezas:

-Entonces síganme.

Y desapareció a una velocidad increíble. Tuvieron que dar su máximo esfuerzo en correr para alcanzarlo, excepto Hiccup, el lisiado sin un pie quien corría sobre su fiel dragón. Sudando y sin aliento, todos sintieron envidia. Corrieron durante un largo tramo, a veces perdiendo a Jack de vista en los cielos. Elsa iba perdiendo sus zapatos y partes de su prenda por el camino. A Mérida y Rapunzel se les enganchaba sus bizarras cabelleras en ramas. James tuvo suerte de llegar con sus pantalones puestos.

Finalmente, Jack, libre de todo cansancio, se estancó sobre un punto no muy distinto al resto del bosque, de espaldas a los recién llegados. Solo había árboles, mucha tierra y barro, piedras allí y allá, no era la gran cosa.

-¿Qué se… supone… que haremos? – Rapunzel estaba verde de la fatiga. Mérida se tumbó en el suelo exageradamente, y aullaba como un animal moribundo “déjenme morir aquí” por lo que Hiccup rodó la mirada. A James se le saltaban los ojos esmeralda, y Elsa… Bueno a Elsa nunca antes la habían visto tan desaliñada. Hizo lo posible para volver a lucir decente.

Jack se dio vuelta y casi se espanta al ver a su grupo.

-Whoa, y esto que ni siquiera comenzó la primera prueba…

-¿Prueba?  - Hiccup se extrañó, y Jack estaba feliz por lo que sus oídos oían. Habló más entusiasmado que nunca, y claramente más que sus compañeros.

-Será interesante, pero complicado, tal vez no salgan vivos de ellas…

Debimos habernos quedado en el campamento… Elsa se lamentó en su mente.

-El fin de las pruebas no solo será ganar y demostrar cuál de los equipos es el mejor. Sino para una mejor convivencia entre nosotros. Quiero disculparme de nuevo por mi comportamiento ayer. – no tuvo que mirar al aludido para saber que James comprendía – Pero con esto demostraremos que podemos ser más que gente perdida en un bosque cuyos caminos se encontraron gracias al destino. Antes de que arme los equipos, ¿alguna pregunta?

-¿Haz estado toda la noche haciendo esto?- a Mérida no le podía caber en la cabeza. Estaba demente.

Jack no dio rodeos al tema y fue directo al grano.

-Sí. Ahora;  Puzie, Mer y Hicc serán el equipo rojo. Y Els, James y yo el azul. Son en total cinco pruebas para demostrar cual es el mejor en cuanto a habilidad, destreza y trabajo en equipo. La primera es cacería.

A nadie le gustó el tono en el que lo dijo.

-Bah, eso será sencillo, lo hacemos todos los días. – Mérida se zarandeó con su arco en mano. Hasta que notó que no lo había traído.

-No cazaremos animales, Mer, sino entre nosotros mismos. El equipo que logre atrapar al menos dos contrincantes ganará el primer punto. ¿Alguna objeción?

Estaban atónitos y con las bocas demasiado resecas para contestar.

-Habrá que ser creativo y ágil; para crear trampas, armas y estrategias, además del ataque. La “prisión” serán esas cuevas que ven allí – señaló las dos masas rocosas enfrentadas a casi cuarenta metros de distancia -, y  a la vez sus respectivas “centrales”. En ellas llevarán a sus “presas” o “secuestrados”. Se deberán utilizar las armas que haya aquí, que se puedan construir para la caza. No regresarán al campamento por ellas. Tampoco se permiten artefactos que puedan herir de gravedad. El juego comienza desde las centrales y termina cuando haya como mínimo dos rivales encerrados Los que son pillados y están en la cárcel no pueden escaparse, hasta que uno de sus compañeros lo libere o el juego acabe. Eso es todo. Oh, lo olvidaba, Chimuelo, tú no juegas.

El dragón se sobresaltó.

-¡QUÉ! Pero nuestro equipo es débil a comparación del suyo, no tenemos magia de nuestra parte. ¡Chimuelo es nuestra mejor oportunidad! – se quejaba Hiccup. Rapunzel lo miró con desagrado.

-¡Hey! Yo tengo magia.

-Sí, pero al menos que piensen curarse entre sí… – acotó Jack con diversión. La había pensado bien.

-¡No es lo único que ha-!

-Lo siento Hicc, pero con Chimuelo son cuatro, sería injusto para nuestro equipo.

-¡Oh, vamos! Jamás ganaremos así.

-No iban a ganarnos de todas formas. – dijo el Guardián en un encogimiento de hombros.

-¿Oh, sí? Ya veremos. – Hiccup le retó. Lo único que deseaba en ese entonces era demostrarle que eran mejores, con o sin poderes. El equipo rojo ganaría y disfrutarían enrostrárselo a los del azul. El espíritu competitivo había nacido en ellos por arte de magia, magia que no necesitarían…

-¿Y las reglas? – le frenó James.

-Aparte de no morir, no existen las reglas.

Luego, se olvidaron de cómo había comenzado ese infierno.

Estaban los respectivos miembros del equipo azul en su pequeña cueva que era un hueco en un enorme montón de pruebas, agazapados entre la vegetación, la adrenalina se les inyectaba en las venas; una mezcla de terror, emoción, locura y sed de victoria.

-Bien, ¿cuál es el plan? – se apresuró el granjero.

-Tenemos tiempo hasta que los otros se organicen para armar nuestra coartada. – Jack explicaba apresuradamente- Tenemos la ventaja del terreno  lleno de pozos aunque poco profundos para armar trampas. Recubriremos en un principio nuestro radio. Luego, saldremos a la caza. Además contamos con un factor de nuestro lado: construcción de armas.

-Yo solo aprendí a hacer una caña de pescar con ramitas. También puede servir como varita mágica o…

-No vamos a pescar, James. – dijo Jack duramente. – Elsa y yo podemos crearlas.

-¿QUÉ? Jack, te has vuelto demente. – la voz de la joven se estrangulaba en su garganta. – Yo no tengo idea de cómo hacerlo, y menos de usar un arma.

-Rayos, debimos haber traído las del campamento.

-Nadie lo ha hecho, por eso me aseguré de alejarlos de allí pronto. Pero con nuestros poderes podemos hacer arcos de hielo, por ejemplo. O hachas, espadas, lo que sea.

-¿Estás seguro de que funcionará?

-Els, he creado el juego, ¿piensas que no sé cómo ganarlo?

-¿Y qué pasa si nos atrapan? – preguntó a Jack.

-Intentamos huir. Nos moveremos separados, pero a poca distancia, así si alguno de nosotros es acorralado lo podremos socorrer rápidamente. Una vez terminadas las trampas, nos moveremos como serpientes directo a la central enemiga. No se lo esperarán si los atacamos abiertamente. Pero una vez que capturemos una presa, alguien debe quedarse a custodiar que no vengan a rescatarlo. Somos pocos, pero el lugar no es muy grande. James, confió en que ese seas tú, Elsa y yo seremos los que cacen.

-¿Qué? ¿Pero qué se supone que haga si viene una Mérida a tacarme? – Él no sabría cómo defenderse, o incluso cómo defender su prisión. Estaba perdido.

-No seas gallina y pelea como hombre. Lanza palos, pelea cuerpo a cuerpo, no lo sé. No podemos protegerte todo el tiempo, deberás aprenderlo a hacerlo solo ¿Qué eres hombre o gallina?

-¿Me repites la pregunta? – James se sonrojó ante la idiotez en la que lo dijo. No diría gallina aunque se sintiera así en ese momento.

-Bien, gallina. – Jack no lo dijo con desprecio, sino similar a la burla o como si fuese su nombre. Tampoco le dio tiempo a James de quejarse. – Haremos algunas trampas solo para que sea más fácil atraparlos después. ¿James, sabes hacerlo?

Él asintió en su hechizada incomprensión.

Al cabo de un tiempo contaron con seis de las no mejores trampas del mundo, pero eran algo. Con suma rapidez y asegurándose de que no hubieran moros en la cosa, las asentaron a escondidas. Si alguien daba un paso en falso, su pie estaría sujeto a una gruesa enredadera y raíces, o terminaría en el suelo, al menos para ralentizar a los rivales.

No había señales del equipo rojo a lo lejos. Seguían ocultos planeando maniobras seguramente. Jack y Elsa improvisaron una espada de hielo que remplazó su bastón para el muchacho y para ella un arco con cuerda de una diminuta enredadera y algunas flechas. Elsa tenía el mínimo conocimiento de su uso, pero lo único que podría hacer sería imitar lo que Mérida. No podría ser tan difícil.

Se equivocaba. El equipo azul aprovechó su tiempo de sobra para salir al ataque. Se llevaron un susto cuando una bola de tierra pesada estalló a su lado como una bala de cañón. ¿Ya estaban en campo de batalla? Creyeron que los encontrarían en sus bases aún. Habría que improvisar sobre la marcha.

Más bombas cayeron sobre ellos, pero no sabían de dónde venían. Utilizaron los troncos como protección, hasta que con una mirada cargada de energía, Jack y Elsa se corrieron de su zona de confort, armas en mano. Elsa lanzó la primera flecha a un trozo de cabello rubio que sobresalía de detrás de otro árbol enfrente suyo. Oyó un chillido cuando la flecha golpeó la corteza, pero no podía verla. Otra bola de tierra sobre su tronco, y una más directo a Jack que la frenó con la congelada hoja de la espada.

La segunda flecha ni siquiera pudo ser disparada, las flechas se desviaban sobre el arco por el tembloroso agarre. Elsa volvía a internarlo, frustrada por su torpeza, mientras que tenía a la mismísima Punzie detrás suyo con una mirada lunática. Nunca la había visto así. La competencia los convertía en animales salvajes, bestias, hambrientos de gloria. 

Pero antes de que alguna de las dos chicas pudiese mover un dedo, Punzie resbaló sobre el suelo que se había vuelto una pista de patinaje en un santiamén. Jack se posó sobre ella con la punta de su espada apuntándole, y una sonrisa aún más filosa pintada en sus labios.

-Te tenemos.

Elsa respiró casi aliviada. – Será mejor que la llevemos lo antes posible, los demás no pueden estar muy lejos.

Enroscaron a su presa en su dorado cabello y Jack la cargó en brazos porque sabía a ciencia cierta que Punzie los retrasaría en llevarla a su “prisión” o intentaría algún sabotaje. No se les escaparía de ningún modo. Corrieron como poseídos a su “central”, pero no se esperaron tampoco lo que vieron.

-Heh, hola… - James los saludaba patéticamente, como si hubiese sabido que eso pasaría. Estaba amarrado desde una pierna a una rama de un árbol, colgando como un murciélago. Hasta los murciélagos podrían defenderse mejor. Detrás de él, sobre las rocas de la central azul había escrito en jugo de frutos rojos “Los tenemos”.

-Por el amor del cielo, James. Solo te dimos una tarea. – Jack intentaba regañarlo con seriedad, pero la risotada le pudo, hasta las mejillas de Punzie ardían por la situación. Elsa sentía más bien pena por su amigo.

-¿No van a darme una manito? – suplicaba James que la sangre se le había ido a la cabeza, estaba rojo cual tomate, cubierto de tierra y Dios vaya a saber qué, sin olvidar sudando como marrano. Sentía vergüenza sobre todo.

Jack, sin poder evitarlo, lo golpeó un poco para verlo balancear sobre la rama. Se moría de la risa. Elsa rodó los ojos y apuntó con sus flechas a la enredadera que lo sostenía. Siendo James, podría haber sido de sus propias trampas, pero sabía que eso lo habían hecho los del rojo. Elsa inhaló, concentrada de dar en el blanco. Las manos le sudaban y la flecha se le resbalaba.

-¿Cómo rayos hace Mérida con esto?

James ahora estaba pálido, cerró los ojos.

-Por favor, procura que conserve algún miembro de mi cuerpo…

Elsa no pudo soltar la flecha que estaba principiantemente sujetada a la cuerda cuando huevos y más rocas de piedra descendían del cielo como una lluvia de meteoritos, la mayoría daba en el blanco. Jack y Elsa, alarmados, fueron acorralados por el resto del equipo rojo.

-Los tenemos… - canturreó Mérida con una peligrosa mueca y otra de sus municiones de tierra en sus manos. Sus ojos se abrieron como platos al ver a Elsa apuntándole con un bello arco pero a la vez con una postura terrible, seguro que la flecha no le caería ni a los pies. Aguantó la risa.

Elsa se dio cuenta de lo mismo, se debía ver ridícula. Mando el arco al diablo y les disparó a  aquellos cazadores una ola helada seguida de algunos picos de hielo. Eso le dio tiempo suficiente al equipo azul de escapar de allí, pero se habían olvidado de James. Jack, antes de maldecir y desaparecer de allí, cortó la cuerda con su arma y corrió como como lo hace alguien que es perseguido por un demonio.

El rojo le daba caza al azul, el cual se encontraba disperso. Elsa no veía a Jack por ninguna parte. Solo podía oír el sonido de pisadas y la sangre golpeando contra sus oídos. Hiccup la seguía de cerca. Elsa congeló el suelo a su paso, lo cual le dio una gran ventaja al ver que el vikingo resbalaba y lo dejaba atrás. Siguió huyendo.

-Piérdete, si nos atrapan nos tendrán a los dos. – Jack le decía a un James fatigado a sus espaldas. No hubo respuesta. James había desaparecido. Se volteó al oír un silbido, y eran Mérida y Rapunzel  sonrientes  a su derecha. ¿Cómo miércoles se movían tan rápido?

-¿Ibas a algún lado, Frost? – dijo la rubia con aire divertido. Sostenía su cabello atado a algo que él no podía ver detrás de un roble. Jack sonrió como esas veces a las que solo deseaba incomodar e intimidar a la gente. Su sonrisa podría llegar a ser  más peligrosa que la del mismo diablo.

-Sólo a por ustedes…

Les arrojó bolas de nieve tan precisas que hubiesen derribado a las jóvenes si tan solo Mérida no los hubiese bloqueado con una roca semi-plana que les servía de escudo. Lo último que James y Jack supieron fue que Rapunzel había jalado de su cabello y luego lo soltó. A continuación, una rama gruesa como el brazo de un gigante los estaba dejando fuera de combate, vieron manos y por último cabello dorado.

Elsa seguía recorriendo los matorrales en busca de su equipo. A Hiccup lo había perdido hacía tiempo, pero temía que encontraría a sus compañeros en problemas. Fue más hacia el sur, si habían capturado a alguno tal vez lo podría rescatar. Pero en la prisión rival yacían ambos como niños atontados, Rapunzel y Mérida en la boca de la cueva protegían cual guardaespaldas el lugar. Aunque no había nada que resguardar, el juego había terminado.

-Y el primer punto es para… ¡El equipo rojo! – Hiccup escalaba hasta su central  y sin aliento alguno. Elsa le había dado para que tuviese, pero para Jack y James no les había sido suficiente.

-Tuvieron suerte esta vez… - Jack hablaba como si tuviese ácido en la boca en vez de saliva.

-¿Cómo hicieron? – preguntó Elsa, extrañamente contenta de que se haya terminado la prueba. Pero no de haber perdido olímpicamente.

-Bueno, fue sencillo. – explicó la dulce Rapunzel. – Trabajamos en equipo, como uno. Entre todos atacábamos en manada, Mérida con su puntería, Hiccup con su rapidez y yo capturaba a las presas con mi cabello.

-Creo que ya sabemos quién es el mejor equipo… - chilló Mérida emocionada. Ya no parecían dos leonas ansiosas, sino puras triunfadoras.

-Oh, mis queridas, esto es solo el comienzo. – el rostro de Jack se tornó perverso e intrigante. Nunca faltaba esa sonrisa, la cual animó a su equipo frustrado luego de la derrota. Les demostrarían a los del rojo cuánto se equivocaban.


Sin respiro alguno, Jack sentenció la segunda prueba de la competición.  La locura los había inundado a todos; dejaron de lado su sentido común y se empeñaron a arrasar en esas tareas demenciales. No podían decir que se la estaban pasando mal.

-Esta será similar a la primera. Cada equipo tendrá una importante ración de moras su color. El objetivo es arrojar al equipo oponente sus municiones, y golpear en el blanco que es este. – Jack dibujó sobre la tela, en el centro de su pecho y con cristalina escarcha un círculo del tamaño de dos puños. – Este será su “corazón”, y al que deben disparar. Se vale utilizar la magia para defenderse, pero no deben ocultar sus corazones. Tampoco se puede ir muy lejos de esta zona, el campo de batalla está delimitado por un trazo congelado que yo mismo hice, y créanme cuando les digo que sabré si se han pasado de los límites. El que lo haga queda terminantemente descalificado. El equipo que aniquile al contrario con las frutas gana.

-¿Y si recibimos un disparo? – preguntó James.

-Quedan fuera de competencia, no pueden continuar atacando ¿Otra duda?

Negaron con sus cabezas. El ánimo les florecía del pecho.

Fue uno por uno dibujando el círculo con escarcha sobre la ropas de los demás. La mano le tembló cuando fue el turno de Elsa y debía tocarle, bueno, el pecho cerca de sus senos. Si su piel no fuese tan blanca, podría jurar que se hubiese puesto bordó o fuchsia. (se pronuncia few-shə). A Elsa le sucedió más o menos lo mismo. Había una extraña tensión allí que pensó muerta, o lejana como un sueño.

A continuación, repartió un gran saco de bayas moradas y otra de frutos rojos que se dividió entre los miembros. Había bastante como para hacer una docena de tartas de frutos del bosque.

-No puedo creer que te la hayas pasado recolectando todo esto y armando esta… competencia. – no eran sorpresivas las palabras de Elsa. Lo había pensado el resto de los presentes, pero tampoco podían mentir que no les empezaba a simpatizar su juego.

-¿Qué te puedo decir? Soy muy entusiasta. – sonrió con una simpleza poco modesta.

 Allí mismo, pintaron sus rostros con las mismas con dos rayas horizontales sobre sus mejillas. Eran lo más parecido  a guerreros de verdad, y defenderían sus colores. Aunque eso tuviese el menor sentido.

Ambos grupos se dispersaron en polos opuestos, y la guerra de pinturas comenzó. Había que tener puntería y un brazo fuerte para que las bayas alcanzaran su objetivo, cosa en la que Elsa, Punzie y Hiccup no se resaltaban.  Eran dos bandos cortando distancia como en una verdadera guerra. Las frutas volaban de un lugar al otro. A Hiccup le cayó una en el ojo, Jack sonrió. Corrió hacia el vikingo y sin piedad le dio con casi todo su arsenal, pero el otro era hábil y lograba esquivar las que iban directo a su corazón pintado.

-¡Mérida, qué haces! No comas las bayas, son para atacar. – Rapunzel gritaba en medio del desencadenado infierno de bayas. El equipo azul les estaba dando con todo lo que tenían y se apresuraban hacia el rojo, ocultándose de tanto en tanto de sus ataques. Corrían de un lado al otro, atacando o huyendo.

Una ráfaga de moras azules manchó desde su rojizo cabello hasta los pies, y dieron justo en el círculo. James y Elsa vitoreaban a unos metros. Rapunzel huyó despavorida de la masacre que era su amiga.

-Ya me mataron, ¿puedo comerlas?

Nadie le respondió en verdad, Jack estaba muy ocupado tratando de aniquilar a Hiccup. Era una máquina asesina, lanzaba bayas y nieve a la vez. Por fin lograba que el rojo se cansara, pero él también lo hacía. James y Elsa llegaron justo a su rescate.

-¿Estás en apuros? – dijo James al ver la furia de lanzamientos que se había hecho el Guardián, mientras corría con la joven hacia sus espaldas.

-A ti qué te parece. – respondió en tono burlón, por no decir amargado. Jack esquivaba los ataques de Hiccup. Punzie se había unido a la defensiva y daba furtivos disparos a cada uno de sus rivales.

Elsa era la que más había sufrido el desastre rojo y pegajoso, aunque por lo menos tenía un rico aroma, pero su corazón permanecía intacto. Se detuvo un segundo para contemplar la escena; estaban Jack y James que parecían estar desangrándose, y Punzie y Hiccup parecían tener algún tipo de enfermedad que les causaba ronchas azuladas. Era todo un espectáculo, y el hecho de que hacía unas horas estaban saludando al alba y ahora luchaban en una batalla frutal era difícil de creer. Pero también lo que querían era ganar esa prueba y por lo que parecía, la balanza estaba a favor de los azules.

Cuando en un momento pareció que una baya roja caería directo al corazón de Jack, Elsa se lanzó sobre él en una milésima de segundo. Aterrizó sobre su cuerpo en el suelo, quedando directamente de frente al equipo rojo  y Jack, bajo suyo, boca arriba. James, en un pequeño descuido, fue dejado fuera de competición gracias al vikingo. Ahora solo dependía de Jack y Elsa contra Hiccup y Rapunzel.

No había tiempo para moverse, Elsa, aún sobre el cuerpo de un atónito Jack, apretó sus caderas contra las suyas, se enderezó para defender como pudo su posición y acribilló a los rojos. Casi dio en el blanco en el pecho de Rapunzel si no hubiese sido que ella se echó a un costado en el momento exacto.

Podía ser que no se hallaban en la posición más cómoda, sobretodo en los polos inferiores, pero si lo pensaban era perfecta ya que sus corazones estaban perfectamente protegidos si se pegaban cual sándwich humano.

Elsa creó una barrera de hielo para evitar los lanzamientos y rodó con Jack a la derecha hasta que él terminó sobre ella, Elsa hizo descender la barrera y Jack repitió el ataque anterior, esta vez  acertando en el blanco de la contrincante rubia.

Habían sido tan rápidos que el vikingo se congeló en su lugar. Congelado en su lugar, eso es…

Los del equipo azul volvieron a rodar, y a toda velocidad, Elsa sobre el joven esta vez, congeló los pies de Hiccup al suelo. Luego cambiaron de posición y Jack dio el golpe final que les dio la victoria. Fue una estrategia tan absurda que ambos parecían una  misma oruga epiléptica, pero Elsa en sus años de aprendizaje reales, había aprendido a pensar en tácticas militares en un impulso. Aunque esta resultó ser desastrosa les había hecho ganar, y era eso lo que contaba. Si su profesor se enteraba seguro la reprobaría…

Jack y Elsa respiraban pesadamente, les había costado pero consiguieron ganar la prueba. Él comenzó a reírse de la situación, y pronto, Elsa se contagió. Hasta que cayeron en la cuenta cómo sus cuerpos se pegaban al otro, la adrenalina los unía indescriptiblemente, y no tardaron en ruborizarse. Una chispa se encendió en algún lugar remoto en su interior, y por algún motivo, deseaban poder quedarse así el resto del día.

-Yajuuuuu, ¡ganamos! – Mérida gritaba mientras llegaba al lugar dando saltitos. Fue suficiente para hacerlos rebotar y separarse de su posición, aunque la tensión seguía latente en el aire. James, que había sido testigo claramente, sintió una punzada de dolor. Qué porquería son los amores no correspondidos…

-No, Mer. Ellos ganaron. – a Hiccup le costaba recuperar el aliento mientras intentaba romper el macizo hielo que le aferraba los pies.

-Oh… - bueno, por lo menos se había dado un festín de frutos rojos como desayuno.

El equipo azul recordó su triunfo y festejaron exhaustos. James a su izquierda y Jack a la derecha le extendieron a Elsa una palma en alto. Elsa los miró con extrañeza.

-Se supone que debes chocar los cinco, Elsa. – James sonreía contento. Pero no estaba muy seguro de sentirse así.

Elsa dudó un poco y chocó ambas manos que los azules le enseñaban. No recordaba haber hecho ese gesto antes.

Hiccup carraspeó en su lugar.

-Oh, lo siento Hicc. – Elsa se disculpó, agitó la mano y lo liberó. Luego se giró al Guardián, con una sonrisa llena de éxtasis pero que no delatara el… bueno, excitante momento de hacía unos minutos. - ¿Y bien, cuál es la siguiente prueba?

***

-¿Falta mucho?

Kristoff rodó los ojos.

-Baja de ahí, te vas a caer.

-Pero Kris, tengo que encontrar a mi… - resbaló y cayó sobre los brazos de su esposo. Él tenía una expresiva cara de preocupación.

-Tu hermana, ya lo sé. Pero hemos buscado por días.

-No hemos buscado bien, tenemos que seguir-

-No, Anna, no sigas insistiendo.

-Ella tiene que estar por aquí, lo sé. – continuó haciendo caso omiso a su cansancio.

-Revisamos toda la montaña, y no está. Debes volver al Reino.

-No hay de qué preocuparse, solo me he pedido unos días libres. - Anna sacudió la mano y volvió a encaminarse a escalar la enorme pared de piedra que tenía enfrente. Kristoff golpeó su frente con las manos y fue a sujetarla; él era más fuerte por lo que la levantó del suelo y la movió lejos de la pared.

-¿Quieres escucharme? – dijo con paciencia. - Ya hemos pasado por esto, y el Reino te necesita a ti.

-Pero-

-Tú eres la Reina ahora. Elsa tendrá sus problemas, y tú como su hermana deberías entenderla y dejar que los solucione sola.

-¡No! Kristoff, debo ayudarla...

-Pero ella al parecer no quiere tu ayuda. Amor, comprende. Deja que lo haga sola.

-¿Cómo sabré si está bien, o si volverá? Puede estar en problemas… Ni siquiera sé dónde está. – se lanzó al suelo, rendida. Lágrimas bañaban sus mejillas. De nuevo hizo lo mismo. De nuevo se alejó de mí.

-Como hizo una vez, volverá sana y salva, solo dale tiempo. – su esposo se sentó a sus lado y la envolvió en un abrazo contenedor. – Pero no existe una forma mágica para comunicarnos con ella… - su expresión cambió - A menos que…

Anna alzó su vista.

-¿Kristoff?

Él se paró de un salto y tendió su mano a la muchacha. Ella, temblorosa la aceptó y se levantó del suelo. Sosteniendo su mano, Kristoff la llevó al trineo, parecía entusiasmado.

-Kristoff, ¿cuál es tu idea?

-¿Recuerdas a mi familia?

-¿Los trolls?

-Ajá. Ellos pueden ayudarnos a encontrar a Elsa y decirnos cómo está.

-¿De veras?

-Claro, ellos conocen el Reino como nadie y son rápidos. La localizarán en menos de lo que digas “sándwich”.

-Ya he oído eso antes, pero jamás sucedió. – Anna recordó la promesa que Jack le había hecho, de que traería a su hermana de regreso. Pasaron semanas sin saber de los dos.

-Pero esto funcionará. Confía en mí.

Anna lo pensó por un momento. – Confío en ti.

-Bien. – una enorme sonrisa relució en sus labios. – ¡Corre Sven!

***

-Para cambiar un poco las aguas, esta prueba será de desafíos. Y nuestro juez será Chimuelo. – el dragón despertó de su ensueño a oír su nombre. – La prueba es la siguiente: cada equipo desafiará al otro con cinco retos que sus miembros propongan. Y tanto estos como nuestro solemne juez deben estar conformes con la realización de los mismos. El punto irá para el que realice todas las tareas, o el mayor número, a la perfección.

Jack miró a su público. El furor los había carcomido por completo y estaban rendidos ante la competición, estaban afanosos como si estuviese por regalarles oro. Su estado era, por otro lado, deplorable; sudorosos, sucios, cansados y con cierta fatiga habían quitado la mayor cantidad de manchas azules y rojas de sí mismos. Eran la maraña más increíble de todas, aunque Elsa ciertamente seguía luciendo exquisita.

Se miraron por un tiempo, cómplices. Sabía que Jack tramaba algo tremendo para el equipo contrario.

El quipo azul salió sorteado para desafiar primero a los azules al arrojar una moneda hecha del mismo hielo. Los azules estaban más que emocionados, y los rojos sabían qué se les venía encima. Se encogieron como capullos en sus lugares. Esto sería vergonzoso.

-¿Puedo? – Elsa ya tenía una idea para el primer reto.

-Adelante. - Jack sonrió y extendió su mano hacia los del equipo rojo, como si la dejara pasar. Elsa dio un paso y habló con voz solemne, parecida más bien a la voz a la que acude al hacer un decreto real.

-El primer reto será interpretar a la otra persona; Punzie, tú harás de Hiccup, Mérida tú serás Punzie, y Hicc serás Mérida. Deben representar a la persona como si en verdad fuesen ella.  Además, deben hacernos reír aunque sea un poco.  Oh, y deberán intercambiarse de ropa, sino no será creíble.

Jack hinchó el pecho de orgullo, esa era su Elsa… Los harían trizas.

Con todo el pavor del mundo se escondieron tras arbustos, se lanzaron sus ropas por encima y en poco tiempo estaban cambiados. Hiccup se sentía especialmente incómodo usando vestido. Y la ropa de Hicc no olía a margaritas silvestres que digamos.

-Más nos vale ganar esta bobada. – masculló la escocesa hecha una furia.

-Hicc, ¿es normal que estas cosas piquen? – Rapunzel se rascaba por donde las prendas vikingas se asentaban, parecía que tenía allí un nido de pulgas.

-Ustedes dos no pueden quejarse – sentenció él. -, yo soy el que está usando un vestido mil tallas mayor.

-¡Te has pasado! – Mérida se arremangó sus mangas rosas. Con el vikingo la relación era de pérdida y ganancia. Cada escalón que subían hacia una mejor convivencia, descendían tres. Y ese golpe se lo había ganado él.

Una bola de nieve que no se supo de quién provino los interrumpió, y Jack carraspeó con aspereza.

-¿Podemos empezar? No tengo todo el día.

El rojo se miró confundido entre sí. ¿Qué relámpagos harían? Punzie fue la primera en entrar en papel ante su audiencia. Cerró los ojos, tomó aire y contrajo los labios en un gesto varonil, carraspeó y comenzó a caminar de un lado al otro con torpeza exagerada, rengando y dramatizando un acento vikingo totalmente extraño. Se parecía casi del todo a Hiccup.

-Oh, perro mirra eso, porr el amorr de Oyin, ¡es una rroca! Nosotrros no tenerr rrocas en Berrk. ¡Oh, pero que es esa monstrruosidad! Oh, una planta. No, no, no tenerr de eso tampoco. Nosotrros tener barbas, ¡serr vikingos! ¡Serr fuerrtes! ¡SERR PELUDOS COMO OVEJAS! –Rapunzel sacudía los hombros como el aludido y se enroscaba en sus cabellos, haciendo una barba falsa que le hizo escupir a James de risa.

-¡Oye, yo no hablo así!

-No lo notas, pero arrastras las erres. – Rapunzel se dobló por la mitad de la risa, no pudo mantener su papel por mucho tiempo.

Hiccup tomó coraje, se metió bajo los bucles rojizos de Mérida para imitar su cabellera y habló en una nota demasiada aguda para su voz áspera y vikinga, reproduciendo el acento jocoso de la escocesa. – ¡No me quiero casar, quiero ser soltera y dejar que mi cabello vuele con el viento mientras cabalgo sobre la pradera, arrojando flechas hacia el atardecer!

Absolutamente todos rieron, incluyendo a la mismísima Mérida. Se sorprendió al ver cuánto parecía saber de ella, era extraño también…

-Oh, mírenme, ¡soy tan ruda como mis cabellos, los cepillos huyen de mí! Soy un alma libre y lucharé con cualquiera que me despierte antes de las 10 de la mañana. Pium, pachaaw, haahia. – daba patadas voladoras a todas partes, algo incómodo por el vestido. – Lo olvidaba, y si me llaman “princesa” les volaré los sesos con mi súper habilidad.

Luego imitó el gesto de lanzar una flecha con el arco, con sonido de “fussshhh” incluido. Y reía tontamente ocultando su sonrisa, era lo menos parecido a una mujer, pero que era divertido lo era.

Mer hizo como él, pero con el cabello de Punzie, sin antes darle una pisada al vikingo por aquella mala imitación de ella. Luego se puso a cantar la canción mágica de la chica, aunque con excedida desafinación. Mérida tampoco era la mejor cantando, pero eso le agregaría un toque divertido a la escena.

El jurado dio su veredicto en este orden: James, Elsa, Jack y Chimuelo.

-Bueno, para mí es un sí. No he parado de reírme desde el principio, sobre todo viéndolo a Hiccup con vestido me ha hecho la vida.

-Concuerdo, ha sido muy divertido y en parte lo han hecho bien.

-Decepcionante… - Jack con cierta teatralidad sacudió la cabeza – Los demás han estado medianamente bien, pero creo que Punzie, te ha faltado un poco de Hicc-chispa…

La chica captó las palabras, y al segundo hizo como si resbalara con su “pie ortopédico” y cayó directo al suelo. Jack se levantó del suelo de donde estaba, aplaudiendo y besando la punta de sus dedos como si acabase de presentar una obra de arte.

-¡Bravo, excepcional, a eso me refería! ¡Bravo! Para mí es un sí.

Chimuelo hizo algo como un asentimiento y el primer reto fue superado. El siguiente fue planteado por James, que fue, básicamente, sobre lamer cosas.

-Punzie, lame la oreja de uno de tus compañeros. Hicc, tú lame un cabello de alguien y Mer tendrás que lamer tu pie.

Sus pieles se volvían verdosas. Con cierta lentitud y asco, el rojo cumplió. Rapunzel lamió la oreja de su amiga que seguramente estaba más limpia que la de Hiccup.

-Ya verán… Nuestra venganza será exquisita. – dijo ella mientras escupía para alejar el sabor de su lengua.

El vikingo, por puro placer de molestarla, lamió uno de los rulos definidos de la escocesa. Casi logra terminar sin un ojo. Y lo peor es que se lo había metido en la boca y lo lamia cual cabra, sin mostrar un signo de asco. Sino que su rostro decía que era un manjar italiano. Mérida juró que se incendiaría el pelo. Por último, ella se sentó en el piso, se quitó uno de sus zapatos  y casi se desmaya del olor. Cerrando los ojos lo lamió, y al segundo prefirió haber tenido que comer tierra.

Se ganaron 4 síes.

-Okey, Punzie, te desafío a que le desabroches la camisa a Hiccup y Mérida le desabrocharas su panta-

-Jack, pueden haber niños leyendo esto…

-¿Qué? – miró a Elsa, enredado. Elsa se retractó nerviosamente.

-Digo que no creo que sea apropiado…

-Pfff, bien. Aunque mi idea anterior era brillante. Harán que son animales; Hicc, serás una gallina. – El resto de los azules rieron. – Punzie un mono y Mer serás una foca. ¡Procuren no aburrirme! Y… ¡Acción!

Mérida se arrojó al suelo y comenzó a aplaudir pidiendo peces con sonidos  del animal. Hiccup y Punzie, sin mucho ánimo, se pusieron a bailar como tales, cada vez su orgullo se hundía más en la tierra. Esta vez tuvieron un no de los jueces, sobre todo luego de que el dragón se acercó a su dueño, preocupado por si le había agarrado algún ataque. Hiccup le respondió con un furioso cacareo y siguió agitando sus brazos.

-¿Cómo que un no? ¿No fue bastante humillación? – se quejó.


-No lo suficiente. – respondió Jack. Su equipo se había puesto de acuerdo para hacer que parecieran aburridos, cuando en realidad estallaban por dentro.


El juego continuó mientras se hacían las tres, según la posición del astro rey. El equipo rojo tuvo que interpretar a Elsa. Los miembros pretendían tener poderes congelantes lanzando tierra al aire y cantando canciones de libertad. Ya deben imaginarse a Hiccup cantando  el estribillo. También armaban muñecos de nieve con barro. Los rojos aprovecharon para enseñar su poder a los jueces lanzándoles su “barro-mágico-que-pretendía-ser-hielo”. También se ganaron un sí. Por último:

-Punzie, quiero que bailes en el fondo simulando el cielo. Y espero que me emociones. Mientras que Mérida y Hiccup… - Jack se frotó la barbilla, mirándolos como las serpientes miran a dos crías de conejos. Se volvió a su equipo, y entre murmullos  en una ronda improvisada, decidió lo que debían hacer. – Ustedes representaran Romeo y Julieta de Shakespeare.

-¿Toda la obra? – se quejó la muchacha. – ¡Pero somos solo dos!

-Harán de todos los personajes de la obra si es necesario, pero no pueden saltearse nada.

-¿Qué es Shakespeare? – preguntó el vikingo. Le sonaba a algún tipo de bebida.

-Bien, no quieren hacerlo, no tendrán el punto… - James canturreó. Ambos, él y el Guardián parecían estar al mismo nivel de perversidad. Elsa tampoco se quedaba atrás.

-Está bien, está bien. Lo haremos. Pero ustedes se buscaron esta guerra. – sentenció la pelirroja.

-Pero… - prosiguió Elsa. – Los roles serán invertidos; Hicc, serás Julieta y Mérida, Romeo.

-¡NO ME PONDRÉ OTRA VEZ UN VESTIDO! ESTAN SIENDO INJUSTOS.

-De acuerdo, entonces tienen un n- Jack comenzó por decir, con su pulgar abajo, cuando Mer interrumpió.

-¡Lo haremos!

-Perfecto. – Sin preguntar, la Reina de las Nieves batió su magia y transformó sus ropas en unas perfectas réplicas del estilo de la época hecho en hielo. Hiccup se quería morir allí mismo. Tal vez por el frío o porque jamás se libraría de tu pesadilla de vestidos.  - ¡Vamos, en sus lugares y… acción!

Rapunzel agradecía a los cielos y las estrellas su suerte de solo tener que bailar en el fondo mientras los otros interpretaban una obra la cual solo Romeo se sabía sus líneas y el vikingo se hallaba perdido.

La obra siguió su curso, con muertes, incidentes del destino, y un amor un tanto extraño. Era difícil para los actores interpretar el hecho de sentir algo por el otro de una manera tan incondicional, sobre todo desde que su relación parecía ir con el pie izquierdo, o con el derecho, o a veces dando patadas. Lo peor era el cambio de roles.

Sin embargo, los jueces estaban embelesados, a pesar de la incomodidad, era la mejor puesta de Romeo y Julieta, y el final estaba por llegar. A Jack se le caían las lágrimas, a James los mocos.

-… Quiero tener aquí mi eterno reposo, quiero librar del yugo de las estrellas funestas a esta carne cansada del mundo. Ojos, mírenla por última vez. Brazos, den su último abrazo.

El joven vikingo se revolvió extraño sobre el pasto luego de aquel abrazo y ante su raro discurso, abriendo los ojos acompañados con una mueca.
-Se supone que estás muerto, idiota. – susurró inaudible la joven vestida de hombre. Rapunzel, detrás de ellos, reía mientras danzaba como gotas de lluvia que lloran la muerte.

Hiccup volvió a hacerse el muerto en un santiamén, no vaya a ser que lo notaran.

- Y vosotros, labios míos, puertas de la respiración, sellad con el legítimo beso un acuerdo eterno con la muerte…

-¿QUÉ? – Julieta resucitó. Se incorporó de golpe al borde de un ataque.

-Es la parte del beso. – interrumpió Punzie, con bastante obviedad en su voz. Mérida se enrojecía tanto que su cara desaparecía en su rojiza melena. Para Julieta, había sido una patada a las partes nobles.

-¿ROMEO Y JULIETA SE BESAN?

-Ya nos hemos casado,  ¿no es eso peor?

-Sí, pero… ¿TENEMOS QUE BESARNOS?

Miraron a los del equipo azul, cuyo hechizo encantador se había cortado y el desconcierto brotaba a cada segundo. Debían actuar rápido o perderían el punto, en todos los sentidos.

-Solo bésame  y ya. – Mérida lo sujetó desde la nuca y lo atrajo hacia sí. Hiccup no pudo decir ni A hasta que sus labios se balanceaban sobre los de ella. Mérida tenía miedo, Hiccup igual. Hasta que poco a poco, lo comenzaron a disfrutar.

Ninguna de esas tonterías de mariposas, había fuego en ellos. El mismo que arrasa bosques, que  los encendía y los hacía perder la noción, su línea se encuentra fuera de servicio, por favor intente más tarde.

Y un fuego que no debería haberse encendido. Mérida lo alejó de un empujón y carraspeó para proseguir con sus líneas. No había notado la sorpresa en los ojos de Punzie, ni lo que le pareció ser regocijo y luego tristeza en los de Hicc. Tampoco precisó ver a los de los azules, expectantes y encantados de ver lo que habían estado esperando. Se las pagarían.

-¡Finalmente! – vitoreaba Elsa sólo para sus compañeros. Chocaron los cinco.

-Ejem… - Romeo prosiguió y Julieta tomó su lugar. – Como decía. – sujetó en su mano una botella invisible – Ven, amargo conductor, repugnante guía.  ¡Bebo a la salud de mis amores! – Mérida bebió de la misma - ¡Oh, fiel boticario, cuán activos son tus remedios! Y muero con este beso.

Al poco tiempo. Romeo murió al lado de su Julieta. Y ella, le siguió.

-¡Oh, bendito puñal! – Hiccup, merecedor de un premio a la actuación, tomó el puñal  hecho de hojas de Romeo. – He aquí su vaina. – las hojas se doblaban sobre su abdomen. – Ahí puedes enmohecerte; déjame morir.

Los aplausos no tardaron luego de que Punzie acabara en una pose clásica de la noche que cae por última vez.

-¡SÍ! ¡Definitivamente sí! – aclamaba James. La chica  a su lado solo podía asentir.

-Mhmm, tal vez no me ha quedado claro lo del beso. – Jack arrugaba su frente y mentón. Los azules rieron.

-Para lo que te gusto. Puedo jurar que te hemos hecho  llorar. – bromeó Hicc, lanzándole tierra que el Guardián congeló antes de que llegara a él. Pero tampoco removería el tema.


Ahora era su turno.


Fin del capítulo 38

sábado, 16 de mayo de 2015

Jelsa, una historia de amor verdadero... Parte 37


Jelsa una historia de amor verdadero.



Capítulo 37. "Tomando el control"



El día siguiente fue más ágil que el primero. El grupo se estaba adaptando al trabajo en equipo que significaba vivir en el bosque, como si los engranajes de un reloj fuesen comprendiendo el funcionamiento de las horas y funcionaran mejor. El desayuno había sido suficiente para saciarlos, y el sol brillaba amablemente sobre las hojas que comenzaban a teñirse de marrón otoñal. Azulejos los despertaban con su bello canto mientras dejaban los platos sucios y vacíos.

Mérida se ofreció a lavarlos.

-Puedo acompañarte, no tengo problema. – dijo Hiccup a punto de pararse, en verdad no era por un motivo en especial, solo que le comenzaba a agradar la escocesa. Pero Mer lo detuvo.

-¡No, no! – miró alrededor, en busca de ayuda. Encontró a Rapunzel a su derecha. Trató de parecer lo más tranquila posible – Ella me acompañará. Vamos… - empujó a la joven sin dejar que respondiese al sendero y se esfumaron.

Hiccup parecía atónito pero alejó el sentimiento en un revuelo de hombros.

-Mujeres…

-¿Mérida, qué fue eso? – preguntó Rapunzel mientras trataba de no perder el equilibrio en el desigual terreno. Ya estaban bastante lejos del campamento pero las siluetas de los demás se distinguían como sombras.

-¿Qué fue qué? – respondió. No quería hablar de ello.

-No te hagas la tonta, Mer. Puedes decirme.

-Pero no sé de lo que estás hablando.

Rapunzel pudo jurar haber visto que ella desviaba la mirada.

-Sí que sabes, acabas de salir corriendo de Hiccup.

-¿Y?

-Te gust-

-¡Ni se te ocurra decirlo! – le tapó la boca con la parte trasera de una de sus flechas.

-¡PERO TE GUSTA!- gritó al alejar la flecha de sus labios. Se iluminó de alegría.

-Shhh, acabo de ver algo. – le interrumpió.

-Mérida, no me cambies de tema. Además no he oído na-

-Vamos – Mérida empujó de ella lejos, corriendo por los bosques. Rapunzel no estaba segura de a dónde iba o si corría solo para no escucharla. Igual la escucharía.

-Deja de interrumpirme y contesta. – Rapunzel intentaba frenarla, pero ella era muy fuerte y la siguió arrastrando. Parecía un sabueso en busca de una presa. – Mérida, no estamos yendo por donde solemos. Deberíamos-

-No, Punzie. Acabo de ver algo… - insistió.

-¿Y qué entonces?

Mérida frenó por un momento.

-No me lo creerías.

-Claro que sí, dímelo.

-Vi una criatura mágica. En mi pueblo, se dice que esas luces guían el camino a tu destino.

-…Ajaaa… Y… tú acabas de ver una… ¿luz? – arrastró las palabras. ¿De qué rayos estaba hablando?

-¡Sí, y se dirigía hacia allí! – Apuntó al frente - ¡Vamos, hay que seguirla! – la tomó del brazo y siguió corriendo.

-Pero lo único que hay son-

La palabra árboles quedó tapada por sus gritos al caer al vacío. Al final del camino no había más que un acantilado, y a la velocidad a la que iban no habían podido frenar para evitar la caída. Pensaron que iban a morir, era su fin. Menuda luz del destino…

Sin embargo se encontraron hundiéndose en aguas cristalinas y manantiales. A pesar de que los fríos tiempos se acercaban, esta laguna inmensa tenía una temperatura ideal. El problema era que parecía no tener salida. Estaba en un terreno hundido, casi escondido, y con algunos árboles alrededor de la laguna, en la pradera, cuyas copas no se acercaban siquiera a la salida.

-¡Punzie! ¿Estás bien? – dijo mientras trataba de recuperar el aire. Rapunzel también pataleaba mientras tomaba una gran bocanada de oxígeno.

-¡Mérida! Sí, lo estoy. ¿Qué rayos es este lugar?

-No tengo idea, nunca lo había visto.

-No debimos habernos alejado tanto, no sabrán donde estamos. Si no hubieses huido de Hiccup…

Mérida rio, anquen no pretendía hacerlo. Tampoco que sus mejillas se tornaran rosas. Le lanzó una oleada de agua a su amiga para que no la viese.

-Calla. Será mejor que veamos cómo salir de aquí.

-Yo no me apresuraría tanto… Este lugar parece simpatizarme… - dijo mientras flotaba panza arriba y cerraba los ojos. Nada parecía molestarle a Rapunzel, ni siquiera las situaciones terribles.

-Se preguntarán a dónde estamos. Tal vez piensen que nos pasó algo.

-¿O quieres decir que Hiccup se preocupará? – dijo socarronamente y abriendo apenas un ojo. Mérida la salpicó una vez más.


Ya era mediodía y las chicas no regresaban. En el campamento, la preocupación brotaba en sus mentes. Pero Jack, tenía en su mente otra cosa. Aunque no podía reprimirlo, la boca le sabía amarga cuando pensaba en cuánto tiempo Elsa se pasaba con James. No sabía si ella lo protegía como a un perrito de lo inútil que era, o si era para darle celos a Jack, aunque Elsa nunca dio atisbos  que esto fuese cierto. De cualquier forma, odiaba ambos pensamientos.

-Oigan, las chicas no regresan.  – se percató Elsa. James, a su lado, concordó.

-Sí, es verdad. Quizás deberíamos ir a buscarlas. ¿No?

-Buena idea. Fueron solo a lavar los cacharros, y el río no está tan lejos de aquí. – respondió Hiccup. – Tal vez algo les pasó. Los bosques son peligrosos.

James se sonrojó.

-Sí, pero está Mérida quien tiene su arco y flechas y puede defenderse.  – dijo Jack. – También Rapunzel es capaz de hacerlo con su sartén, ya saben.

-Aun así, viejo. Podrían están perdidas.

-Iré a buscarlas, si quieren. – se ofreció James.

-Bien. – declaró Jack. – Hiccup, irás con él. Si hay problemas, solo griten. Oh, y llévense a Chimuelo, no queremos más incidentes.

-Sí, jefe. – a Hiccup le agradaba el papel que Jack había tomado. A decir verdad, lo hacía muy bien. Silbó a su dragón y con James se fueron a buscarlas.

-Oh, ya veo para que les pediste que se fuesen. – dijo Elsa, sentada desde una roca, con una sonrisa torcida plasmada en sus labios mientras arqueaba una ceja. – Querías un tiempo a solas.

-En verdad no quería que ese James fuera solo. Podría no volver en una pieza esta vez.

-No seas duro, Jack. – Resopló – No tendrá poderes, pero James  es valiente. – lo defendió  con firmeza.

-Yo no he dicho nada… - alzó las manos, tratando de ocultar la sonrisa que le nacía. Se quedó mirando a la nada misma, por un tiempo, y Elsa sacudía la cabeza y miraba hacia otro lado que no fuese él. Jack, con su mano lejos de la vista de Elsa, formó una perfecta bola de nieve de la nada. Si iba a ganarse su corazón nuevamente haría lo que mejor sabe hacer, divertirse.

Pero antes de que él pudiese siquiera moverse, otra bola de nieve le cayó en la cabeza. Casi lo derriba.

-No me esperaba eso. – estaba atónito.

-Te conozco, Jack.

Elsa no pretendía jugar, solo prevenirle de que no se metiera con ella. Tampoco estaba de humor, tampoco era tan fácil…

– ¿Como en los viejos tiempos?–murmuró Jack, la sorpresa desaparecía para dejar en su lugar la diversión. Su perversa mueca estaba allí. Elsa sonrió sin querer hacerlo. De nuevo, Jack tenía ese no sé qué sobre ella, que la hechizaba.

Pero antes de que la primera bola de nieve pudiese ser arrojada contra el otro, fueron interrumpidos por un pedido de auxilio de Hiccup. Jack y Esa se miraron y corrieron hacia donde los chicos habían desaparecido. La paz no era posible en los bosques…

 Les costó en un principio conocer su ubicación, hasta que vieron una luz de color índigo a lo lejos, y decidieron seguirla al trote mientras esta desaparecía. Era como si la luz los llamase. Pero cuando llegaron al final del tramo, sin darse cuenta siguieron avanzando, y si no hubiese sido por Jack que cruzó su brazo delante de ella, Elsa hubiese caído.

Con el corazón en la garganta, la pareja se sorprendió al ver a sus amigos, riendo y chapoteando en una laguna al final del abismo. Incluso Chimuelo era una pequeña mancha negra a lo lejos que nadaba como un perro.

-¿Qué rayos-?- se preguntó Jack. Sin sonsacar, alzó a Elsa sosteniendo sus piernas y cintura y descendió con la gracia de una hoja en el viento hasta un elevado terreno en la costa de las aguas.

-Oímos gritos, ¿qué pasó? – se apresuró a decir la Reina.

-¡Al fin! Los estábamos esperando. – decía Hiccup.

-¡Entren, qué esperan! ¡El agua está deliciosa! – dijo James a coro, alentándolos con una mano. Ambos se habían quitado sus remeras y nadaban con sus pantalones. El pelo húmedo les cubría los ojos.

Las muchachas también estaban en paños menores, con sus ropas interiores estilo medieval.   Elsa no sabía cómo responder; quería congelarlos a todos por haberlos hecho preocupar y suponer lo peor, mientras en verdad estaban divirtiéndose en una recóndita laguna.

Elsa miraba a la situación pasmada, su asombro fue mayor al ver a Jack quitarse la ropa y luego saltar con ella en brazos. Si no hubiese sido tan rápido, tal vez la muchacha pudo haberse resistido. Terminaron en el fondo de la laguna, con las mejillas hinchadas y mirándose entre sí en ese extraño abrazo bajo del agua. Con un firme golpe al suelo, resurgieron otra vez a  la superficie.

Elsa estaba incómoda, su pelo se había soltado y le cubría la vista, aún con su vestido puesto,  y con todos sus sentidos alarmados. Por su lado, Jack sonreía, lo que hizo mucho para tranquilizar a la joven. De hecho, todos lo hacían. Podría no ser tan malo. Elsa se unió a sus carcajadas e hizo desaparecer su larga gala de hielo para dejar en su lugar ropa interior del mismo material.

A decir verdad, no deja demasiado espacio a la imaginación, a Jack se le escapó el pensamiento. En todo su tiempo, solo había podido verle la pantorrilla cuando arrancó un trozo de vestido aquella vez que él chocó con un árbol. Esto era una develación.

Sin embargo, disfrutaron del lugar incluso hasta que el cielo se pintaba de naranja con salpicaduras blancas por las nubes, el agua seguía igual de calentita. Allí era tranquilo, de todos los peligros existentes en lo salvaje, también había paz por cada uno de ellos. Exprimieron el momento como a una fruta, esto sería recordado con alegría en sus ojos en algún futuro.

- De hecho, hemos descubierto la manera de salir cuando Hiccup, Chimuelo y James nos encontraron. – Mérida le contaba a Elsa y señalaba despreocupadamente con la cabeza al dragón que pataleaba.

Tomaron turnos para arrojarse desde el punto más alto de aquel lugar hundido. Lo hacían ver tan fácil… Ahora era el turno de Elsa. Le hubiese gustado que hubiese alguien con ella, o que no la hubiesen obligado a subir. Miró más debajo de sus pies, la laguna estaba muy lejos. Su estómago se encogió. No iba a hacerlo, no iba a hacerlo.

-¡Vamos, princesa! – gritaba Hiccup, colocó sus manos alrededor de sus manos para que la escuchara. - ¡No es tan difícil como parece!

-Es una Reina. – Jack y James se miraron extrañados al oír que sus voces concordaban al mismo tiempo.   ¿Pero quién se cree que es? Ni que él hubiese estado con Elsa para tener el derecho de hablar de ella, se quejó Jack silenciosamente. ¿O es que sí han estado juntos…?. ¡No!, escuchó por primera vez la vocecita de su sentido común, Eso no es posible, sino ¿por qué Elsa hubiese pedido que lucharas por su amor?

 Pronto se dio cuenta de a qué nivel los celos lo estaban rebajando. ¿Sería capaz de apartarlos?

La chica mientras tanto, se ponía verde de las náuseas.

-Bien, solo un salto, ve derecho al agua, no mires a bajo... – se auto animaba mientras gotitas de sudor descendían por su espalda.

Retrocedió unos pasos, tomó una gran bocanada de aire y sin liberarlo, corrió hacia el borde y más allá. Podría hacerlo. Pero en su último paso, no había percatado que gracias al miedo, sus poderes se habían salido de control como no había sucedido hacía tiempo. Resbaló contra la escarcha y su caída resultó un borrón. Al principio, caía en posición horizontal al agua, pero cuando trató de estabilizarse, su cabeza chocó directo en una roca que sobresalía del terreno perpendicular.

-¡Elsa!

El ánimo de todos pasó a ser una sombra en sus rostros apesadumbrados. El agua cristalina se tornaba roja donde el cuerpo de Elsa se hundía. Jack, que fue más rápido, nadó hacia ella y la sacó del agua. La arrastró hacia la orilla, los demás llegaron después. No existía lugar para la paz en sus vidas…

Colocó su oreja sobre su pecho, mientras maldecía sin parar. No podía pasar, rayos, Elsa no podía... ¡Latidos! Seguía viva. Presionó repetidamente ambas manos sobre su pecho húmedo para eliminar cualquier rastro de agua de sus pulmones, o se ahogaría. Milagrosamente, con los ojos pesados, Elsa logró toser el agua que había respirado, pero luego su difusa vista de desvaneció.


-Punzie, ¿estás segura de que no puedes?

-Lo siento, Jack, mis poderes no funcionan para estas situaciones temporales. Tendremos que esperar a que despierte.

Suspiró.

-Bien, será mejor que volvamos.

Caminaron en silencio de regreso, dejando un rastro de gotitas por sus ropas húmedas. Hacía más frío allí. Los ecos de sus risas parecían un sueño. Jack no había soltado a Elsa ni un segundo. En su corazón, él siempre sería su Guardián, pero qué clase de Guardián era al dejar que esas cosas sucedieran. Nada le entristecía más que ver a Elsa herida, y sin que él pudiese hacer algo al respecto.

Se secaron ante la fogata. Elsa yacía, aún con poca ropa e inconsciente a unos pasos del fuego. Jack no se animó a reconstruir su antiguo vestido, no es que no pudiese con sus poderes, sino que jamás había hecho uno.  Rapunzel y James la habían cubierto con una manta.

Jack Le colocaba paños frescos en su cabeza, James se ofreció a curar su herida en la cabeza y cuello, pero en una rabieta Jack lo apartó. Él siempre quiere estar metido, ¿por qué no nos deja en paz? Los celos eran incontrolables.

-Viejo, no seas injusto. – se metió Hiccup. – Solo está ofreciendo su ayuda. Tampoco es que Elsa fuese de tu propiedad. Déjalo que-

-Cállate, Hiccup, tú no entiendes. – arrastró las palabras. – Él no es nadie para protegerla.

El comentario lo hirió. James en ocasiones se sentía fuera de lugar en el grupo. Él era un don nadie al lado de esas personas increíbles. Era inservible, ¿qué bien podría él hacer? ¿Cultivar maíz? ¿Ordeñar vacas? Nada de eso era útil, pero era todo lo que él era. Y ahora más que nunca, sabía que era tan cierto como los anocheceres.

El ambiente se puso tenso. Rapunzel se acercó a Jack cautelosamente y le habló de la misma manera.

-Jack… Está oscureciendo. ¿Por qué no… vas a traer más leña?

¿Quieren que me vaya? Bien, pero antes…

-Tengo una mejor idea. – Respondió amargamente y arrojó el trapo que sostenía a sus pies y caminó pesadamente lejos de sus vistas. Había una latente furia en sus ojos color mar. – Que el granjero me acompañe. Ustedes, cuiden a Elsa por un rato. Volveré pronto.

Hubo silencio.

-Huh… Yo los acompañaré. – se ofreció Hiccup, pero fue cortado por un rotundo “no” de Jack. Mérida lo miraba al vikingo con expresión de empatía.

-No… quédate. Así cuidaremos de Elsa hasta que regresen.

Todos compartieron una mirada intranquilizada, queriendo que de alguna forma la tierra los tragase. En especial James. Sabía que no sería bueno lo que se avecinaba por el humor de Jack. Pero como él era de alguna forma el jefe, ninguno sintió el deseo de contradecirlo. James caminó arrastrando los pies y lentamente se marcharon.



No se alejaron demasiado cuando Jack estalló.

-Habla, niño, qué es lo que te pasa con Elsa. – lo empujó contra un árbol.

-¿Niño? Debo tener tu edad… - las palabras murieron en su boca. Oh, claro… Jack era inmortal. Se calló con un poco de miedo ante el arrebato del Guardián.

-¡No cambies de tema! – Se acercó un poco más, desafiándolo -  Habla, o haré que hables.

-Whoa, tranquilo viejo. Yo-

-No soy tu amigo, no me llames así.

-Lo… Lo siento. Pero, ¿en verdad estás así por Elsa? –temía que en cualquier momento le diese un bastonazo o algo parecido.

-¿Cómo te piensas que estaría? – elevó la voz. Que estaba frenético, era poco de decir. En cualquier momento se le soltaban los estribos.

-Tú… ¿Aún la amas? – James se había permitido suponer que Jack solo buscaba a Elsa por puro capricho. Como si le hubiesen quitado un dulce; no comprendía en ese sentido los sentimientos del peliblanco.

-Claro que sí, maldita sea. – miró al cielo en busca de ayuda. - ¿Eres ciego y estúpido o qué?

-¿Ya puedes parar con eso? – se puso firme de una vez por todas. – No te hecho nada a ti, es más, me agradas. Entiendo que la ames, pero yo-

-Tú te quieres poner en mi camino, eso es lo que pasa.

-Espera, ¿acaso piensas que Elsa es un trofeo que debo ser ganado? ¡Ella es una mujer, Jack! Merece ser tratada con respeto-

-Borra esas palabras de tu boca, granjero. Yo jamás, jamás pensaría eso de ella. Que te quede claro.

-Te estás dejando cegar por celos sin sentidos y que-

-¡Cierra el pico! – alegó a golpearlo, pero se detuvo con el puño en el aire.

-¿Quieres golpearme? – le desafió, hubiese resultado mejor el efecto si su voz no se hubiese quebrado. Jack podría congelarlo o colgarlo de los calzones en el árbol más alto. ¿Qué haría él? – Hazlo. ¿Pero qué bien te haría? ¿Qué bien le haría Elsa?

-¿Te crees que Elsa te ama? – habló con ridiculez en la voz. – James, James, James. Qué equivocado estas.

-Te comportas como un lunático. Y si piensas que golpearme hará que Elsa te ame mágicamente, estás equivocado.

-No vales el esfuerzo. – dijo despectivamente. – Ahora, déjame decirte una última cosa, he dejado que te quedes con nosotros, aunque no seas nada más que un estorbo sin utilidad, ¿o quieres que te recuerde cómo terminaste la última vez? Así que aléjate de Elsa, o te las verás conmigo.

-¡Elsa no es tuya! – el hombre ladró impotente, como si a un niño le hubiesen quitado su juguete. No es que él hubiese tenido uno en su vida.

-¿Oh, y crees que es tuya entonces?

James guardó un eterno silencio. Por supuesto no lo era y jamás lo sería. Sabía más que nadie que era imposible, pero eso no podría impedir que la siguiera amando. Reflexionó, mientras la mirada atravesadora de Jack seguía en él. Nunca lo había visto actuar de esta manera; irracional y casi violento. ¿Y todo por celos de él?

-No, no lo es. Pero, te has preguntado alguna vez qué es lo que ella querría… ¿Acaso le gustaría que te comportes así? – dijo James recelosamente, pero sintiendo su significado. A Jack le hubiese encantado golpearlo allí mismo por su osadía. ¿En qué momento ha dejado de pensar en Elsa? Pero lo que dijo a continuación el granjero lo silenció por completo. – No soy idiota, sé que te ama. Y de una forma tan fuerte la cual no logro comprender, y que incluso piensa en siquiera perdonarte después de lo que le has hecho.  Pero por una vez, deja de pensar en ti o en mí. Piensa en ella. Jamás lograrás ganarla si sigues con tales pretensiones. Créeme.

>> En algún punto comprenderás que te has pasado de la raya por alguien o algo, que el único paso siguiente es detenerse. No es que te estés rindiendo, y no es que no deberías intentarlo. Sino, simplemente que has dibujado la línea entre la determinación y la desesperación. Y desesperado es como te muestras. Lo que es en verdad tuyo siempre lo será, y lo que no, no importa cuánto te esfuerces, jamás lo será.

Jack estaba paralizado, el aire se le escapaba y no lograba reaccionar. Había tanta verdad en las palabras de aquel simple granjero como nunca había escuchado. Pero no le dio la razón. Hiccup apareció en un costado, carraspeando para llamar su atención.

-James, ¿qué tal si vas al campamento? Elsa está despertando.

El aludido asintió, su ceño se relajó en algo que a Jack le pareció pena y se esfumó. Jack pretendió seguirlo al oír que Elsa recobraba la conciencia pero…

-Ha, ha. Tú te quedas aquí. – dijo Hiccup con autoridad, logrando frenarlo. Jack había perdido su voz luego del discurso de James y trataba de encontrarla.

-A ver, a ver. ¿Me explicarás qué rayos fue ese berrinche de niño? Créeme, se oyó todo. – cuando ya estuvieron lo bastante lejos, el vikingo se interpuso en su camino y exigió una respuesta con su ceño tan fruncido que ocultaba sus ojos verdecidos. Realmente estaba preocupado por su amigo y la situación que se había armado.

Jack lo hubiese mandado a un lugar innombrable, le hubiese dicho que no se metiera, pero si había algo que él odiaba era ocultar cosas cuando realmente deseaba gritarlas.

Aghhh, no lo sé! – suspiró ruidosamente y dio un firme puñetazo a un tronco vecino. Se le clavaron varias astillas, pero no le dio importancia. Después, suspiró y dijo rendido. – No lo sé…

Hiccup seguía apacible, quizás exasperado.

-Mira, no me has dicho qué centellas sucedió contigo y la Reina. Pero no te he dicho nada al respecto. Creí que me lo dirías con el tiempo. Sin embargo no se me ocurre qué pudo haber pasado para que te comportes de tal manera con el pobre James.

-¿Pobre James? ¿No viste lo que intenta hacer? – sus ojos llameaban. Su ánimo era inestable como el de un volcán.

-Tienes celos, Jack, ¿no te das cuenta?

-¿Celos de él? – Por supuesto que los tenía, pero admitirlos era otra cosa. – Él tendrá celos de mí. Hasta… Hasta… ¡Su nombre se parece al mío!

Hiccup deseó haber estrellado su cabeza contra una roca, pero en su lugar lo hizo con la mano. Por el amor de Odín…

-¿Te das cuenta de las idioteces que dices? Estás siendo paranoico, él no es un reemplazo o una copia tuya. Es James.

-No son idioteces, Hicc. Se piensa que es una especie de perro faldero de Elsa, es patético.

-¡Él está enamorado de ella!

Jack quedó en silencio.

-Y no me digas que no lo sabes. ¡Parece que pasas todo el tiempo intentando competir con él!

Sus palabras eran duras, pero eran la verdad. Nunca había querido aceptar que alguien más la amaba. ¿Qué rayos he estado haciendo?

Jack se sentía extraño, ¿afligido? ¿Con culpa acaso?  No le apetecía nada más que estar solo.

-Hicc, será mejor que regreses al campamento.

-Pero-

Jack suspiró, ya no lo miraba a los ojos. – Hazlo.

El vikingo comprendió que ese era el fin de la conversación y cumplió con la orden, sin siquiera mirar atrás. Entendía lo debatido que debía estar sintiéndose Jack.

Cuando regresó, estaba todo en un silencio fúnebre. James preparaba comida  escasa que las chicas encontraron rápidamente, y ellas, junto con Elsa, reposaban bajo la cálida ala de Chimuelo. Elsa se veía mejor que cuando estaba inconsciente, sus mejillas estaban encendidas por el calor emanante del dragón en la gélida noche que acababa de caer. Lo miró al llegar y le dijo.

-¿Dónde está Jack?

Esa noche, Jack no regresó al campamento.

E incluso, pudieron jurar que esa fue la noche más oscura de todas, ni una estrella o Luna iluminaban el cielo.


-¡Ouch, me pisaste! – Hans se quejó desde la penumbra.

-No es cierto. – Pitch respondía en susurros forzados.

-¡Silencio! Nos oirán. – Gothel decía con su familiar y tranquila voz, pero que a la vez ansiaría incinerar el planeta. Una espesa barrera de magia oscura los ocultaba de la vista del campamento. 

-¿Cuál es el sentido de espiarlos si no los vamos a atacar? – dijo Hans. Gothel lo fulminó con la mirada, por lo que él añadió temeroso – Señora… Gothel…

La bruja ronroneó cual gato hambriento.

-Mhmm, sencillo. Atacaremos desde su punto más débil. Lo que hacemos simplemente es estudiar a estos tarados hasta que conozcamos la respuesta. Prontamente hacemos lo nuestro cuando llegue el momento.

-¿No podemos simplemente secuestrar a Rapunzel? – preguntó Hans nuevamente.

-Eres idiota. – comentó el Ser Oscuro.

-No, querido Hans. Rapunzel tiene que aprender su elección, y cobrará el precio viendo a sus amigos muertos enfrente de sus ojos. Todo lo que pensó haber amado destruido…

-¿Y cómo los mataremos? – preguntó Pitch.


-Paciencia, querido, todo vendrá a su tiempo. 



Fin del capítulo 37


Lo sé, la parte de los villanos quedó un poco suelta, ¿no es así? Antes que nada les aviso que estoy guardando las mejores partes para el final. Veremos qué hará Jack, si seguirá con sus rabietas o será un hombre y le hará un lindo gesto a Elsa.